
Acabar con las falsas filosofías
Desde el momento en que el Internet se empezó a difundir en todo el mundo, la tentación de mirar imágenes inapropiadas se ha vuelto cada vez más difícil.

Desde el momento en que el Internet se empezó a difundir en todo el mundo, la tentación de mirar imágenes inapropiadas se ha vuelto cada vez más difícil. Cualquier persona puede sentarse en la intimidad de su hogar y, mediante el uso de dispositivos tecnológicos no filtrados, mirar imágenes inmodestas e inmorales.
Este desafío se ha vuelto todavía más difícil con la ayuda de algunos profesionales en el campo de la salud mental, que, sin saberlo, están sirviendo como mensajeros de la Mala Inclinación, aconsejando a la gente que necesita satisfacer algunos de sus deseos para controlar sus peores impulsos lujuriosos. Básicamente, haz un poco para que no sientas la necesidad de hacer más. Por lo tanto, erróneamente propugnan que, al mirar estas imágenes, te quedarás lo suficientemente satisfecho como para no proceder según tus deseos más desviados.
Por lo tanto, es imperativo que tengamos en mente constantemente que es exactamente lo contrario. Tal como enseñaron nuestros Sabios (Sucá 52b), si alguien mata de hambre esos deseos, se saciará; por el contrario, si satisface esos impulsos, acabará deseando aún más. Cuando alguien intenta satisfacer esos deseos, inevitablemente alimentará una mayor sensación de hambre y un deseo incontrolable de más, y esta es la causa principal del creciente número de depresiones y demás problemas de salud mental en nuestros días. En cambio, cuando alguien supera sus deseos, o sea, cuando aprende a controlar sus impulsos, se sentirá “saciado”; tendrá una vida feliz y tranquila.
La idea que promueven algunas personas en el ámbito de la salud mental, respecto a que es saludable satisfacer los deseos e impulsos que uno tiene, no es un concepto completamente nuevo. Los griegos tenían la misma filosofía. De hecho, ellos construyeron grandes estadios donde bebían y celebraban hasta desinhibirse por completo. Digamos que se entregaban a sus deseos. Veían espectáculos promiscuos creyendo que era sano satisfacer sus deseos impulsivos.
Nuestros Sabios relatan una historia en la Guemara (Sanhedrin 75a) que tuvo lugar durante la época en la que gobernaban los griegos:
Había un hombre que estaba dominado por sus deseos. Anhelaba a una mujer con tanta intensidad que llegó a enfermarse de su anhelo. El hombre buscó ayuda médica y todos sus médicos y psicólogos afirmaron que sólo podría curarse sucumbiendo a este deseo. Pero los sabios de la Torá le dijeron que simplemente no podían permitirle violar las leyes de las relaciones ilícitas, ni siquiera a costa de su propia vida, porque es uno de los tres pecados más graves que no se pueden transgredir, aunque la propia vida esté en peligro.
Cuando los médicos oyeron que los Sabios no permitirían que el hombre pecara, cambiaron su consejo y volvieron con otra idea. Y le dijeron: “Podrás curarte y salvar tu vida si te entregas ligeramente a tus deseos”. Y le sugirieron que mirara a la mujer mientras estaba desnuda.
Sin embargo, los Sabios vieron el mensaje implícito detrás de este engaño y reconocieron instantáneamente que este era el consejo de los mensajeros de la Mala Inclinación. Y así le advirtieron al hombre: “¡Te está prohibido violar las salvaguardias de la santidad simplemente para satisfacer tus deseos! De hecho, ¡sólo te curarás cuando conquistes tu Mala Inclinación!”.
¿Qué le ocurrió finalmente a este individuo? Cuenta el Midrash (citado por Rashi en Sanedrín 31b) que los Sabios hablaron largo y tendido con él y lo instaron a considerar lo que estaba en peligro: su Olam Habá, su Mundo Venidero, a cambio de satisfacer un deseo fugaz en este mundo cuyo placer era meramente temporal. El hombre reflexionó y decidió que superaría ese deseo. Al final, se curó y se convirtió en un Baal Teshuva. Con el tiempo se convirtió en uno de los principales eruditos de la Torá de su generación. Era el Amorá conocido en la Guemará como “Mar Ukba”.
La fuerza necesaria para resistir estas tentaciones y trucos de la Mala Inclinación es una herencia que hemos recibido de Yosef, quien, mientras estaba en Egipto, forjó la fortaleza y los medios para protegerse de ver cualquier cosa inapropiada.
La Torá se refiere a Egipto como la “Tierra en su desnudez (ערות הארץ)” debido a la promiscuidad de su cultura. Por lo tanto, eran ateos, negaban la existencia de Hashem. Como dijo el Faraón (Shemot 5:2): “No conozco a Hashem”. Los egipcios siguieron ciegamente las pasiones y el deseo de sus corazones, descuidando y negando completamente las Siete Leyes Noájidas que Hashem les ordenó para que ellos también pudieran cumplir su propósito en el mundo.
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