El mejor barrio – Bamidbar

Como el tzadik vive una buena vida, sus vecinos se ven influenciados y ellos también viven una buena vida.

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 14.05.23

“Los que acampaban delante del Tabernáculo al frente, delante de la Tienda del Encuentro al este, eran Moisés y Aarón y sus hijos…” (Números 3:38).

Rashi comenta el pasaje anterior y nos dice que Moisés y Aarón acamparon cerca del estandarte del campamento de Yehuda, que incluía a Zebulón e Isajar. Rashi dice que como el tzadik vive una buena vida, sus vecinos se ven influenciados y ellos también viven una buena vida. También aprendemos de Rashi que la “buena vida” es una vida de riqueza espiritual y excelencia en la Torá, pues cita el Salmo 60:9 que dice: “Yehuda es mi legislador”.

Al estar cerca de Moisés, nuestro mayor legislador de todos los tiempos, la tribu de Yehuda recibió una maravillosa influencia para la posteridad. La tribu de Isajar alcanzó un nivel insuperable de sabiduría de la Torá (véase Crónicas I, 12:33); ellos dominaban los secretos internos de la Creación y aprendieron a organizar el calendario lunar sin alterar la sincronización de las cuatro estaciones con el calendario solar, un logro que nadie más en la historia ha conseguido hasta el día de hoy.

Por ejemplo, los musulmanes también tienen un calendario lunar, pero a veces su mes festivo del Ramadán sale en invierno y otras veces, en verano. El pueblo judío, en una tradición heredada de la tribu de Isacar, es el único que sabe hacer años bisiestos y meses bisiestos para que los meses lunares estén sincronizados con las estaciones solares. El resultado es que Sucot siempre se celebra en otoño y Pesaj siempre en primavera. Nuestros Sabios nos cuentan que doscientos jefes del Sanhedrín, el principal tribunal rabínico del Templo Sagrado, procedían de la tribu de Isajar. La tribu de Zebulón, que acampó con Yehuda e Isajar muy cerca de Moisés y Aarón, se convirtió en una tribu de renombrados escribas rituales (véase Jueces 5:14).

El Talmud Yerushalmi nos ofrece una asombrosa visión de la naturaleza. Aprendemos que en un lugar donde fluye el agua dulce, los tipos de peces kosher -los que tienen aletas y escamas- no se mezclan con los tipos de peces no kosher (véase Talmud Yerushalmi, tratado Avoda Zara, capítulo 2, mishna 9). Vale decir, en un lugar donde el agua fluye, como ríos y arroyos, a diferencia de un lugar donde el agua está estancada, como un estanque, los peces kosher no se mezclan con otros tipos de peces.

Esta enseñanza del Yerushalmi tiene ramificaciones de gran alcance. En virtud del principio del agua dulce que fluye, Rabí Yehuda HaNasi certificó trescientos barriles de pescado de agua dulce simplemente haciendo unas cuantas muestras al azar. Él sabía que si había unos pocos peces kosher en la parte superior del barril, no habría ningún pez no kosher en el barril. A muchos les pareció una decisión increíblemente indulgente. Sin embargo, cuando se vendieron, abrieron e inspeccionaron los trescientos barriles, no se encontró ni un solo pescado no kosher. En un lugar donde fluye el agua dulce, los peces kosher y no kosher simplemente no se mezclan.

En todas las muestras de literatura de la Torá, el “agua dulce que fluye” es una metáfora frecuentemente utilizada para referirse a la Torá, en contraposición al agua estancada, la zona de cría de serpientes, mosquitos y otros tipos de criaturas indeseables, un símbolo del mundo deficiente de la Torá. El Talmud Yerushalmi nos está enseñando que en una zona de agua dulce que fluye -un barrio de familias observantes de la Torá- la persona tiene las mejores perspectivas de vivir una vida recta y criar hijos rectos. Por eso Rabí Yosi ben Kisma, cuando le ofrecieron un puesto rabínico muy lucrativo en una zona no observante, lo rechazó y respondió: “Sólo viviré en un lugar de Torá” (Avot 6:9). Y así como la persona que se adentra en pantanos, de agua estancada- está expuesta a encontrarse con todo tipo de serpientes y criaturas indeseables. No encontrará allí los “peces kosher”, pues su hábitat es el agua dulce que fluye. Los salmones no viven cerca de las serpientes ni se relacionan con ellas.

Don Itzjak Abarbanel, uno de nuestros sabios más destacados de la Edad de Oro en España, escribe en su comentario sobre la Hagadá de Pesaj que, en virtud de que el pueblo judío en Egipto vivía junto en su propio vecindario aislado, ni un solo judío se asimiló en los 210 años del exilio en Egipto. Esta fue también una de las razones – junto con la preservación de los nombres hebreos, su lengua hebrea, y su vestimenta tradicional – que les permitió merecer su redención de la esclavitud.

La influencia positiva de un entorno de Torá no tiene precio. Que Hashem nos reúna pronto a todos y nos permita vivir juntos en la Tierra de Emuna, y ver con nuestros propios ojos la reconstrucción de nuestro Templo Sagrado y la llegada de Mashíaj, muy pronto y en nuestros días, ¡amén!

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