El pecado de los espías – Shelaj
Si los espías difamaron la Tierra de Israel, como dice: “Y despreciaron la tierra deseable” (Salmos 106:24), entonces nosotros debemos demostrar nuestro gran amor por la tierra.
Una de las mayores tragedias en la historia del pueblo judío ocurrió cuando los espías enviados por Moisés regresaron con un informe aterrador sobre la Tierra de Israel. Sus terribles advertencias de una “tierra que consume a sus habitantes” convencieron al pueblo de que sería mejor regresar a Egipto.
A diferencia de las demás ocasiones en que los israelitas se rebelaron, esta vez Moisés no logró anular el decreto de Dios. Toda la generación murió en el desierto, sin llegar a la tierra prometida. Lo máximo que logró hacer Moisés fue retrasar el castigo 40 años.
En una carta de 1908, el Rav Kook escribió que hasta el día de hoy sufrimos por este error catastrófico. La causa fundamental de todos los exilios y humillaciones del pueblo judío, a lo largo de su dilatada historia, se debe a que no se corrigió el pecado de los espías.
¿Cómo podemos rectificar el pecado de los espías?
Para reparar verdaderamente este fracaso nacional, necesitamos hacer “teshuvat hamishkal” – una penitencia proporcional al pecado, ‘equilibrando así la balanza’. Si los espías difamaron la Tierra de Israel, como dice: “Y despreciaron la tierra deseable” (Salmos 106:24), entonces nosotros debemos demostrar nuestro gran amor por la tierra.
“(Debemos) declarar al mundo entero su magnificencia y belleza, su santidad y grandeza. ¡Ojalá pudiéramos expresar, con lo que puede parecernos muy exagerado, siquiera una milésima parte de lo deseable que es la amada tierra, y la esplendorosa luz de su Torá, y la superior luz de su sabiduría y profecía!
“La cualidad de deliciosa santidad que los eruditos de la Torá que buscan lo Divino pueden encontrar en la Tierra de Israel no existe en absoluto fuera de ella. Yo mismo puedo dar fe de esta cualidad única, en un grado proporcional a mi pequeño valor” (Cartas, vol. I, pp. 112-113)
Para el Rav Kook, esta recomendación sobre cómo abordar el pecado de los espías no era sólo una bonita homilía. Abundan las historias de su ardiente amor por la Tierra de Israel y sus infatigables intentos de animar a otros judíos a trasladarse a Eretz Israel. He aquí algunos ejemplos:
Si Dios quiere
Durante una misión de recaudación de fondos en Estados Unidos en 1924, el Rav Kook intentó convencer a un judío adinerado de que emigrara a Eretz Israel. El hombre dio varias razones por las que todavía no podía dejar América, pero concluyó diciendo: ‘Si Dios quiere, yo también pronto haré aliá a Israel’.
El Rav Kook respondió al hombre: “Dios está ciertamente dispuesto. Después de todo, establecerse en Eretz Israel es uno de Sus preceptos. Pero usted también debe estar dispuesto…”.
La indulgencia
Una vez, en los EEUU, varios comerciantes preguntaron a Rav Kook si existía alguna indulgencia en la ley judía que permitiera trabajar el segundo día de Yom Tov.
“Sí”, respondió, “existe una indulgencia aceptada por todas las autoridades halájicas”.
Los comerciantes estaban encantados y preguntaron con impaciencia detalles sobre esta clemencia.
“Venid a Eretz Israel”, sonrió el Rav Kook. “Entonces siempre se os permitirá trabajar durante el segundo día de Yom Tov”.
Sin cálculos
Una vez, un turista judío visitó al Rav Kook en Jerusalén, buscando consejo sobre la posibilidad de vivir en Eretz Israel. Durante la conversación, el visitante calculó los pros y los contras de mudarse a Israel, y al final decidió que no valía la pena.
El Rav Kook le dijo al hombre
“Antes de que los israelitas entraran en la Tierra en los días de Moisés, primero tuvieron que matar a Sijón, rey de Jeshbón. Esto nos enseña que uno debe llegar a la Tierra de Israel sin hacer cálculos (“bli jeshbón”).
Besar las rocas de Acre
El Talmud afirma que Rabí Abba demostraba su gran amor por la Tierra de Israel besando las rocas de Acre (Ketubot 112a). ¿Qué tenían de especial estas rocas para que Rabí Abba las besara?
El Rav Kook explicó que si Rabí Abba hubiera besado el suelo de Eretz Israel, supondríamos que su amor por la tierra se debía a las mitzvot especiales que se cumplen con sus frutos – el diezmo, las primicias, el año sabático, etc. Sólo el suelo, que produce frutos, es capaz de darlos. Sólo el suelo, que produce frutos, refleja la importancia y la santidad de la tierra.
Pero el amor de Rabí Abba por la tierra no dependía de ningún factor externo. Rabí Abba apreciaba la santidad intrínseca de Eretz Israel. Él reconocía que las cualidades especiales de la Tierra – como su receptividad a la profecía y la iluminación – van mucho más allá de la santidad de las mitzvot relacionadas con la agricultura. Y por eso se empeñó en besar hasta las rocas y las piedras. ¡Qué gran ejemplo para todos nosotros!
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