La Charla Semanal – Naso

La paz, es el fiel sinónimo del concepto de tranquilidad interna, constituye el único estado donde las virtudes y los defectos se fusionan. La paz es producto del Eterno”…

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Daniel Domb

Posteado en 06.04.21

Parashá Nasó

 
La paz, es el fiel sinónimo del concepto de tranquilidad interna, constituye el único estado donde las virtudes y los defectos se fusionan. La paz es producto del Eterno”
 
 
Trabajando para el Mundo Venidero
 
“…Habló el Eterno a Moshé diciendo: “Habla a Aharón y a sus hijos diciéndoles:
 
'El Eterno te bendiga y te guarde.
 
Ilumine el Eterno tu rostro y te agracie.
El Eterno dirija su rostro a ti y te conceda paz.
Y pondrán Mi nombre sobre los hijos de Israel y los bendeciré' (Números 6:22-27).
 
Tres bendiciones pronuncian los sacerdotes, descendientes de Aharón, al pueblo, abarcando dos conceptos aparentemente contradictorios como son lo material y lo espiritual. La primera bendición guarda el deseo de la prosperidad material : “que toda la bendición del Altísimo recaiga sobre la descendencia y en los bienes de la persona”, y por eso, como expresa el Or HaJaim: “El versículo, al decir: “…El Eterno te bendiga y te guarde…” adelantó la bendición a la protección, ya que esta última proviene de la primera”, sin la bendición del Creador nada es posible de obtener, y por eso ella funciona como “un preparativo” para la segunda parte, para poder ingresar al ámbito espiritual , pues parecería ser que era necesario una tranquilidad material para perfeccionar lo espiritual .
 
La segunda bendición posee un secreto metafísico, al ocuparse del plano espiritual su nivel aumenta sobrepasando la jerarquía de la primera bendición, ya que lo espiritual sostiene la existencia de lo material. Una dicotomía, un ida y vuelta, donde lo espiritual depende de lo material y viceversa, donde ambos conceptos se funden en una única realidad, un único mundo compuesto, paradójicamente, por ambos mundos como si uno se ubicara detrás del otro, separados por una línea fina que constituye la muerte, pues “el pasillo y el Salón” que afirma el Pirkei Avot (4:16) conviven, ambos pertenecen a una misma casa, a “una única casa” como expresó el Rab Elazar Menajem Shaj, distintas en su uso pero unidas por un mismo techo.
 
El Gaón Eliahu de Vilna al final de su comentario a la Meguilá Ester explica la genuina filosofía que encierra la forma de sentir y asumir el Judaísmo, allí expresa: “meditar y así, con dicha “herramienta”, saber qué es lo que verdaderamente desea el Creador, además del Deseo que Sus Mandamientos sean cumplidos. Pero existe algo más -no con una escala de valores ya que la graduación no existe en el mundo espiritual-: adquirir cualidades para perfeccionarse como ser humano. Y por esa trascendencia, la adquisición de dichas cualidades no aparece en ninguna de las tantas enumeraciones de los preceptos, ella está por encima de todos los Mandamientos”. Ya que la esencia del judío trasciende el mundo material, al mundo de las acciones estrictamente se rige por los estatutos implícitos en la Torá; pero aquí, en este mundo, estamos “trabajando” para el mundo venidero, en que lo trascendente constituye lo espiritual, por eso las cualidades, que son parte de ese mundo espiritual, no figuran en la Torá, ya que ellas son parte y esencia de la Torá espiritual.
 
Simplicidad
 
Sin pulir las virtudes la persona no podrá cumplir con la voluntad Divina plasmada en los Mandamientos, y así nos lo trasmite el Tana Rabí Eliahu (Rabá 1): “El buen comportamiento se antepone a la Torá” y aunque la persona cumpla todos los Preceptos, sin esa “pizca de gracia” todo pasa a ser un acto ficticio. La acción está hecha y seguramente existirá un pago por ello, pero hacerlo por convicción, sabiendo que esa es la voluntad del Todopoderoso, es producto de una total fidelidad hacia Él. La labor del ser humano no se refleja en comprender los designios Divinos vislumbrando el verdadero y profundo significado del deseo del Omnipotente, sino todo lo contrario, encontrarlo en una aparente “ingenuidad” producto de la simplicidad, y así la persona se hará acreedora del mérito de llegar a los excelsos niveles espirituales.
 
Así solía explicar el Rabi Najman de Breslev: “Todo se puede explicar asociándolo a un concepto similar ya comprendido pero ello puede ser contraproducente”, ese carácter transitivo puede ser perjudicial, lo parecido no implica que sea igual, de todo se puede armar un edificio que de tan sólido resulta pesado, todo termina siendo peligroso, ficticio, pero esa construcción intelectual puede rebatirse o respaldarse, según el caso, con un único postulado “ese es el deseo del Altísimo”, con esta concisa frase alcanza y sobra. La sinceridad, basada en esa aparente simplicidad constituye la experiencia más gratificante, sentirse “protegido” por el Omnisciente confiando plenamente en Él, pues, como el mismo Rabi Najman de Breslev solía decir: “La fidelidad al Creador puede ser explicada por infinitos caminos, incluso hasta senderos intrincadísimos, pero todos esos trayectos llegan a un único destino, un único postulado: la simpleza; ella constituye la expresión más sublime para comprender el concepto de fidelidad, saber con sencillez que la voluntad Divina es realizar cada uno de los seiscientos trece Mandamientos Divinos únicamente porque esa es Su voluntad”.
 
Paz – fundamento de la Creación
 
El “shalom”, la paz, es el fiel sinónimo del concepto de tranquilidad interna, constituye el único estado donde las virtudes y los defectos se fusionan, pero de por sí las cualidades positivas doblegan a las negativas y estas últimas tienden a desaparecer, como lo dice el Sforno z”l:La paz es producto del Eterno”. Y por eso, el Rabi Najman de Breslev explica: “el versículo dice: “…y cuenta al hombre cuál es su conversación...” (Amos 3:13). La palabra “Shalom” contiene la primer letra de cada una de las palabras del versículo: “UMaguen LeAdam Má Sijó”, “Shalom”; significando que: así como la primera parte de ese versículo: “…He aquí que Él es quien formó las montañas y creó el viento…”, es Él mismo quién: “…cuenta al hombre cuál es su conversación…” quien creó la paz, ya que “todo es obra de Él”.
 
No se trata de que la paz sea y represente una porción de Él, sino que va mucho más lejos. La paz es Él en su esencia, como afirman nuestros Sabios en el Midrash (Bamidbar Rabá 11:18): “Varios Nombres posee el Todopoderoso, según Su atributo, uno de ellos es: Shalom”, y al ser parte del Todo, ese Nombre se trasforma en el Todo, pues parte del Infinito es infinito.
 
Los defectos en este mundo existen, Él no puede ni acepta ser engaño, sin importar el costo que ello conlleve, incluso despreciando parte de Su esencia, como dice el Midrash Bereshit Rabá (8:5): “El Santo Bendito Sea pidió consejo a cuatro de sus creaciones para saber si era bueno crear al hombre, la paz constituía una de ellas, ella aconsejó no crearlo y fundamentó su postura diciendo: “ya que en el ser humano todo se basa en peleas y discusiones”. Consecuentemente, si la persona no debiera haberse creado, nada tendría valor. Pero la verdad y la paz no podían abandonar sus argumentos ¡aunque todo deba desaparecer yendo en contra de Su voluntad! Pero buscar la autenticidad era su deseo.
 
El Creador tomó la verdad y la arrojó, por eso el versículo dice: “…La verdad surge de la tierra…” (Salmos 85:12), allí donde cayó por la acción del Creador, pero ¿por qué la paz quedó indemne? El Rab Menajem Mendel de Kotzk explica: “cuando no existe verdad, automáticamente la paz desaparece”, cuando no hay verdad en el ser humano, el Creador, llamado “Shalom”, abandona Su creación, se autoexilia, pues en definitiva: “Todo tiene que estar en función del Creador”.
 
Por eso, nuestros Sabios afirmaron: “el Todopoderoso no encontró un recipiente mejor para posar Su bendición para el pueblo de Israel sino la paz”. La paz constituye ese elemento que posibilita adquirir la sabiduría innata de la Torá, pues, como afirma el Talmud, en el tratado Meguilá (18a): “La bendición del Creador es la paz, como afirma el versículo: “…El Eterno dará fuerza a Su pueblo, el Eterno bendecirá a Su pueblo con la paz…” (Salmos 29:11)”, y como expresa el Talmud, en el tratado Taanit (24b): “Todo tiempo en que la paz no exista la bendición del Todopoderoso no puede recaer” ya que como expresa el Talmud, en el tratado Oktzín (3:12): “no existe un recipiente más propicio para recibir la bendición del Creador que la paz”.
 
 
– Editado y Extraído de “Sedienta Está Mi Alma de Ti” por Rab Daniel Domb –
 
(Con la amable autorización de www.Torá.org.ar)

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