¡No me ocultes Tu presencia!

Al ver tanto sufrimiento me pregunte a mi misma Cómo era posible que Di-s permitiera el sufrimiento. ¿Qué tipo de Di-s le hacía esto a “sus hijos”?…

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Daniela Lowinger

Posteado en 05.04.21

Al ver tanto sufrimiento me pregunte a mi misma Cómo era posible que Di-s permitiera el sufrimiento. ¿Por qué veníamos al mundo a sufrir? ¿Qué tipo de Di-s le hacía esto a “sus hijos”?…

¡No me ocultes Tu presencia!

“… si llegaras a ocultar Tu Presencia entraría en pánico…” ( -Salmo 30).

Hace cierto tiempo atrás asistí a una clase en la cual el rabino invitado nos explicaba la importancia de leer los Tehilim (Salmos).

Nos comentaba, que cada uno de nosotros se conecta a nivel espiritual con uno o varios Salmos, como si los mismos le hablaran directamente a él.

Habiendo tenido en su alma el conjunto de las almas de Israel, el Rey David, en sus Salmos expresa algo de cada alma judía o para cada alma judía.

De allí que cuando leemos sus Salmos encontramos uno u otro que pareciera hablarnos directamente.

Confieso que no soy una buena lectora de Salmos. O sea, que no tengo la costumbre diaria de leer salmos, como parte de mi servicio espiritual. Pero si tengo preferencia por algunos que se encuentran en Pesukei de Zimra en el del rezo matutino.

Hasta haber escuchado la explicación de dicho rabino, no entendía por qué el Salmo 30 me emocionaba cada vez que lo leía, especialmente cuando llegaba a la frase: “Si llegaras a ocultar Tu Presencia entraría en pánico”…

Esta frase me recordaba realmente este sentimiento de pánico experimentado en una ocasión anterior a la época que empecé a retornar en el camino del Judaísmo.

En aquel tiempo era una persona que no cumplía los Preceptos. O si cumplía alguna, lo hacía por costumbre y no por conocimiento u intención.

No pensaba en religión, no estudiaba la Torá, no iba a sinagogas… Inclusive cuando entraba en alguna de ellas, me sentía muy emocionada, sin entender la razón, lo que me hacía evitarlas.

Lo que si me interesaba era mi crecimiento personal. Fijar metas y alcanzarlas, desarrollar características de liderazgo, de comunicación, etc. Motivo por el cual había empezado a participar de seminarios que se dedicaban a estos aspectos.

En uno de dichos seminarios, hicimos un taller de manejo de situaciones dolorosas en nuestras vidas. Cada participante debía compartir con una persona una situación ocurrida en sus vidas la cual había sido traumática. Nadie quedo por fuera. Ninguna persona en un salón de 50 individuos pudo decir que no había tenido una experiencia dolorosa en su vida. Y el ejercicio llevaba a cada uno de nosotros a este momento de aflicción.

Al ver tanto sufrimiento me pregunte a mi misma Cómo era posible que Di-s permitiera el sufrimiento. ¿Por qué cada uno de los seres humanos, desde Adam y Java, veníamos al mundo a sufrir? ¿Qué tipo de Di-s les hacía esto a “sus hijos”?

Cuanto más veía la aflicción de mis compañeros, más me rebelaba hacia Di-s. Hasta llegar al punto de decir Le a Él que no quería nada de un Di-s así.

Esta noche, camino a casa, sentí un vacio muy grande. Le había dicho a un Di-s, que no era parte de mi vida (por lo menos conscientemente) que no Lo quería en ella.

Y al decir esto, y tratar de alejarme de Él, sentí que la vida no tendría sentido.

Este fue el momento en que El escucho mis palabras, respetó mi querer y ocultó Su Presencia de mi¨.. y cuando Lo hizo me di cuenta que aunque yo no había percibido Su presencia en mi vida, El si había estado presente en todo momento.

el haber Lo expulsado de mi vida trajo un sentimiento devastador.

Fue en este momento que entendí que, aunque quisiera, no podría nunca separarme de Él. Que no podría romper el lazo que me conectaba a El. No podría vivir… nada tendría sentido.

Fue allí cuando decidí empezar mi acercamiento, mi Teshuvá.

Cuando me dije a mi misma: “por alguna razón El nunca ha ocultado Su rostro…, he sido yo la que me he ocultado de Él. Aun así, en mi ingratitud, inmadurez o desconocimiento, El nunca me ha abandonado.

El había seguido mis pasos, me había puesto pruebas, me había dado oportunidades para que yo abriera los ojos y Lo percibiera cerca de mí.

Dicen nuestros sabios que el hombre hace Teshuvá porque HaShem asi lo quiere.

O sea, que Di-s dirige los pasos del ser humano para que en algún momento de su vida, retorne a Él.

Nosotros no percibimos esto. Pensamos que nuestro regreso se debe a que hemos tomado la decisión de hacerlo. No miramos atrás para darnos cuenta que todas las curvas del camino de nuestras vidas ha tenido como propósito nuestro retorno hacia Él. Y todos los obstáculos, los dolores y penas son Su fórmula para que volvamos.

Para que lo busquemos a Él. Ya que Su rostro nunca está oculto de nosotros, allí está siempre cuando lo buscamos.

Recuerdo que no hace mucho, pase por un periodo de soledad.

No eran días fáciles, me sentía alejada de todo y de todos y me dolía esta situación.

Principalmente porque soy una persona extrovertida, que le gusta comunicarse y conectarse con las personas.

Pero en aquellos días estaba totalmente desconectada.

En medio a esta aflicción volví mi ser a la oración, al estudio, a la introspección y encontré fuerza y alivio en ello. Encontré respuestas en las clases que escuchaba, encontré compañía al saber que mis palabras eran escuchadas ¨allá arriba¨, encontré empatía al percibir que no estaba sola. Aquel que siempre me había acompañado en silencio estaba allí para sostenerme y alentarme una vez más. Y que estos momentos de soledad introspección habían ocurrido para que yo pudiera hacer un “upgrade” en nuestra relación.

Fue una prueba más que las dificultades en la vida no vienen como castigo, sino nos llegan como oportunidad. Oportunidad, si realmente podemos hurgar en los hechos, de entender que allí esta ocasión para acercarnos a Él, pedir Su ayuda, Su guía.

Como dice el salmo Mimaamakim kraatíja- desde las profundidades te he llamado…

Esto explica por qué el hombre sufr, ya que es una de las formulas que Él nos presenta para que nos acerquemos a Él. Cuando estamos hundidos en las profundidades, es allí cuando Lo llamamos. Y con la certeza que El no oculta Su Presencia a aquel que lo busca.

Aun me estremezco, cada vez que leo el Salmo 30. Aun recuerdo el pánico de pensar que El pudiera ocultar Su presencia de mí. Pero he decidido, en estos últimos 5 años de tomar parte activa en nuestra relación y no permitir que esto suceda. Seré yo la que vaya en Su búsqueda hasta encontrarLo.

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