Amante de Israel – Ajarei Mot

“Aarón pondrá sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo y confesará sobre él todas las iniquidades de los israelitas…” (Levítico 16:21).

¿Cómo es posible que el Kohen Hagadol, el Sumo Sacerdote, conozca todas las iniquidades del pueblo judío? ¿De dónde saca esa información? Está implícito en la Torá que debe saberlo; de lo contrario, ¿cómo puede confesar por todo Israel en Yom Kipur?

Los 613 mandamientos de la Torá incluyen 248 mandamientos positivos y 365 mandamientos negativos, que corresponden a los 248 miembros y 365 tendones del cuerpo humano. Si la persona transgrede uno de los mandamientos, se produce algún tipo de defecto en el miembro o tendón correspondiente, ya que cada parte del cuerpo recibe su vitalidad espiritual del mandamiento correspondiente. La vitalidad espiritual de la persona afecta directamente su bienestar físico; por lo tanto, puesto que el precepto incumplido crea una deficiencia de vitalidad espiritual en un miembro o tendón determinado, en última instancia acabará creando algún tipo de aflicción en el cuerpo. Este fenómeno es un regalo de Hashem, ya que la persona con una conciencia espiritual elevada puede saber cómo arrepentirse de acuerdo con los problemas de salud que tenga en ese momento. La relación entre las partes del cuerpo y los preceptos de la Torá se puede estudiar en el libro clásico de Rabi Elazar Azikri, “Sefer Jaredim”.

Rabi Moshé Leib de Sassov, de santa y bendita memoria, oyó una vez a dos campesinos ucranianos en el mercado. Uno le dijo al otro: “Iván, tú eres verdaderamente mi mejor amigo; ¡te quiero más que a mi propio hermano!”.

El segundo campesino replicó: “Anatoli, si de verdad me quieres tanto, entonces dime qué me duele”.

Rabi Moshé Leib comentó que aprendió el verdadero concepto de lo que significa amar a otra persona escuchando a esos dos campesinos. Si realmente amas a alguien, sabes lo que le duele y lo que lo hace feliz. Amar a alguien sinceramente significa que puedes sentir lo que él siente.

Una vez, el Rabino Arie Levin, de santa y bendita memoria, llevó a su mujer al médico. “Doctor, nos duele el pie”, le dijo. El rabino Arie podía sentir realmente el dolor de su mujer.

Nuestros tzadikim nos enseñan que el verdadero amor es un sentimiento hacia la otra persona, no la complacencia en uno mismo. La emoción que la sociedad moderna denomina “amor” no suele ser otra cosa más que enamoramiento, una pasión intensa pero efímera e irracional por alguien, que gira en torno a la autogratificación y no tiene nada que ver con la entrega. Quien ama de verdad a alguien puede literalmente sentir el dolor de esa persona.

Teniendo esto en mente, ahora podemos entender cómo el Sumo Sacerdote es capaz de conocer todas las iniquidades del pueblo judío y es capaz de confesar en su nombre. El Sumo Sacerdote Aarón fue el mayor amante de Israel de la historia – él amaba a cada judío sin importar quién fuera o cuál fuera su posición social. Podía sentir el dolor de cada judío. Cuando dos vecinos discutían, él sentía su angustia, así que corría a hacer las paces entre los dos. Cuando un marido y su mujer tenían problemas conyugales, iba a su casa para intentar arreglar las cosas. Aarón hacía todo lo que podía por su hermano judío, porque era capaz de cumplir la mitzva de amar a cada persona tal como se amaba a sí mismo.

Como amaba a cada persona, Aaron podía sentir el dolor de cada uno. Como podía sentir el dolor de cada uno, sabía qué mandamientos incumplían; como sabía qué mandamientos incumplían, podía confesar en su nombre y expiar sus faltas.

En consecuencia, aprendemos que el Sumo Sacerdote debe ser un amante de todos y cada uno de los judíos; de lo contrario, no será capaz de llevar a cabo su función, que es sentir el dolor de todos, y confesar y expiar por ellos.

Hace años, le pregunté al Rebe de Amshinov de Bayit Vagan en Jerusalén, cómo se puede saber quién es el tzadik de la generación. Me respondió: “Es muy fácil – el tzadik de la generación es el mayor amante de Israel en la generación – él ama a cada judío”. Que sigamos sus pasos, ¡amén!