El intérprete de sueños – Vaietze

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Rabino Tzvi Meir Cohn

Posteado en 01.12.22

En la época del Baal Shem Tov, había un hombre extremadamente hospitalario, Rabi Yankel, que disfrutaba enormemente proporcionando alojamiento cómodo y comidas deliciosas a la gente pobre que pasaba por su pueblo.

Por si eso fuera poco, él también enviaba a sus huéspedes con una generosa cantidad de dinero para ayudarles en su camino. Desgraciadamente, Reb Yankel tenía un defecto de carácter evidente, que es que siempre se felicitaba a sí mismo por su generosidad y les preguntaba a los demás: “¿No es cierto que está muy bien de mi parte?”.

La noticia de la gran generosidad de Rabi Yankel y también de su jactancia llegó a oídos dels Baal Shem Tov. Al darse cuenta de que el engreimiento de Rabi Yankel reducía en gran medida el valor de la maravillosa mitzvá de honrar a los invitados, el Baal Shem Tov envió a su alumno Rabi Zev Kotses en una misión para rectificar la situación.

“Rabi Zev”, le dijo el Baal Shem Tov, “sólo ve a casa de Rabi Yankel y actúa como si fueras un mendigo errante. Acepta su hospitalidad. Y si lo deseas, tráemelo a mí”.

Justo antes del Shabat, Reb Zev entró en la pequeña aldea de Reb Yankel. No pasó mucho tiempo antes de que se le proporcionara un cómodo alojamiento y hospitalidad para el Shabat en la casa de Reb Yankel.

Cuando Reb Zev se instaló, Reb Yankel le preguntó: “¿No crees que soy un anfitrión extraordinario?”.

Reb Zev respondió: “Ya veremos”.

Después de una deliciosa comida de Shabat, con muchos brindis, charlas de Torá y cantos, todos los invitados se fueron a dormir a una gran habitación reservada para ello. Reb Yankel tenía la costumbre de dormir en la habitación entre sus invitados. Cuando Rabi Yankel se durmió, Rabi Zev se acercó y le tocó la mano.

En ese momento, Reb Yankel tuvo un sueño intenso. En el sueño, el Rey venía a visitarlo. Reb Yankel trató al Rey con su habitual generosidad. Mientras comían y hablaban, el Rey se desplomó de repente y murió.

Los asistentes del Rey agarraron a Reb Yankel y lo encerraron en la prisión del Rey bajo la acusación de haber envenenado al Rey. La situación parecía sombría, cuando de repente se produjo un incendio en la prisión y Reb Yankel escapó. Viajó durante muchos días y finalmente terminó en un pueblo remoto donde se convirtió en el aguatero. Como este pueblo tenía muchos pozos y varios arroyos, Rabi Yankel apenas si podía ganarse la vida. Entonces, un día, se cayó mientras cargaba dos cubos de agua sobre su espalda. Se fracturó las dos piernas y sentía un dolor tan intenso que no podía ni moverse. Y entonces, de repente, recordó que una vez había sido un hombre rico y se puso a llorar.

Justo en ese momento, Reb Yankel se despertó con un sobresalto. Cuando se dio cuenta de que estaba seguro y cómodo en su propia cama, casi se desmaya. Entonces vio a Reb Zev y le dijo: “¡Oh! Acabo de tener un sueño aterrador”.

Reb Zev le dijo: “Si quieres, cuéntamelo”.

Después de que Reb Yankel le contó todo el sueño, le preguntó: “¿Qué te parece que significa?”.

Reb Zev respondió: “No estoy seguro, pero creo que el Baal Shem Tov podría interpretártelo”.

Así que apenas terminó el Shabat, viajaron juntos a Medzibush.

Cuando Reb Yankel se encontró con el Baal Shem Tov, le contó todos los detalles de su sueño. Cuando Rabi Yankel pidió una interpretación, el Rebe le explicó: “Cuando Dios viene a ti en forma de invitado, no puede permanecer en tu presencia debido a tu orgullo. Por eso, Él permite que Sus siervos te amenacen y castiguen. Pero antes de que ocurra algo realmente malo, Él te permite escapar por el mérito de tu mitzvá de hospitalidad. Sin embargo, a causa de tu engreimiento, espiritualmente eres como un hombre extremadamente pobre y sufrido”.

Cuando el Baal Shem Tov terminó, Rabi Yankel gritó: “¡Oh Rabi, por favor ayúdeme!”.

Con la ayuda e instrucción del Baal Shem Tov, Rabi Yankel fue incitado a arrepentirse. Y así fue como volvió a su casa libre de su orgullo y continuó haciendo la gran mitzvá de la hospitalidad.

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