Todo depende del esfuerzo – Vaieji

Los padres judíos bendicen a sus hijas para que sean como nuestras santas matriarcas. Sin embargo, bendicen a sus hijos para que sean como Efraim y Menashé; ¿por qué a ellos en particular?  

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 02.01.23

“Y los bendijo aquel día, diciendo: Por vosotros bendecirá Israel. Diciendo: Que el Señor os haga como Efraim y Menashé’ – y puso a Efraim delante de Menashé…” (Génesis 48:20).

El viernes a la noche, al volver a casa de la sinagoga, los judíos tienen la bella costumbre de bendecir a sus hijos. Bendecimos a nuestras hijas así: “Que Hashem te haga como Sara, Rivka, Rajel y Lea”. Así como bendecimos a nuestras hijas para que sean como nuestras santas matriarcas, uno pensaría que tendríamos que bendecir a nuestros hijos para que sean como los santos patriarcas: Abraham, Isaac y Jacob… ¿no?Sorprendentemente, no es así. Bendecimos a nuestros hijos como nos dijo nuestro antepasado Jacob y decimos: “Que el Señor os haga como Efraim y Menashe”. ¿Por qué? ¿Cuál es el significado de bendecir a los jóvnees para que sean como Efraim y Menashe?

La característica más notable de Efraim y Menashe es que, a pesar de ser los únicos niños hebreos en Egipto, el centro mundial de la brujería y la promiscuidad, se criaron como tzadikim – justos, indemnes a su entorno espiritualmente devastador. Jacob vio que sus dos nietos seguían los pasos de su padre Yosef el Tzadik. Vio que crecían en santidad. En su tremendo espíritu profético, Jacob sabía que su descendencia se enfrentaría a retos muy difíciles en tierras extrañas antes de la llegada de Mashíaj y el retorno de los exiliados, que sea pronto, amén. Jacob sabía que las pruebas de supervivencia espiritual serían aún más difíciles que los pogromos y holocaustos que amenazarían la supervivencia física a lo largo de nuestra historia de exilio. Si no me equivoco, esa es la razón principal por la que Iaakov quería que bendijéramos a nuestros hijos para que fueran como Efraim y Menashe — para que tuvieran la fortaleza moral de seguir los mandamientos de Hashem y resistir tanto las benévolas tentaciones de asimilación de un extremo, como los tiránicos intentos mortíferos de separarlos de Hashem y Su Torá del otro extremo.

La pregunta sigue siendo, ¿por qué se menciona a Efraim antes que a Menashé en la bendición? Menashe era el primogénito, y por derecho, debería haber sido mencionado primero.

En la Halajá, el primogénito tiene privilegios especiales: los hermanos menores deben respetarlo y recibe una parte doble de la herencia familiar. Como tal, el primogénito simboliza a alguien que tiene ventajas desde su nacimiento.

A través del ejemplo de Efraim y Menashé, la Torá transmite un mensaje importante: las ventajas de nacimiento, como el pedigrí de sangre azul y la elevada inteligencia natural, no aseguran el éxito en la espiritualidad judía, ni en la Torá ni en el servicio a Hashem. El esfuerzo es la escalera que eleva a la persona en su ascenso espiritual. Por ejemplo, uno puede subir por una escalera mecánica hasta el segundo piso, pero si alguien sube los escalones corriendo de dos en dos y de tres en tres, llegará arriba más rápido que la persona de la escalera mecánica. Está claro que las ventajas del nacimiento son como una escalera mecánica. El hijo de un Rosh Yeshiva que crece en un hogar inmerso en la Torá definitivamente tiene una ventaja de nacimiento. Pero a menos que dedique un esfuerzo concertado a sus estudios de Torá, su ventaja carecerá de sentido. El hijo espiritualmente hambriento de un carnicero o un repartidor de basura que está dispuesto a invertir días y noches a la Torá mientras se abstiene de todo tipo de pasatiempos intrascendentes que le roban el tiempo puede eclipsar a sus compañeros, incluso a los de los hogares de sangre azul. Lo que cuenta es el esfuerzo.

Nuestros sabios nos cuentan que, mientras Menashe se dedicaba a asuntos políticos en la corte de su padre, Efraim fue a Goshen a estudiar Torá con su abuelo Jacob. A pesar de la relativa ventaja de Menashe desde su nacimiento, Efraim lo superó. Ambos eran jóvenes muy prometedores, pero Efraim obtuvo ventaja espiritual en virtud de sus esfuerzos. En lugar de ocuparse de asuntos políticos y diplomáticos como Menashe, Efraim eligió dedicarse a la Torá y destacó hasta el punto de aventajar a su hermano.

A la luz de lo dicho, la Torá le dice a cada joven judío -y se lo recuerda cada viernes a la noche- que no es la ventaja de nacimiento lo que hace grande a una persona sino el esfuerzo que está dispuesto a invertir. Cada vez que bendecimos a nuestros hijos, les estamos recordando que deben ser como Efraim y Menashé. No importa si eres el desvalido; sólo importa lo que hagas contigo mismo. Cualquiera -incluso el más desfavorecido- puede lograr cualquier cosa con suficiente plegaria, dedicación y voluntad para hacer el esfuerzo necesario y no rendirse nunca.

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