El Picnic

Uno no tiene que ser profesor de sociología para entender que amarse el uno al otro hace que la vida sea mucho más placentera…

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 05.04.21

Uno no tiene que ser profesor de sociología para entender que amarse el uno al otro hace que la vida sea mucho más placentera…

Para mucha gente, el precepto de amar al prójimo es como un cuentito de un libro infantil. Después cierran el libro, se dan vuelta y se dan permiso a sí mismos para odiar, despreciar y desacreditar a todos los que son distintos a ellos y que pertenecen a otro grupo ideológico. Y pobre de él si tiene la piel o la kipa de otro color…

Todas las personas que entran en la categoría mencionada están siguiendo los pasos de la Mala Inclinación. La Mala Inclinación está más que feliz de que seas súper estricto con respecto a la etiqueta de kashrut que tú comes. No confíes en nadie que no pertenezca a tu propia organización de kashrut. Piensa que todos los demás son unos herejes. Ah sí… puedes estudiar Guemará y hasta Tosefot las veinticuatro horas del día siempre y cuando no le sonrías ni saludes a esa otra persona que no pertenece a tu “círculo”.

A la Mala Inclinación le encantan las súper-estricteces porque de esa manera la persona siempre está con el ceño fruncido. De hecho, la Mala Inclinación te va a dejar hacer todo lo que quieras siempre y cuando no fortalezcas tu Emuná y tu amor al prójimo. ¿Por qué? Porque la Emuná y el amor al prójimo son la carretera de doble pista que conduce directamente a HaShem. Y a la felicidad.

Y viceversa. Siempre que veas una persona con el ceño fruncido, sabrás que esa persona no tiene Emuná ni amor al prójimo. Esa persona es cautiva de la Mala Inclinación. Pero no se da cuenta de lo que se está perdiendo, y en especial si se considera a sí misma “súper-religiosa”.
El pensamiento Breslev enseña que la calidad de vida de la persona depende completamente del hecho de que ame a su prójimo. La gente se olvida de que amar a cada judío es un precepto de la Torá igual de importante que ponerse tefilín o comer kasher. Es más: así como el amor al prójimo es un precepto positivo, existe también el precepto negativo de no guardar rencor en el corazón contra el otro. Y dado que estos preceptos entran en la categoría de los preceptos que uno tiene con su prójimo, uno no puede expiarlos en Yom Kipur a menos que le pida perdón al otro. Y eso no es chiste…

Rabi Najman enseña (ver Likutey Moharán I:34d) que cada judío tiene una cualidad única que ninguna otra persona tiene. Cada uno tiene un punto bueno en especial.

Cada judío es como una letra de la Torá. Por eso, aquel que menosprecia a otro judío está arruinando el rollo de Torá, ya que si una sola letra está mal, entonces todo el rollo de Torá no se puede usar.

Hay que reconocer que la gente es ciega ante los ardides de la Mala Inclinación. Sí, sé religioso. Sé súper religioso, siempre y cuando les demuestres desprecies a los demás, porque de esa manera nunca vas a poder acercarte a HaShem. Qué lástima que esta gente se olvide de que todos somos los hijos de HaShem. La Torá dice precisamente eso. Y el que desprecia a su prójimo Le está diciendo a HaShem que está despreciando a Sus hijos. Ahora bien, dime algo: ¿Cómo te sentirías si alguien te dijera que no soporta a tus hijos? ¿Acaso puede haber un insulto peor?

Y como no nos amamos los unos a los otros, el Sagrado Templo sigue sin construirse. HaShem prefiere mil veces que nos amemos los unos a los otros a que nos demos golpes en el pecho lamentándonos…

Rabi Najman estableció el principio de que cada judío posee una cualidad única que ninguna otra persona posee. Esta es la clave para la buena vida. ¿Por qué? Porque cuando nos conectamos con el otro, nos estamos beneficiando de esa cualidad particular que él tiene. Paso a explicarles:

Imagínense que tienen solamente cien panes y nada más. Pueden comer uno o dos panes al día, pero no más que eso. Entonces viene a verte tu amigo, que tiene cien botellas de agua mineral. Entonces los dos hacen un trato: él te da una botella de agua y tú le das un pan. Los dos se quedan encantados porque hace un minuto, él no tenía nada que comer y tú no tenías nada que beber. Al cooperar y compartir, ahora los dos tienen pan y agua, comida y bebida.

Entonces llega un tercer amigo que trae una canasta llena de tomates y se une a ustedes. Ahora los tres disfrutan de pan recién horneado, agua mineral y rebanadas de tomate.

Llega un cuarto amigo, que tiene cien bifes pero no tiene forma de cocinarlos. Un quinto amigo tiene una bolsa de carbón enorme, pero obviamente él no es capaz de comer carbón. Un sexto amigo es hojalatero y soldador; no tiene comida pero construye una excelente parrilla y se une a la celebración. Un séptimo amigo tiene platos de cartón y un octavo trae cubiertos de plástico. Un noveno amigo trae sal, pimienta y demás condimentos y un décimo amigo trae una suculenta torta de chocolate para el postre. Un décimoprimer amigo llega con café turco, uniéndose felizmente al grupo. Un décimosegundo amigo trae un barril de vino Merlot del Golán y un décimotercer amigo llega con un saco de papas en la espalda. Un décimocuarto amigo aparece de pronto con una guitarra, y un décimoquinto amigo viene con una flauta…

Ahora miren lo que pasa: en vez de estar cada uno solo y con hambre, todos están juntos disfrutando de un maravilloso picnic con brochettes de carne a la parrilla, pan fresco, papas fritas, vino tinto y de postre, café turco con torta de chocolate. Y no sólo eso, sino que además disfrutan de buena música, cantan y bailan. ¿Qué podría ser mejor que eso?

Únicamente un necio se quedaría sentado solo y muerto de hambre. Únicamente un necio no aprovecha los buenos puntos de sus hermanos y sus hermanas.

Uno no tiene que ser profesor de sociología para entender que amarse el uno al otro hace que la vida sea mucho más placentera. Con ahavat Israel, con el amor al prójimo, con unidad y cooperación, la vida puede ser un picnic estupendo. ¡Vengan! ¡Disfruten ustedes también!

 

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