Masaéi – La Prueba Antes del Ascenso

En cada parada, uno asciende al siguiente nivel. No obstante, antes del ascenso en sí, pasamos por una prueba.

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Simcha Benyosef

Posteado en 05.04.21

En cada parada, uno asciende al siguiente nivel. No obstante, antes del ascenso en sí, pasamos por una prueba.
 

La prueba antes del ascenso

 

La lectura de la Torá con la que finaliza el libro de Números, Masaéi (Viajes) siempre se lee durante los Días de Aflicción, las tres semanas entre el 17 del mes hebreo de Tamuz y el 9 del mes de Av.
 
La Parashá Masaéi comienza así:
 
Éstos son los viajes de los israelitas, quienes habían salido de Egipto en grupos organizados bajo el liderazgo de Moisés y Aarón. Moisés recordó sus paradas por el camino, por orden del Eterno. Éstas fueron sus paradas por el camino:
 
Los cuarenta y tres versículos siguientes enumeran los nombres de todos los lugares donde acamparon los hijos de Israel en camino a Tierra Santa. ¿Cuál es la importancia de estas cuarenta y dos paradas que merecieron ser mencionadas en la Torá?

Según el Midrash, cada parada constituyó un paso más hacia la santidad, un hito extremadamente valioso para el Creador. En tal calidad, fueron inmortalizadas como preciosos recuerdos para las generaciones venideras.
 
El Arí enseña que con cada peldaño que ascendemos en la escalinata espiritual, no agregamos más a la estructura preexistente, sino que comenzamos a edificar un proyecto totalmente nuevo. El Maharal de Praga ilustra este patrón de progresión, recordándonos que el futuro Redentor de Israel nacerá en el fatídico 9 de Av.
 
El Maharal explica que la luz del Mesías no es una continuación de la que irradiaba el Templo, sino que, más bien, es una nueva forma de energía Divina que Di-s dirigirá hacia nosotros. De aquí que esta nueva iluminación no podrá engendrase en tanto el Templo permaneciera en pie: la Luz del Mesías sólo podría comenzar a resplandecer después de extinguirse su predecesora. Igualmente quien posee un edificio viejo no puede erigir un palacio en su lugar a menos que la estructura previa haya sido retirada del sitio.
 
Por ello, Israel se compara con la luna. Cuando la luz de la luna llega a su apogeo, debe por fuerza debilitarse hasta desaparecer antes de recibir la luz renovada del siguiente mes. El servicio divino que Israel debe cumplir obedece a una naturaleza similar. En el camino hacia la redención, nuestra labor consiste en construir una sucesión de estructuras en el mismo sitio. De ahí que cada una de nuestras estructuras deba ser destruida antes de iniciar una nueva. Así, cada estructura supera a su predecesora en complejidad y belleza.
 
Cada una de las cuarenta y dos paradas en el largo periplo de Israel hacia la Tierra Santa representó un peldaño de ascenso hacia un nivel superior de cercanía a Di-s. En consecuencia, debían desplegarse redoblados esfuerzos para subir cada peldaño. Una vez finalizado con éxito cada viaje, el pueblo sintió una tangible pérdida de conciencia de lo Divino. Esto permitió a su vez que el flujo renovado de luz Divina inundara la oscuridad. Algunos incidentes que ocurrieron como resultado del ocultamiento de la Presencia Divina se registran en forma explícita o implícita en el listado de paradas.
 
[Ellos] acamparon en Refidim, donde no hubo agua para que bebiera el pueblo… Partieron del desierto de Sinai y acamparon en las Tumbas del Deseo… Aarón ascendió al Monte Hor por orden del Eterno y allí murió.
 
La Torá nos presenta aquí un patrón de conducta para todos los judíos para toda la eternidad. Cada integrante de Israel debe completar con éxito cuarenta y dos pruebas similares en el mundo físico. Desde que nace hasta que Le regresa el alma a su Creador, el judío vive diversos ascensos y descensos de distinta intensidad, iluminación seguida de oscuridad, cada cual ofreciéndole una forma peculiar de crecimiento capaz de ser alcanzado a partir de un punto de ocultamiento que le precede.

En cada parada, uno asciende al siguiente nivel. No obstante, antes del ascenso en sí, pasamos por una prueba. Al reflejar nuestra total confianza en Di-s durante una "travesía desértica", demostramos ser merecedores de ascender.
En el libro de Salmos, el Rey David cantpo su propia travesía espiritual. Varado en el desierto de Judea, huyendo de sus enemigos y en un nivel bajo de conciencia de Di-s, David compuso uno de sus Salmos más emotivos:

Un cántico de David,
Cuando se encontraba en el desierto de Yehudá.
Oh Di-s, Tú eres mi Di-s,
Te buscaré, sedienta por Ti está mi alma,
Te anhela a Ti mi carne;
En una tierra estéril
Y cansada, sin agua.
Así Te he contemplado en el Santuario;
Para observar Tu poderío y Tu gloria.
 
Antes de ascender a un nuevo nivel, la luz que nos ayudó a subir al nivel anterior queda opacada. Sin embargo, aunque sintamos que estamos nuevamente construyendo desde cero, en realidad estamos agregando altura al edificio que hemos estado erigiendo desde que fuimos creados. Mientras más crecemos, más se espera de nosotros, con lo cual ciertos patrones de conducta que habrían sido dignos de elogio en una estructura inferior ahora pueden hacernos incurrir en el desagrado de Di-s.
 
Ahora podemos entender por qué debemos pasar por los Días de Aflicción antes de recibir una nueva luz en el mes de Tishréi. Las tragedias que ha sufrido Israel durante los Días de Aflicción les han dado a estas tres semanas una impronta desértica, evocando así los viajes de los israelitas en el Sinaí. Nuestros esfuerzos por mantener una fe radiante durante estas difíciles semanas forman los cimientos de las metas que nos fijamos en Elul. Un vistazo al pasado nos indica que este tiempo de sufrimiento tiene por objeto ayudar a Israel a remontar el vuelo hacia alturas incluso superiores. 
 
Durante la era del Primer Templo, Israel aún no había aceptado cabalmente la Torá Oral. Fue sólo después de la destrucción del Templo, el nueve de Av, que asumieron gustosos este nuevo yugo sobre sí mismos: el estudio de la Torá Oral durante la época del Segundo Templo. Empero, para que la luz de la futura redención comenzara a brillar, esa luz que entonces refulgía sobre Israel debía ser apagada. De ahí que el Mesías ha de nacer el mismo día que lamentamos la destrucción del Segundo Templo.
 

Por eso, los Sabios decretaron que la porción de Masaéi fuera leída durante estas difíciles semanas, para recordarnos que sólo podemos avanzar "por orden del Eterno". Nuestra conciencia de que Di-s nos guía constantemente es capaz de atraer una luz nueva sobre nosotros para iluminar cada paso que damos.

Otro ejemplo de este patrón de crecimiento lo representan los veintiún días de Aflicción, a los que siguen muy pronto los veintiún días desde Rosh HaShana hasta Hoshana Rabá, cuando recibimos nuestra sentencia definitiva para el año entrante. En conjunto ambos periodos totalizan cuarenta y dos días, el número de paradas en el viaje de Israel hacia Tierra Santa, demostrando que la esencia de los días de oscuridad es idéntica a los de los días de luz.
 
Los cuarenta y dos días eslabonan el año anterior con el año en ciernes. Finalizan en Sheminí Atzeret, cuando nos unimos a nuestro Amado en la unificación espiritual más intensa del año. Veintiuno es el valor numérico de Ehyé, el nombre Divino que alude a luz de la Corona y la luz renovada con que se imbuye el año entrante. También el valor numérico de la palabra aj, con la que comienza el Salmo: "Aj, Ciertamente, Di-s es Bueno con Israel" ciertamente constituye una indicación adicional de que ambos conjuntos de veintiún días son igualmente provechosos para Israel.

 
 
– Extraído de Cabalá: espiritualidad autentica para nuestros tiempos. Por Simcha Benyosef –
 
 (Gentileza de www.Torá.org.ar)
 
  
 

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