Mantén los ojos abiertos y el corazón tranquilo

Unos días después, recibí la llamada. “Finalmente hemos decidido concederle el puesto a otra persona, lo siento”.

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David Ben Horin

Posteado en 17.04.23

No se puede odiar a Israel. No se puede ir en contra del Estado de Israel o del Pueblo de Israel.

Yo lo sé. Lo he intentado.

Hace unos siete meses, solicité un trabajo. Parecía un trabajo fácil. Después de cuatro rondas de entrevistas, la respuesta fue la misma:

“Muy buen trabajo, David. Estamos muy entusiasmados”.

Después de la última ronda de entrevistas, la persona para la que iba a trabajar me llevó aparte. Se sentó conmigo durante una hora para hablarme de lo que haría en cuanto empezara.

Unos días después, recibí la llamada.

“Finalmente hemos decidido concederle el puesto a otra persona, lo siento”.

No importaron las horas de trabajo que dediqué a hacer la muestra de escritura, ni todas las personas a las que llamé para que dieran referencias.  

Entonces, recordé algo que no me cuadraba. Durante mi última entrevista, el Director Técnico empezó a suspirar, como si yo lo estuviera aburriendo. Me dio la sensación de que no eran las palabras que salían de mi boca, sino la kipa que llevaba sobre la cabeza.

Bien o mal, esa sensación me dominó durante meses. Me invadió un odio frenético por lo que me había pasado.

Aquí estoy, en Israel, trabajando todo lo que puedo para salir adelante, y me rechazan para un trabajo por ser judío.

Se podrán imaginar lo alto que subió mi nivel de odio.

Hashem no estaba contento conmigo. No importaba lo que pasara, todo provenía de Dios. Probablemente era una prueba. Lo que importaba era cómo me negaba a dejar de odiar a mis hermanos y hermanas.

Es como comer No-Kosher – no hay excusas

Podía sentir que Su presencia se alejaba. Dios me estaba dejando por mi comportamiento hacia Sus hijos. El ama a Su nación. Acabamos de leer cómo nos perdonó el pecado del becerro de oro:

Y Moisés se volvió al Eterno y dijo: “¡Por favor! Este pueblo ha cometido un grave pecado. Se han hecho un dios de oro. Y ahora, si Tú perdonas su pecado Pero si no, bórrame ahora de Tu libro, que Tú has escrito”. (Shemot 32: 31-32)

Incluso tras cometer nuestro peor pecado, Moshé nos ama. Le dice a Hashem que borre su nombre de la Torá si no nos perdona. La Torá es el Libro de la Existencia. Moshé le está diciendo a Hashem, durante nuestro peor momento como pueblo, que prefiere no existir a que Dios no nos perdone.

Hashem castiga al Erev Rav que participó en el pecado, pero al resto del Pueblo Judío, lo perdona.

¿Acaso lo hizo por el mérito del acto de amor de Moshé? Un acto de tal abnegación por la nación, Hashem lo bendice con el mérito del perdón nacional.

Comparado con los pecados de idolatría, que, lamentablemente, hemos cometido muchas veces a lo largo de nuestra historia, lo ocurrido me parece bastante trivial.

Hashem nos perdonó una y otra vez. Y nos ordena que hagamos lo mismo los unos con los otros.

La mayor bendición en este momento es amar a nuestros hermanos y hermanas incondicionalmente. Rezar por su bienestar físico, emocional y espiritual para que vayan de fuerza en fuerza.

Sólo después del pecado del becerro de oro la prueba de amar a Israel llegó a ser tan difícil para Moshé. Sólo en ese momento podía ser tan grande el esfuerzo para seguir amándose. Sólo durante estos trastornos podemos ganar tanto mérito para traer a Mashíaj y la Redención Definitiva de todos.

– Sabemos que Mashíaj vendrá.

– Sabemos que el Templo será reconstruido.

– Sabemos que Eretz Israel se extenderá desde el Éufrates hasta el Nilo.

– Sabemos que nadie en el FBI, Tel Aviv, Teherán o la Casa Blanca puede detenerlo.

La única pregunta que nos queda pendiente es:

¿Qué hemos hecho para merecer su llegada? ¿Hemos intentado borrar nuestro pecado de odio infundado amando a todos y cada uno de nuestros hermanos en este momento?

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