Los tefilin de Hashem – Ki Tisa

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Rabino Abraham Isaac Kook z"tzl

Posteado en 14.02.22

Una visión Divina

Uno de los pasajes más enigmáticos de la Torá describe un misterioso encuentro que tuvo lugar tras el pecado del Becerro de Oro. Después de suplicar con éxito por el bien del pueblo judío, Moisés aprovechó ese momento especial de favor Divino. “Por favor, déjame tener una visión de Tu Gloria”, Le pidió.

Dios le explicó que es imposible para el hombre mortal “tener una visión de Mí y vivir” (Éxodo 33:20). Pero Dios accedió a proteger a Moisés en una grieta de la montaña mientras Él “pasaba”.

“Tendrás entonces una visión de Mi espalda. Mi rostro, sin embargo, no será visto” (Éxodo 33:17-23).

Este relato nos plantea muchos interrogantes. El problema más obvio tiene que ver con los elementos antropomórficos del relato. Dios no tiene cuerpo. ¿Qué significan aquí los términos alegóricos “espalda” y “rostro”?

Lamentablemente, el comentario talmúdico de este enigmático incidente no hace sino aumentar nuestra confusión. En Berajot 7a, Rabí Shimon Hasida explicó que Dios le reveló su ‘espalda’ a Moisés mostrándole el nudo de los “tefilín shel rosh” de Dios.  (Los tefilín contienen pergaminos que describen la unidad y la providencia de Dios. Los “tefilín shel rosh” se llevan por encima de la frente, y se mantienen en su sitio mediante una correa de cuero atada en la parte posterior de la cabeza con un nudo especial).

¿Qué quisieron decir los Sabios al decir que Dios “lleva tefilín”? ¿Y qué tiene de especial el nudo, para que Dios le revelara a Moisés esa parte concreta de Sus tefilín?

Conociendo a Dios

Hay dos niveles de conocimiento. El primero es un conocimiento preciso de la verdadera naturaleza de un objeto. El segundo es el conocimiento que está limitado por nuestras capacidades, ya sean intelectuales o físicas. En cuanto a los objetos tangibles, puede que no haya diferencia entre ambos. Pero cuando se trata de conceptos abstractos, y especialmente con respecto a la naturaleza de Dios, la diferencia será grande, quizás infinita.

La Torá se basa en ese segundo tipo de conocimiento. Ella nos presenta una percepción de Dios de acuerdo con nuestra comprensión limitada, ya que sólo este tipo de conocimiento puede proporcionar una orientación ética. El conocimiento de la verdadera naturaleza de Dios, en cambio, no es una forma de comprensión en absoluto. Como Dios le informó a Moisés: “El hombre no puede tener una visión de Mí y vivir”.

Atado a la mente humana

Ahora podemos empezar a entender la metáfora de los tefilín de Dios. Los tefilín contienen versos que exponen la unidad y la naturaleza de Dios; ellos constituyen una verdadera comprensión de la realidad de Dios. Esta verdad, sin embargo, está más allá de la comprensión humana. ¿Cómo podemos relacionarnos con esta verdad infinita? ¿Qué es lo que nos conecta con ella? ¿Qué es lo que la hace descender al nivel de nuestras capacidades intelectuales, permitiendo que este conocimiento nos ilumine? Ese es el nudo que une los tefilín a la cabeza. El nudo simboliza un nivel de comprensión que tiene en cuenta las capacidades de los que contemplan, para que puedan captarlo y utilizarlo.

La imagen de la “cara” y la de la “espalda” de Dios corresponden a estos dos niveles de conocimiento. El verdadero conocimiento de la realidad infinita de Dios es el “rostro” de Dios. “Rostro” en hebreo se dice panim, como la palabra p’nim, que significa “esencia, interior”. En cambio, el conocimiento de la realidad de Dios según nuestra comprensión limitada se denomina “espalda” de Dios. A Moisés se le concedió este conocimiento parcial, una comprensión de la Divinidad que el hombre mortal puede apreciar y aplicar en su mundo finito.

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