Imposible de entender

Moisés, a la edad de ciento veinte años, contando ya con un sinfín de méritos, cuando él necesitó una salvación para sí mismo, él pidió un “regalo gratuito”.

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 19.03.23

Hoy vamos a hablar de nuestro gran maestro, Moisés. Debemos saber que detalle de la biografía de Moisés es toda una lección de vida. Por eso lo llamamos “Rabenu”, que significa “nuestro maestro”. Él fue quien nos enseñó toda la Torá y quien nos sigue enseñando cómo vivir y cómo tener fe en Hashem. Estas lecciones se deducen de cada detalle de su vida.

Ahora bien: en la Torá hay una parashá (sección) entera denominada “Vaetajanán”, en la cual la Torá da testimonio de que Moisés, a la edad de ciento veinte años, contando ya con un sinfín de méritos, cuando él necesitó una salvación para sí mismo, él pidió un “regalo gratuito”. Esto resulta totalmente incomprensible. Pero para entender mejor este concepto, recurriremos a una analogía.

Resulta que había una vez un hombre que tenía un hijo al que amaba enormemente y al que crio con mucho sacrificio. El padre no le negó a su hijo ningún gusto; además le consiguió los mejores maestros y profesores y le ofreció su apoyo en forma constante. Cuando su hijo ya era un muchacho y conoció a su futura esposa, el padre se alegró muchísimo y le organizó una gran fiesta de compromiso, en la que le prometió darle un departamento con todo incluido y un automóvil último modelo, además de pagar todos los gastos de la boda y proveerle un estipendio mensual toda su vida.

Apenas una semana antes de la boda, el padre llamó a su hijo y le dijo: “Hijo querido, puedes negarte si quieres, pero quiero pedirte algo que realmente no me merezco y no me voy a molestar si no lo haces. Quiero pedirte como un regalo de ti hacia mí, porque, de verdad, tú no me debes nada: ¿Acaso podrías invitarme a tu boda?”.

El hijo se quedó callado y al final respondió: “Querido papá: lo lamento mucho, pero no. No puedo. No puedo invitarte a mi boda. Te pido por favor que no vengas”.

El padre corta el teléfono y sin ninguna queja ni mueca de desilusión, se dice a sí mismo: “Mañana voy a intentarlo de nuevo”.

Pues bien, díganme ustedes, queridos lectores – ¿acaso esto es propio de un ser humano? Si te sucediera a ti, ¿verdad que te sentirías ofendido e insultado hasta lo más recóndito de tu ser? ¿Acaso a ti, el padre, se te hubiera ocurrido siquiera pedir permiso para asistir a la boda de tu hijo, como si fuera un regalo al que no tienes derecho?

Esta analogía se refiere a la vida de Moisés.

¡Qué no hizo Moisés por amor a Hashem y por amor al Pueblo de Israel! Él literalmente dio la vida por ellos; se metió en la boca del lobo para hablar con el Faraón, el soberano de Egipto; fue humillado e insultado e incluso hubo varios que se le opusieron abiertamente. Él estudio y enseñó toda la Torá durante cuarenta años y todo el pueblo lo consultaba constantemente.

Moisés hizo muchísimo más de lo que un mero mortal es capaz de hacer, y todo lo hizo siempre con gran humildad.

¡Cuántos méritos tenía Moisés! La Mishná en Avot dice así: “Moisés tuvo méritos y le dio méritos al pueblo. Todo es de él” [1]. Esto se refiere a todo el Pueblo de Israel a lo largo de las generaciones. Toda la Torá y todas las mitzvot de los millones de judíos en cada generación – todas son en mérito de Moisés. Todo es de él.

Durante ciento veinte años, Moisés sirvió a Hashem a la perfección y alcanzó los más elevados niveles espirituales que puede alcanzar un ser humano.

¿Y por qué pecado fue castigado? Por un pecado que ni siquiera se entiende por qué es pecado. Un pecado mínimo, que todos los comentaristas de la Torá apenas logran explicar.

¿Qué pidió Moisés? ¿Ropa del lujo? ¿Mansiones? ¿Automóviles último modelo? ¡No! Él simplemente deseaba cumplir otras tantas mitzvot, sentir la santidad de la Tierra de Israel, a cuyo suelo él condujo a los israelitas con muchísimo sacrificio.

Ahora bien: este hombre, que más que hombre es un ángel, pide un “regalo gratuito”. ¿Cómo es posible?

Si la Torá dice esto, es porque así fue. Y no sólo su primer pedido fue por un “regalo gratuito”, ¡sino que las quinientas quince súplicas fueron todas sin esperar nada a cambio y sin pensar que se merecía un premio!

Moisés no sentía ni una pizca de rencor. Aparentemente, esto es propio de un ángel, no de un ser humano. ¿Cómo es posible que este hombre no sienta, aunque sea, en mínimo grado que tiene derecho a que sus ruegos sean respondidos? ¡Una verdadera lección de vida para todos y cada uno de nosotros


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1. María Piedades Quirós Castro

3/22/2023

Muy interesante , muchas gracias 😊

2. Marlen Beltrán Duque

3/22/2023

Gracias HASHEM aún batallo con el rencor

3. PAULIN NIKOLLI

3/20/2023

MUCHO GRACIAS HASHEM ,GRACIAS RAB SHALOM ARUSH QUE EXISTES POR NOSOTROS

Gracias por tu respuesta

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