Las letras pequeñas – Vaielej

Así como el rabino exigió a Yosele que leyera su propia Ketuba para que no pudiera eludir la responsabilidad de adherirse a sus términos, todos nosotros estamos obligados a...

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 29.09.22

Así que ahora, escriban esta canción para ustedes (Devarim 31:19).

Nuestros Sabios deducen del pasaje anterior que a cada judío se le ordena escribir un rollo de la Torá. Con la ayuda de Hashem, la siguiente parábola nos ayudará a entender la razón de ser de este precepto:

Yosele era el muchacho más travieso de todo el municipio de Ulanov. Siempre estaba metido en todos los líos de la zona. En tercer grado de la escuela primaria, ya estaba en la lista negra de todos los colegios en un radio de ocho kilómetros. Yosele no era un chico malo, pero tenía hormigas en el asiento de los pantalones: no podía quedarse quieto ni tres segundos.

El rabino del pueblo era un erudito con una extraña visión de la naturaleza humana. Cuando se acercó el Bar Mitzva de Yosele, el rabino dispuso que este se convirtiera en aprendiz de Jaim Yankel, el herrero local con los antebrazos del tamaño de un mazo.

El aspecto macizo y poderoso de Jaim Yankel era engañoso, pues en realidad era un humilde erudito de notable piedad que dedicaba cada minuto libre a la Torá y a la oración. Incluso mientras herraba un caballo o arreglaba los radios de un carro, Jaim Yankel recitaba Tehillim o Mishnaiot de memoria.

La herrería era la solución perfecta para Yosele. Le asombraba la forma en que Jaim Yankel manejaba los enormes caballos de tiro, el martillo y la fragua. El trabajo agotador canalizaba todas las energías de Yosele hacia un modo productivo. Yosele siempre estaba al lado de Jaim Yankel, y empezó a acompañarlo también a los servicios públicos de oración diarios. En poco tiempo, Yosele aprendió el Jumash y las Mishnaiot con su jefe en la hora del almuerzo. A los dieciocho años, Yosele se había convertido en un joven “kosher” listo para casarse.

El casamentero local encontró la pareja perfecta para Yosele: la hija de Mei’ke, el chofer de carretas. Meirke no tenía mucho dinero ni posición social, por lo que estaba más que satisfecho de conseguir a Yosele, un joven observador con una habilidad y un medio de vida. Yosele, ahora experto en caballos y carros, decidió dejar el agotador trabajo de la herrería y unirse a su nuevo suegro como chofer con un caballo y un carro propios.

El rabino sabía que Yosele estaba bien bajo la atenta mirada de Jaim Yankel. Sin embargo, tenía sus reservas sobre el comportamiento de Yosele como hombre casado que viajaba por el campo. Bajo la jupá, cuando llegó el momento de leer la Ketuba, o contrato matrimonial – honor normalmente reservado a uno de los eruditos locales-, el rabino se dirigió a Yosele, el novio, y ante el asombro de todos dijo: “¡El novio leerá ahora la Ketuba -en voz alta- palabra por palabra!”.

Sin más remedio, Yosele leyó la ketuba mientras el rabino traducía cada palabra del arameo a la lengua vernácula yidish. Yosele leyó Ve-eflaj, y el rabino gritó: “¡Trabajarás para tu esposa!”. Yosele leyó Ve-okir, y el rabino exclamó: “¡Apreciarás a tu mujer!” Yosele leyó va-efarnes, y el rabino gritó: “¡Proveerás el sustento a tu mujer!”. 

Una vez terminada la lectura, el rabino mojó su pluma de ganso en un diminuto tintero de bolsillo y se la puso a Yosele en la mano: “Firma aquí”, sonrió el rabino. “Tú mismo has leído la Ketuba en voz alta y clara delante de todos; ¡no puedes quejarte de que no sabías lo que está escrito en la letra pequeña! Esperamos que seas un buen marido, Yosele”.

Hashem nos exige a todos y cada uno de nosotros que escribamos nuestro propio rollo de la Torá, pues eso requiere que nos familiaricemos con las obligaciones que están escritas en su interior. Y así como el rabino le exigió a Yosele que leyera su propia Ketuba para que después no pudiera eludir la responsabilidad de adherirse a sus términos, a nosotros también se nos exige que escribamos, leamos, estudiemos y difundamos la Torá para que no podamos alegar ignorancia de lo que está escrito en su interior. De la misma manera, Rabi Najman de Breslev requiere que cada uno de nosotros haga todo lo posible para imprimir, distribuir y aprender sus santos escritos, ya que promete que aquellos que aprenden sus escritos no sólo tendrán el mérito de hacer teshuva, sino que acelerarán la plena redención de nuestro pueblo, pronto y en nuestros días, amén.

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