La Charla Semanal – Lej Leja

Las buenas acciones merecen ser bien retribuidas. Hay una acción mencionada en la…

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Rabino Mordejai Kamenetzky

Posteado en 05.04.21

Las buenas acciones merecen ser bien retribuidas. Hay una acción mencionada en la…

Llamada de larga distancia
 
Las buenas acciones merecen ser bien retribuidas. Hay una acción mencionada en la porción de esta semana que a quedado disimulada en el anonimato y su recompensa sólo fue pagada casi 500 años más tarde.
 
La Torá nos cuenta sobre una guerra que tuvo lugar en la época de Avram (Abraham, antes que su nombre sea cambiado). Lot, el sobrino de Avram fue capturado. La Torá nos dice “Entonces vino un fugitivo que le dijo a Abram el Ivri, que moró en las llanuras de Mamre” (Génesis 14:13). Este versículo no menciona el nombre del fugitivo y ni siquiera dice cual era su mensaje. El siguiente versículo, de forma aparentemente desarticulada, nos dice, “Y Abram se entero que su pariente fue capturado, y armó a sus discípulos que habían nacido en su casa – trescientos dieciocho – y los persiguió tan lejos como Dan” (Ibíd. v.14). El Midrash nos dice que el fugitivo era Og, un gigante que escapó a los ataques de otros gigantes. Og informó a Avram que su sobrino estaba vivo, pero era prisionero.
 
Las intenciones de Og no fueron buenas…. pues se imaginó que Avram trataría de liberar a Lot y caería muerto en el combate. Og entonces se casaría con Sarai (Sarah, antes de que su nombre sea cambiado). Por haberle dado esta información, Og recibe una recompensa aparentemente desproporcionada: no sólo longevidad, pues Og vivió otros 470 años más, sino que además Moshe tuvo miedo que por el mérito de esta acción, Og lo derrote antes de entrar a la tierra de Canaán.
 
El Rab Berel Zisman, uno de lo pocos que quedaron de la ilustre genealogía de la familia de Lubavitch, paso parte de la Segunda Guerra Mundial en un campo de concentración en Munich. Después de la guerra, le fue permitida la entrada a los Estados Unidos, pero tuvo que esperar en el pueblo de Bremerhaven unas seis semanas antes de poder viajar. Durante ese tiempo viajo a Bergen-Belsen, uno de los campos de concentración mas grandes, para visitar a un primo que aun estaba allí. Luego de la guerra, Bergen-Belsen fue utilizado como lugar donde refugiados podían dormir. Docenas de internos le dieron a él los nombres de seres queridos que ya habian viajado a Estados Unidos para avisarles de sus paraderos. Berel tomó esos mensajes. Uno decía: “Para Sam Finkel de Abraham Gorecki: Estoy vivo y recuperándome. Por favor trata de garantizar empleo para poder entrar a los EEUU”. Otra tarjeta era para Jacob Kamenecki de una sobrina de Minsk. “Por favor sepa que sobreviví la guerra y volveré a Minsk”…
 
Lleno de listas de nombres y algunas direcciones, Berel llegó a los EEUU donde se convirtió en un estudiante de la Yeshivá de Lubavitch en Crown Heights. No sabiendo inglés, a su llegada Berel le pidió a un primo que lo ayude con las direcciones postales. Y asi a cada uno escribió un mensaje en Yidish “Mi nombre es Berel Zisman. Acabo de llegar de Europa – y tengo saludos afectuosos de “fulano” que le dice que “____” (y asi completaba en el espacio vacío el mensaje de cada uno). “Para más información, puedo ser contactado en la Yeshivá de Lubavitch en Crown Heights, esquina de Bedford y Dean”.
 
El Rab Zisman no sabe realmente cuántas personas recibieron sus cartas, pero una persona que vivió en un apartamento de la calle Hewes Street definitivamente la recibió. Cuando el Rab Jacob Kamenecki, uno de los más grandes sabios de Estados Unidos fue a la Yeshivá de Lubavitch buscando a Berel Zisman, un refugiado de la guerra que había llegado a la Yeshivá sólo una semana atrás, nadie supo por qué quería verlo a Berel.
 
Lo llamaron a Berel para que salga de la sala de estudios y se encontró con un anciano. Berel lo puso al tanto acerca del estado de su pariente, y regresó rápido a estudiar. Cuando el joven regresó a su asiento, nadie podía creer lo que habia sucedido. La gente le pregunto “¿Sabes quien es ese hombre? ¡Es nada menos que el Rosh Yeshivá de Torá VaDáat!”. Berel se estremeció, no lo podía creer. Se sintió mal de haber hecho venir a semejante sabio de la Torá hasta la Yeshivá. Unos días mas tarde, Berel fue en búsqueda del Rab Yaakov para disculparse: “Rebe, por favor perdóneme, no tuve intención de hacerlo venir a mí para obtener el mensaje. ¡Si hubiera sabido quién usted era, habría ido a su casa para darle la información en persona!”.
 
Reb Yaakov estaba asombrado. Se negó a aceptar las disculpas. “¡Di-s libre! No se da cuenta qué tipo de alegría tengo al saber de la supervivencia de mi familia. Vine a usted, no sólo para oír las noticias, sino también para agradecerle, en persona, por haberme dado estas noticias”.
 
Imagine ahora: Avram tenía casi 80 años y no tenia descendientes. El único pariente de la familia de su padre – al menos que sepamos haya seguido el mismo camino que Avram – fue Lot. Cuando Og le dio la noticia del paradero de Lot, reavivo la esperanza de Avram. Quizá su gratitud hacia Og fue excesiva. Y aunque Og dijo una cosa, y Avram oyó otra… – la recompensa por la tranquilidad que le dio a Avram fue asombrosamente poderosa.
 
A menudo menospreciamos ciertas pequeñas acciones. La Torá nos cuenta esta semana, en una historia cuyo final conoceremos cinco libros y casi cuatrocientos años más tarde, que las pequeñas cosas pueden tener enormes recompensas.
 
 
– Dedicado por Marcos y Deedee Honigsfeld en memoria de Joseph Gross – Yoseph y Bluma Honigsfeld, Bluma bas Shlomo Chaim y por Linda y Sheldon Pfeffer en memoria de Benjamin Levine – Binyamin Ben Zvi Hirsh –
 
 (Gentileza de www.Torá.org.ar)

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