Acabar con la idolatría – Reé

Como condición para heredar y conservar la Tierra de Israel, Dios ordenó que se destruyera toda la idolatría.

“Destruyan todos los lugares donde las naciones que están expulsando adoran a sus dioses… Deben derribar sus altares, romper sus pilares sagrados, quemar sus árboles de Asherá y cortar las estatuas de sus dioses. Borrarás sus nombres de ese lugar” (Deuteronomio 12:2-3)

La Torá subraya que esta obligación de destruir los artefactos idolátricos se da principalmente en “Eretz Israel”. Como comentaron los Sabios:

“’Borrarás sus nombres de ese lugar’ – en la Tierra de Israel se te ordena perseguir la idolatría (hasta erradicarla totalmente), pero no fuera de la tierra” (Sifri; véase Maimónides, Leyes de la Idolatría 7:2)

La idolatría es claramente la antítesis del mensaje monoteísta del judaísmo. El imperativo de luchar contra la idolatría no debe limitarse a un lugar concreto. ¿Por qué la Torá relaciona la erradicación de la idolatría con el hecho de vivir en la Tierra de Israel?

El monoteísmo frente a la idolatría

El conflicto entre el monoteísmo y la idolatría es un conflicto entre dos visiones fundamentales del mundo. La idolatría ve el mundo dividido y fragmentado. En esta sombría visión del mundo, el materialismo pesa más que lo espiritual, y el propósito de la vida se reduce a la satisfacción de los deseos físicos.

El monoteísmo, en cambio, enseña que el mundo tiene una unidad subyacente. A medida que se fortalece nuestro sentido de armonía y totalidad universal, aumentan nuestros anhelos espirituales y todas nuestras refinadas aspiraciones adquieren mayor importancia. El mundo avanza y crece en iluminación.

La Tierra de Israel y el monoteísmo

Según los Sabios, “El propio aire de la Tierra de Israel lo hace a uno sabio” (Baba Batra 158b). La atmósfera especial de la Tierra nos ayuda a sentir el fundamento unificado del mundo. La Tierra de Israel está ligada a la vida espiritual especial del pueblo judío. “Eretz Israel” está intrínsecamente ligada a la perspectiva de la Torá, cuyo núcleo es la verdad interior de una realidad unida. Por esta razón, la completa eliminación de la idolatría es especialmente pertinente para la Tierra de Israel.

Fuera de la Tierra de Israel, la visión armoniosa de un mundo unificado no puede revelarse verdaderamente. Una visión fragmentada del mundo, que enfatiza la división y el aislamiento, reina de manera abrumadora. Todos los aspectos de la vida están impregnados de una sombría sensación de extrañeza existencial. Cualquier intento de reconocer la unidad oculta del mundo se ve obstaculizado por la “impureza de las tierras de las naciones”. Las tierras fuera de Israel están impregnadas del hedor de la idolatría. Como escribieron los Sabios, “los judíos que viven fuera de la Tierra son adoradores de ídolos en pureza (sin intención)” (Avoda Zara 8a).

Esta distinción se expresa también en la diferencia entre la Torá de “Eretz Israel” y la Torá del Exilio. La Torá de fuera de la Tierra se destaca por sus argumentos detallados y su sutil pilpul. Esto refleja el sentimiento general de división que se siente allí (véase Sanedrín 24a). La Torá de la Tierra de Israel, en cambio, es una sabiduría iluminada, que conecta los detalles con sus principios morales rectores. “No hay Torá como la Torá de la Tierra de Israel” (Bereshit Rabá 16:7).

La única manera de salvarse de la desgracia de la idolatría es residir en la Tierra de Israel. La Torá establece explícitamente la conexión entre vivir en la Tierra y la fe monoteísta: “Para daros la Tierra de Canaán, para ser vuestro Dios” (Levítico 25:38).