Vaiakhel – Inmensas Pruebas

Por ser que los Preceptos relacionados con el prójimo son tan elevados, la Mala Inclinación se ocupa de hacerlos a un lado… 

No se pierde nunca
 
No es un secreto para nadie que, a cada segundo, cada uno de nosotros atraviesa pruebas inmensas, especialmente en lo concerniente a la conducta que debemos tener en nuestra relación con el prójimo. 
 
Estoy seguro de no equivocarme si digo que por ser que los Preceptos relacionados con el prójimo son tan elevados por un lado, tan frecuentes por el otro y además son una muestra clara de nuestras cualidades o de la falta de ellas, la Mala Inclinación se ocupa de hacerlos a un lado, para que los pasemos por alto.

     
El protagonista de nuestra historia, a quien llamaremos Yejiel, es un joven de 24 años, de una buena Yeshivá, querido por todos, que llegó a la edad de formar su propia familia.    
 

Su buen nombre lo acompañaba y sus padres no se conformarían con cualquier cosa.
 
Ellos pretendían una joven de buena familia y esta condición irrevocable llegó hasta las oficinas de los casamenteros…

"Él viene de una buena casa, una buena familia; por lo tanto, en ese sentido no haremos concesiones, nosotros queremos una familia igual a la nuestra", aclaraba su madre a todo quien quisiera escucharla.
 
Esta vez, se estipularía desde un principio que los padres de la novia pagarían un año de alquiler, y por supuesto la mitad de la boda. Y en el futuro se haría un esfuerzo compartido para comprar un departamento para la nueva pareja.

El intermediario en la búsqueda de pareja, a quien llamaremos Yankel, estaba más que satisfecho con el acuerdo al que habían arribado las familias. 
 
Comenzaron los encuentros entre los jóvenes y al término de uno de ellos, fueron notificadas las partes – "¡Mazal Tov! ¡Felicidades!". La pareja tiene deseos de construir un nuevo hogar dentro del pueblo de Israel.
 
Tras una breve consulta con los padres de la novia, Yankel comprendió que estaban interesados en hacer un Vort (formalización del noviazgo) como es costumbre, pero el abuelo de la novia, que vive en Estados Unidos, tiene muchos deseos de compartir ese momento con ellos y pide encarecidamente que se retrase la reunión diez días.
 
"El abuelo de América – explicó el papá de la novia – es un hombre acaudalado que ama enormemente a su nieta; ella es todo su mundo… pero en este momento está en medio de un tratamiento médico y es muy importante que lo esperemos".

Así se lo transmitió Yankel a la familia del novio, quienes estuvieron de acuerdo en esperar a que llegara aquel día tan emocionante.

Transcurridos los diez días, se organizó el Vort en casa de los padres de la novia, y como es costumbre en las buenas familias, se preparó un importante banquete.
 
La familia de Yejiel se adelantó y le dijeron que llegara un rato más tarde.

"Por favor, haz lo posible por llegar puntualmente a las ocho, como nos pidieron", le dijo el padre. 

El novio salió de la casa de sus padres a las siete, vistiendo un traje nuevo y una fina corbata. Estaba muy emocionado. El remís lo estaba esperando. El viaje no debería demorarse más de 35 minutos.
 
"Tengo tiempo de sobra", pensó.
 
Un atascamiento en el tránsito a la entrada de la ciudad lo retrasó, pero fue un atraso razonable de quince minutos. Otra demora de quince minutos y Yejiel comenzó a tensionarse.

Al llegar al centro de la ciudad se destrabó el tránsito y él le dio instrucciones al chofer para que se apurara lo más posible.
 
Al acercarse a la terminal de ómnibus, observó a un hombre mayor haciendo señas para que lo llevaran. El semáforo encendió la luz roja y Yejiel le pidió al chofer que se detuviera cerca del hombre. 

"Debo llegar a la calle Dekalim 27; si no es molestia y si te queda de camino, te agradecería que me alcances hasta la dirección exacta – le pidió el hombre – ya que me es muy difícil caminar".

"Seguro", respondió Yejiel y abrió la puerta invitando al hombre a subir al auto.
 
Luego de siete minutos de viaje, el conductor trató de doblar a la derecha, pero un gran cartel se lo impidió: "La calle Dekalim está cerrada al tránsito por trabajos de la Municipalidad". 

"Uy – murmuró Yejiel – esto llevará tiempo, ya es tarde. Baje aquí – le pidió al hombre – camine hacia la derecha, y después de cien metros, encontrará la entrada a la calle Dekalim; no tendrá mucho que caminar; le pido disculpas pero no se puede pasar por aquí".

"Lo siento, pero te ruego que me lleves hasta la dirección que te indiqué; te lo pedí expresamente y te expliqué que no puedo caminar. Es cierto, no tengo mucho para caminar, pero me cuesta mucho y además tú te comprometiste; si no lo hubieras hecho, hubiera tomado un taxi".

Yejiel sintió que el enojo lo inundaba… Por un lado su retraso y por otro, este contratiempo…

Los nervios le ganaron la partida y… no van a poder creerlo: ¡Yejiel le pidió al chofer que diera la vuelta y regresara a la terminal de ómnibus!

"Disculpe, pero aquí lo devuelvo justamente al lugar de partida; ahora tome un taxi y vaya donde quiera".
 
Yejiel llegó con atraso al Vort y fue recibido con muchos besos y abrazos. La mesa estaba preparada con delicias, pero el plato principal todavía no había sido servido.
 
"¿A quién esperamos?", preguntó.

"Esperamos al abuelo de tu novia, que acaba de llegar de América”, respondió el papá de Raizi. “Debe estar por llegar de un momento a otro y pidió que no comenzáramos sin él.

Después de cuarenta minutos, golpean a la puerta y al abrirse aparece un anciano sonriente.

“¡Bienvenido papá!”. “¡Hola, abuelo!”, exclamaron los familiares de la novia.

"Les pido disculpas por la demora". Después se dirigió a Raizi, su nieta y le dijo:

"Felicidades, escuché que tuviste el mérito de encontrar un novio estudioso. Me contaron que es muy aplicado y que le encanta hacer favores y que tiene buen corazón. Quiero que sepas que, con la ayuda de HaShem, el próximo año yo les compraré un departamento nuevo, una vez que termine el contrato de alquiler…".

"Abuelo, te presento a mi novio".
 
El ´abuelo de América´ observó al novio de Raizi y el desprecio y la angustia se reflejó en su rostro.

Yejiel empalideció hasta la raíz de sus cabellos.

No hace falta que digamos más nada. Este novio fue quien llevó al abuelo y lo devolvió a la terminal de ómnibus con enojo e impaciencia.

"¡Siendo yo quien paga, he decidido que no habrá casamiento!".
 
Fue así como se derrumbó este contrato matrimonial y silenciosamente la familia, que había llegado esperanzada, bajó por las escaleras, desilusionada y avergonzada, especialmente el novio…

Una historia difícil de digerir… y mucho más de escribir. Pero está dirigida a quienes nos reclaman que no es posible que la mayoría de las historias tengan ´final feliz´.

De todas formas, es posible considerar que tiene un final feliz, si podemos tomar de ella una enseñanza.
 
Esta Parashá nos cuenta que el pueblo terminó con la construcción del Mishkán.

El Midrash (Yalkut Shimoni) dice que la Torá nos enseña que al concluir los trabajos, de todos los obreros que intervinieron, ninguno falleció, ninguno se enfermó y tampoco se rompió ninguna herramienta.
 
Una de las enseñanzas más importantes que debemos aprender es que por el cumplimiento de una Mitzvá (Precepto), uno nunca pierde.

Cuántas excusas utilizamos para explicar por qué no hacemos tal Mitzvá… la más frecuente es que de realizarla, nos veremos perjudicados.
 
Nos enseña el Midrash que todos los que se ocuparon de la Mitzvá no sólo no se enfermaron, sino que no sufrieron ni el más mínimo daño.

Nunca podemos saber si las dificultades que se nos presentan para el cumplimiento de una Mitzvá, en definitiva, no serán el origen de nuestra salvación y regocijo.
 
 
– Extraído y Editado por Maor Hashabat, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanús, Argentina. Editor responsable: Eliahu Saiegh–
 
(Gentileza de www.tora.org.ar)