Una respuesta increíble

En cierta ocasión, fue a ver al Rabino Auerbach una mujer muy piadosa que hacía ya muchos años que estaba casada y todavía no tenía hijos. Llorando, la mujer le contó al rabino que los médicos que había consultado le habían asegurado que nunca iba a poder ser madre. Sumamente alterada, la mujer le contó al rabino el terrible sufrimiento que había soportado todos aquellos años tan difíciles. La pobre mujer no podía dejar de llorar. Al cabo de unos minutos, una vez que se calmó un poco, la mujer le preguntó al rabino por qué, si ella había rezado tanto durante tanto tiempo, el Creador no respondía a sus plegarias y no le daba hijos.

El rabino la escuchó con atención y le respondió con tono firme: “Yo entiendo perfectamente tu dolor y tu sufrimiento, pero el Creador no está obligado a darte hijos ni ninguna otra cosa. ¿Por qué sientes que Él te debe algo? ¿Dónde está escrito que el Creador está obligado a darte hijos? ¿Dónde está escrito que Él está obligado a darte un marido, un techo, comida y salud? ¡El Creador no está obligado a darte absolutamente nada!”.

La mujer se estremeció al oír semejante respuesta. Ella esperaba recibir palabras de aliento, de fortalecimiento espiritual o de consuelo, o que el rabino le prometiera que iba a rezar por ella o le diera una bendición, pero de ninguna manera se esperaba una respuesta tan firme y tan energética. La mujer se dirigió rumbo a la puerta llorando, consciente de que aparentemente se trataba de un decreto Divino que ella no iba a poder tener hijos y que debía aceptarlo con amor.

A primera vista, este relato evoca emociones muy fuertes. ¿Por qué el rabino le respondió a la pobre mujer de esa manera? Vemos que se trataba de una pobre mujer que sentía una tremenda angustia por el hecho de no poder ser madre. ¿Acaso no debería haberle respondido con suavidad, con palabras de aliento? Incluso el Patriarca Jacob, que constituye la perfección de entre los tres patriarcas, es criticado por nuestros Sabios por haberle respondido a Rajel con palabras duras a pesar de que él le dijo la pura verdad. Entonces ¿por qué este gran rabino no tuvo más sensibilidad con esta pobre mujer?

No obstante, yo sabía que este tzadik, que era una persona de tan excelsos rasgos de carácter, no respondió con enojo o con insensibilidad. ¡Al contrario! Debido a que era una persona tan sensible, él sintió mucha compasión por aquella pobre mujer y precisamente debido a que él sabía por qué sus plegarias no habían sido respondidas, no tuvo otra alternativa más que estremecerla, para que tuviera el mérito de aceptar con amor lo que Hashem había decretado para ella y de ese modo pudiera tener el mérito de recibir la salvación que tanto anhelaba.