Mi sucá en el exilio

Ya se acerca esa época del año en la que en el mundo entero empiezan a surgir pequeñas o grandes cabañas, viviendas temporales en las que celebramos la festividad de Sucot.

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Tali Mandel

Posteado en 29.09.23

Ya se acerca esa época del año en la que en el mundo entero empiezan a surgir pequeñas o grandes cabañas, viviendas temporales en las que celebramos la festividad de Sucot. Aún queda un poco, Rosh HaShaná y Iom Kipur van por delante recordándonos la importancia del arrepentimiento y de la introspección, la misericordia de HaShem y el mérito que tenemos de seguir en este mundo.

Sin embargo, ya empiezo a imaginarme cómo haremos este año nuestra sucá. Durante una semana comeremos y celebraremos con alegría la llegada de los invitados especiales cada día. ¡Es una época tan especial y tan bonita! La apariencia de todas las ciudades de Israel, especialmente la de Jerusalem, cambia por completo y en cualquier restaurante, terraza, balcón e incluso en las aceras de la calle se encuentra el turista y el residente con la posibilidad de comer bajo la sucá. Ya van apareciendo las primeras sucot que las familias van preparando con esmero. Los niños hacen las decoraciones y las mamás piensan en un menú oportuno para comer en la sucá.

Recuerdo con mucho cariño la sucá que hacía cuando vivía fuera de Israel. Como saben, o se habrán imaginado al menos, es un poco complicado construir una sucá en la diáspora. Hay familias que tienen que hacerla pidiendo muchos permisos a los vecinos y dando un sinfín de explicaciones acerca del judaísmo, de sus creencias religiosas y de los motivos que le impulsan a montar una cabaña en la terraza del edificio. Hay gente que se opone y tratan de poner todo tipo de impedimentos a las familias judías que quieren cumplir con esta mitzvá tan importante. Sin duda alguna, casi todas las familias que viven fuera de Israel lo tienen bastante complicado para celebrar Sucot como lo manda la Torá. Pero quien quiere puede y HaShem les ayuda a todos ellos a cumplir los preceptos.

En mi caso, tenía una suerte inmensa ya que el pequeño apartamento en el que vivía disponía de una terraza que cumplía perfectamente con los requisitos para hacer una sucá. Con ayuda de amigos que me traían ramas para el techo, que me llevaban a comprar las paredes en centros comerciales dedicados al bricolaje y que me ayudaban a montarlas hacíamos una sucá muy acogedora donde venían a comer y disfrutar del encanto de ese lugar tan bonito que construíamos con cariño.

Aquí en Israel es relativamente más fácil porque se pueden conseguir todos los materiales en muchos sitios e incluso hay servicios de montaje y recogida de la sucá. Sin embargo, siempre recordaré con mucho cariño esa sucá que hacíamos con tanto esfuerzo. Y es que las cosas que cuesta trabajo hacer se valoran mucho más.

Es una sensación tan especial comer bajo la sucá que cuesta trabajo describirlo. Es cierto que no está en la comodidad del hogar, con las sillas mullidas y la calefacción o el aire acondicionado que regulan perfectamente la temperatura. Sin embargo, disfrutar de la Presencia Divina y de los invitados especiales que llegan cada día a la sucá compensa con creces estas pequeñas incomodidades.

Estas cabañas son nuestros refugios especiales, donde nos sentimos a salvo y sabemos que HaShem siempre está cuidando de nosotros. Y aunque tuviéramos que vivir en una cabaña, caminando como hicieron nuestros antepasados a lo largo de 40 años en el desierto, todo ese esfuerzo merecería la pena y siempre estaríamos protegidos por las nubes de gloria que escoltaron siempre al pueblo de Israel.

Si tienes alguna pregunta o quieres compartir tu historia o inquietudes, escríbeme a tali.mandel.18@gmail.com

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1. Nancy

9/24/2019

HaShem bendice eternamente sus corazones llenos de bondad

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