El Becerro de Oro

¿Cómo es posible que una generación tan elevada espiritualmente haya caído tan bajo como ?

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Rabino David Schallheim

Posteado en 16.03.20

Uno de los incidentes más inquietantes en la Torá es el pecado del Becerro de Oro. La generación que presenció la Revelación de la gloria de Dios en el Monte Sinaí y escuchó los Diez Mandamientos se apoda la Generación del Conocimiento. ¿Cómo es posible que una generación tan elevada espiritualmente haya caído tan bajo como para hacer un becerro fundido para adorarlo?

 

El Rabino Yosef Dov Soloveitchik responde a esta pregunta con un importante principio cabalístico: el cumplimiento de las mitzvot ejerce un profundo impacto en el mundo espiritual. Cada mitzvá ejerce rectificaciones específicas en los mundos superiores, de acuerdo con las razones e intenciones subyacentes de la mitzvá.

 

Por ejemplo, como resultado de la construcción del Tabernáculo, la Shejiná, la Presencia Divina, se posó en la obra del hombre. Los numerosos detalles del Tabernáculo contenían misterios Divinos que van más allá del entendimiento humano, como los indicios de la Carroza Divina y los secretos de la Creación. Contenía un Arca hecha de oro puro, coronada con querubines dorados, que eran, en efecto, imágenes fundidas. La Shejiná se posó en el Tabernáculo solo después de que se completara la construcción, hasta el último detalle.

 

De acuerdo con este principio, podríamos pensar que si una persona conociera los secretos de los Mundos Espirituales, podría crear imágenes fundidas que atraerían Presencia Divina. Aaron era esa clase de persona, y los israelitas lo sabían.

 

Un sustituto

 

“Y la gente vio que Moshé (Moisés) se había demorado en descender la montaña” (Shemot 32: 1). Los israelitas vieron que Moshé no descendió del monte Sinaí a la hora señalada, cuarenta días después de la Revelación. Temían que se hubiera muerto, y su imaginación los abrumaba hasta el punto de que estaban convencidos de que Moshé, el líder que los sacó de Egipto y los llevó al Monte Sinaí, se había ido.

 

Moshe siempre había sido el intermediario entre ellos y Dios, aquel que trajo la Presencia Divina a la gente. Ahora necesitaban un reemplazo, y por eso recurrieron al más grande de la generación, Aaron, quien podía construir un lugar de descanso para la Presencia Divina con su conocimiento de los Mundos Espirituales.

 

"Y la gente se reunió alrededor de Aarón y le dijo: 'Levántate, haz de nosotros dioses que irán delante de nosotros, porque este hombre Moshé que nos trajo de la tierra de Egipto, no sabemos qué fue de él" (ibíd)

 

O sea que tenían buenas intenciones: querían continuar escuchando los mandamientos de Dios. Con Moshe (aparentemente) desaparecido para siempre, pensaron que la imagen fundida que Aaron haría con el oro serviría como intermediario entre el pueblo y Dios.

 

 

La vaca roja

 

Basado en un Midrash sobre la mitzvá de la Vaca Roja, el Rabino Soloveitchik explica: "Es como el hijo de una sirvienta que ensució el palacio real. El rey dijo: Que venga su madre y limpie el desastre que hizo su hijo. De manera similar, Dios dijo: "Dejen que la vaca venga y repare el pecado del Becerro de Oro" (Midrash Rabáah, Parshat Juká).

 

La mitzvá de la Vaca Roja es una mitzvá cuyos motivos no podemos comprender, tal como lo describe la Torá: "¡Esto es un estatuto (jok) de la Torá!" (Bamidbar 19:2). La Torá nos ordena sacrificar una vaca roja, quemarla fuera del campamento de Israel y usar las cenizas para purificar a los ritualmente impuros. Mientras que los que quemaron la vaca y manipularon las cenizas se volvieron impuros, ¡esas mismas cenizas purificaron lo impuro! Debido a esta contradicción, Shlomo HaMelej (el Rey Salomón), quien fue el más sabio de todos los hombres, dedujo que la sabiduría de la Torá era algo que estaba más allá de él.

 

Es cierto que nuestros actos tienen profundos efectos en los mundos espirituales, pero eso es con la condición de que la Torá nos haya ordenado hacer esos actos. Así fue con la construcción del Tabernáculo. Recién después de que Dios les ordenó a los judíos en el desierto que hicieran las imágenes fundidas de oro, y después de que cumplieron Su voluntad, la Divina Presencia se posó en la obra de sus manos.

 

La rectificación espiritual que resulta de nuestras mitzvot es porque estamos cumpliendo la voluntad de Dios. El hecho por sí solo no logra nada.

 

Por el contrario, era un pecado que los hijos de Israel hicieran un becerro fundido sin que Dios les hubiera ordenado que lo hicieran, aunque las imágenes fundidas en el Tabernáculo fueran el lugar de descanso de la Shejiná.

 

Hay que cumplirer las mitzvot porque son la voluntad del Creador, y no por ninguna otra razón. Al cumplir este estatuto, corrigieron el error que cometieron cuando se dejaron guiar por su propio razonamiento.

 

El error de los Hijos de Israel fue un error que suele suceder incluso hoy. Pensaron que tenían derecho a crear otro "tabernáculo" que se adaptara a sus necesidades. Sin embargo, los judíos no pueden personalizar su religión ni su santuario. El judaísmo no es una religión hecha por el hombre y nuestro papel como judíos es cumplir con las mitzvot ordenadas por Hashem y no buscar ningún "becerro de oro" hecho a medida.

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