Mira bien antes de saltar – Mishpatim

Lo que más echo de menos de Estados Unidos, aparte de mi familia, por supuesto, es Costco. Si Israel tuviera una supertienda que vendiera todo bajo el sol a precios rebajados y en mayores cantidades que en cualquier otro lugar, mi adaptación a la vida en Israel habría sido mucho más fácil.

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Jacob Rupp

Posteado en 20.02.23

Lo que más echo de menos de Estados Unidos, aparte de mi familia, por supuesto, es Costco. Si Israel tuviera una supertienda que vendiera todo a precios rebajados y en mayores cantidades que en cualquier otro lugar, mi adaptación a la vida en Israel habría sido mucho más fácil.  Después de todo, ¿qué puede haber mejor que dos galones de mayonesa por menos de 10 dólares?  Costco también ofrece ropa muy linda a precios muy razonables.  Pero como no hay probadores adecuados, a menudo acababa comprando cosas que me quedaban fatal.  De hecho, soy un cliente compulsivo.  Y aunque eso fue imprudente, resulta curioso que el mayor momento de la historia judía, la entrega de la Torá, se produjo como resultado de que nuestros antepasados aceptaran algo antes de saber lo que implicaba.

En Parashat Mishpatim, el pueblo judío proclama (Shemot 24:7):  ¡Todo lo que Dios ha dicho, haremos y oiremos!”.  Rashi explica que estas palabras se proclamaron incluso antes de que se entregaran los Diez Mandamientos.  ¿Por qué el pueblo judío no esperó a oír el alcance de su obligación antes de aceptarla?  Es prudente saber en qué te estás metiendo antes de aceptarlo.  Según Rashi, debido a esta respuesta, el pueblo judío fue elevado a un nivel de santidad sin parangón en la historia.  Al comprometerse unilateralmente a cumplir las mitzvot incluso antes de haberlas recibido, nuestros antepasados expresaron su confianza en Dios.

Algunas personas que malinterpretan la Torá, o que no la consideran Divina, tachan a los que observan las mitzvot de tontos, descerebrados o irremediablemente desfasados del pensamiento moderno.  Lo sé, yo mismo he pasado por eso.  Aunque estas críticas puedan parecer originadas en el campus universitario, son tan antiguas como el tiempo.  En la época del Talmud, la aceptación aparentemente ciega de las mitzvot era la base de los insultos y acusaciones vertidos contra el pueblo judío a cargo de los rebeldes saduceos.

Confianza en Dios

La Guemará (Shabbos 88b) cuenta la historia de un saduceo que se burló de Rava, diciendo que el pueblo judío es tonto e impulsivo porque “pone la boca antes que los oídos”.  El saduceo afirmó que los judíos habían sido tontos al aceptar las leyes de Dios antes de saber lo que implicaban, y que eso demostraba que el pueblo judío es tonto por naturaleza.  Rava replicó que el pueblo judío confía en Dios y sabe que Él nunca esperaría de ellos que hicieran por Él algo imposible. En el Monte Sinaí, los judíos sabían que Dios le daría a Su amada nación solamente estatutos y condiciones que sacaran a la superficie lo mejor de ellos mismos.  Rava procedió a señalar que, dado que los saduceos eran taimados y corruptos, estos proyectaban su desconfianza en los demás y, como resultado, consideraban una tontería el acto de perfecta lealtad de los israelitas.

Hoy, tal como ocurrió en la época de los saduceos, la confianza en Dios sigue siendo un profundo desafío. No podemos ver los efectos de nuestras acciones, ni podemos comprender la sabiduría de Dios al elegir las acciones específicas que Él estableció como mitzvot.  Aunque hay algunos beneficios obvios en mitzvot como el Shabat y la kashrut, las verdaderas razones siguen siendo elusivas. La Torá, por ejemplo, nos enseña que los tefilín conectan al hombre con Dios, pero nos resulta imposible siquiera empezar a comprender cómo unas cajitas negras pueden unirnos al Todopoderoso.  Aunque no podamos comprender las mitzvot, debemos elegir si las cumplimos o no.  ¿Cómo podemos tomar una decisión tan monumental sin tener una claridad perfecta? Te voy a decir cómo: confiando en que el Todopoderoso sabe lo que es mejor para nosotros.

Aprendemos en Deberes del corazón, de Rabí Bajaie ben Yosef ibn Pakuda, que tanto en asuntos religiosos como seculares, el secreto del éxito en la vida es la confianza en Dios.  En el plano espiritual, quienes confían en Dios son recompensados con claridad.  Comprenden su misión en la vida y, por tanto, saben cómo dirigir su energía.  Sin embargo, si sólo confían en sí mismos, la derrota es segura.  Los desafíos de la vida son más fuertes, más costosos y más complicados que cualquier cosa que alguien pueda manejar por sí mismo.  Además, perseguir la riqueza, la fama o la saciedad de las necesidades físicas es una búsqueda infructuosa, ya que el placer físico total es siempre difícil de alcanzar.  “Los leones jóvenes son pobres y hambrientos, pero a los que buscan a Dios no les falta nada bueno” (Tehilim 34:11).

Rabí Bejaie ben Yosef también señala que a través de la confianza en Dios, uno puede alcanzar “la paz mental y la tranquilidad del alma”.  Cuando confiamos en Dios, no tenemos la tentación de desviarnos de las mitzvot, ya que confiamos plenamente en que Dios dirige el mundo y que recompensará a quienes cumplan Su voluntad.  Cuando confiamos en Dios, no tenemos necesidad de temer al mal, porque sabemos que lo que parece terrible es para nuestro propio bien a fin de cuentas.  Rabi Najman enseñó que los obstáculos en la vida no son rechazos sino indicaciones.  Cuanto mayores son los obstáculos a los que nos enfrentamos, mayores son las ganancias que podemos obtener en nuestra elevación espiritual.  Aunque esta lucha resulte difícil, sólo está indicando que alcanzaremos nuevas alturas gracias a ella.  Reconocer que Dios dirige el mundo no significa envolvernos en una falsa manta de seguridad, sino entender el mundo como es en realidad, y sentirnos reconfortados por el hecho de que todos los retos a los que nos enfrentamos nos han sido dados por el Todopoderoso para nuestro propio beneficio.

La fe es hereditaria

Aunque la confianza en Dios sigue siendo un reto para todos nosotros, nuestros antepasados nos proporcionaron una herramienta inestimable.  Según Rabi Najman, la fe es hereditaria.  El alma judía está impregnada de fe; nuestra tarea es desarrollar y preservar esa fe, en lugar de crearla. Cada vez que realizamos una acción que nos conecta con Dios, estamos añadiendo bocanadas de combustible a un fuego de conciencias que nuestros antepasados encendieron en la base del monte Sinaí.  La fe de nuestros antepasados hizo posible que recibieran la Torá. Al elevarse a Dios, les concedieron a sus hijos las herramientas necesaria para desentrañar el sentido de la vida. 

Tal vez mi confianza en la ropa de Costco fue una aplicación equivocada de la fe de mis antepasados.  Y aunque me quedé con unos pantalones demasiado ajustados, cuando dirigimos nuestra confianza hacia el Todopoderoso, descubrimos que nuestra adquisición no fue errónea, ni fue una tontería por nuestra parte aceptar ciegamente aquellas mitzvot que aún no conocíamos

Dios quiera que podamos intentar regocijarnos en las mitzvot que son nuestro derecho innto, nuestro centro de atención y nuestra verdadera alegría, y utilizarlas como base para fortalecer nuestra confianza en Dios. Amén.

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