Escondido en el refrigerador

Esa noche no pude dormir por la ansiedad que sentía al haber dañado la propiedad de otra persona. Y cuando por fin logré conciliar el sueño, soñé con…. refrigeradores.

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Rivka Lambert Adler

Posteado en 22.09.19

 

 

Este pasado Rosh Hashana, nos invitaron a mi esposo y a mí a la casa de personas que no conocemos bien. Nos quedamos en su casa durante tres noches, dado que mi esposo dirigía los servicios de Rosh Hashana en una sinagoga cercana, mientras ellos visitaban a su hija casada en otra ciudad. Antes de que ellos viajaran, fuimos a familiarizarnos con la casa, a recoger las llaves y, lo más importante, a aprender cómo activar el “modo Shabat” en el refrigerador.

 

Al activar el modo Shabat, los judíos que observan el Shabat pueden usar el refrigerador en Shabat y festividades judías al evitar que se enciendan las luces interiores cuando se abre la puerta del refrigerador. Los dueños de casa me mostraron qué botones hay que presionar para activar el modo Shabat y, en presencia de nuestros anfitriones, pude realizar la activación sin problemas.

La víspera de Rosh Hashana, fui con confianza al refrigerador, abrí la puerta y presioné la secuencia de teclas, tal como lo había hecho el día anterior. Pero esta vez, el panel no respondió de la misma manera. En lugar de mostrar el código que indicaba que se había activado el modo Shabat, tanto el refrigerador como el congelador registraron 77 grados.

 

Yo llamé a los amables propietarios y les expliqué tímidamente lo que había acontecido. Cuando volví a presionar la misma serie de botones, activé el modo Shabat, pero la temperatura en la unidad siguió estando en 77 grados. A la mañana siguiente, el hielo derretido dejó en claro que algo andaba bastante mal. Como judía observante del sábado en medio de dos días de Rosh Hashaná seguido de Shabat, había poco que pudiera hacer para remediar la situación. Esa noche no pude dormir por la ansiedad que sentía al haber dañado la propiedad de otra persona. Y cuando por fin logré conciliar el sueño, soñé con…. refrigeradores.

 

Un miembro no judío del personal de mantenimiento de la sinagoga intentó ayudar a restablecer el modo Shabat. Sus resultados fueron los mismos. La unidad simplemente no lograba retomar la temperatura adecuada. El hombre llamó al centro de servicio Frigidaire cuyo único consejo era programar una llamada de servicio.

 

Si esta hubiera sido mi propia casa, me habría olvidado del asunto, diciéndome a mí misma: "No hay nada que hacer ahora. Ya me encargaré del tema cuando termine Rosh Hashaná”. Pero al ser una invitada en la casa de otra persona, eso hizo que me aumentara la ansiedad mil veces más.

 

Después de dos días completos con esta terrible experiencia con el refrigerador, la inquietud no me daba tregua. En la cena de Shabat que tuvimos con viejos amigos, conversamos de las implicaciones espirituales del “episodio Frigidaire”. Dado que todo esto ocurrió durante los Diez Días de Arrepentimiento entre Rosh Hashaná y Yom Kipur, durante el cual nos enfocamos en nuestras transgresiones, este fue un ejercicio de especial relevancia…

 

Mi anfitrión sugirió que quizás era una kapará, una expiación, un precio relativamente pequeño que Hashem me estaba cobrando por una falta mucho mayor. En cualquier caso, el hecho de que no pude hacer nada para resolver la situación durante tres días fue una oportunidad para fortalecer mi emuná: mi creencia de que todo está en las manos de Di-s y que, en última instancia, todo es para bien.

 

No me enteré del lado positivo de la historia hasta Yom Kipur.

 

La sinagoga acordó cubrir el costo de la reparación y, hasta que la comida en mal estado pudiera ser reemplazada, los propietarios disfrutaron de algunas cenas en diversos restaurantes. Pero lo que realmente me dejó pasmada fue que, cuando llamamos al técnico, nos dimos cuenta de que la placa base del refrigerador necesitaba ser reemplazada. En medio de la reparación, el técnico movió el refrigerador y entonces se dio cuenta de que había un cable deshilachado. Si no se hubiera detectado, ese cable deshilachado podría haber causado daños muchísimo más graves que unos simples alimentos en mal estado que fueron a parar al tacho de basura.

 

Toda la ansiedad que había sentido fue en vano. El problema con el refrigerador, como cualquier otro problema aparente en la vida, fue una bendición disfrazada, que reveló un problema mucho más grave, descubierto a último momento. Finalmente pude relajarme. Al parecer, Hashem se había estado escondiendo en el Frigidaire todo el tiempo.

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1. Nancy

9/24/2019

Uno supone y se angustia, Dios dispone

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