Mi Riñón, con Amor

Donar mi riñón fue algo maravilloso para mí. Porque salvé una vida. Pero para mí no fue una elección, porque sentí que eso era lo que Dios quería que hiciera.

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Shellie Berman-Grafstein

Posteado en 17.03.21

Donar mi riñón fue algo maravilloso para mí. Porque salvé una vida. Pero para mí no fue una elección, porque sentí que eso era lo que Dios quería que hiciera.

¿Por qué le voy a dar mi riñón a un perfecto desconocido?

¿Y por qué no? Tal vez la respuesta les suene poco seria, pero si conocieran mis antecedentes familiares, entenderían de dónde vengo. Yo me crié en una familia que vive para dar. Y si bien no me dieron una educación religiosa, mis padres vivían según dos lemas. Uno era: “¿Qué diría Dios de esto?” y el segundo era “¿Cómo me gustaría que me tratasen… y a mi hijo… y a mi padre?”. Mis padres siempre se entregaron con todo lo que tenían: con su tiempo, con su dinero, con su experiencia, con su paciencia, con su amor, y hasta con su propia vida. Y es por eso que mis hermanos y yo crecimos con un fuerte sentido de lo que es dar. A mí me gusta decir que yo mamé una dieta continua de jesed/benevolencia (¡aunque me dieron la mamadera!).

Hace doce años, me vi forzada a asistir a un almuerzo en una sinagoga, que es algo que detesto. Estaba entonces allí sentada junto a un conjunto de personas totalmente desconocidas y planeando cómo escaparme, cuando me presentaron a una mujer joven, diciéndome que le había donado su riñón a una persona desconocida de New York el año anterior. Yo jamás en mi vida había oído algo tan maravilloso, y me quedé completamente asombrada: darle una parte de tu cuerpo a alguien que ni siquiera conoces… ¡Eso es lo que se dice “dar”! qué forma más maravillosa de decirle gracias a Dios por la increíble vida que nos dio. Yo consulté con mi rabino y me dijo que estaba loca. Tenía un bebé de cuatro meses y estaba planeando viajar a Israel a los dos meses junto con mi familia para quedarnos todo el año. Entonces guardé la idea en algún cajón de mi cerebro y seguí adelante con mis otros planes.

Hace cuatro años, leí en Aish.com acerca de la Rabanit Lori Palatnick, que le donó su riñón a una persona desconocida. Yo había conocido a Lori cuando ella vivía en Toronto. El acto de Lori reencendió mi deseo de dar, así que otra vez consulté con mi rabino. Yo había hecho inmigrado a Israel unos años antes y me había sido muy difícil. Además, mi matrimonio se estaba derrumbando. Mi rabino dijo terminante que NO, que no era el momento indicado. Yo sabía que él tenía razón.

En el mes de enero de este año mi hija de veinte años y yo estábamos leyendo una revista cuando de repente vimos un pequeño anuncio que decía que “una mujer de 53 años necesita un riñón”. Yo tengo 53 años y pensé que sería muy lindo ayudar a alguien de mi misma edad. Tanto mi hija como yo respondimos al aviso, tras recibir la bendición de mi rabino. Mi hija fue rechazada de inmediato. En Israel, no se les permite a las mujeres donar órganos para personas desconocidas a menos que ellas ya hayan tenido familia. Mis otros cuatro hijos me dijeron que ellos también querrían ser donantes cuando sean grandes y me ayudaron muchísimo durante todo el proceso.

Me puse en contacto con una maravillosa organización llamada Matnat Jaim (Regalar Vida), que me ayudó en cada paso del viaje. Conocí a mi potencial receptora yendo al hospital para el primer análisis. Éramos tres en el taxi: yo, la receptora y su mejor amiga. Íbamos a ver si alguna de las dos éramos compatibles. Además, la receptora, Liba, tenía otra complicación más, y es que tenía anticuerpos extremadamente altos, lo cual significaba que su sangre se iba a devorar la otra sangre. En Matnat Jaim me dijeron que esperaban poner a prueba a 100 personas a fin de encontrar a alguien que fuera compatible. Efectivamente, ¡yo era compatible!

El proceso de examen aquí en Israel es muy complicado. Ellos quieren asegurarse de que el donante es apto tanto emocional como físicamente y por eso lo someten a un millón de exámenes. Y si bien ahora yo estaba divorciada y era el sostén de cinco hijos, con la increíble ayuda de mi hermano y de mi hermana, fui aceptada sin ningún problema.

Finalmente, tras seis meses después de iniciado el proceso, recibí una fecha para el trasplante. Liba y yo nos habíamos hecho muy amigas, ya que íbamos juntas a las citas con los médicos y nos manteníamos en contacto por teléfono y por email. Los donantes altruistas, como se los llama acá en Israel, son tratados como reyes y con alfombra roja. Debo decir que todo el plantel médico del Hospital Beilinson de Petaj Tikva fue absolutamente fenomenal. La noche anterior a la operación llegamos al hospital y nos prepararon para la intervención quirúrgica. Yo estaba muy emocionada. Cuando me vinieron a buscar para llevarme al quirófano, el médico quiso darme un relajante pero yo me opuse diciéndole que estaba absolutamente calma. Él ganó, no obstante, metiéndomelo en la boca mientras yo protestaba. El cirujano tenía manos de oro y la operación culminó al cabo de dos horas.

Mis maravillosos cuñados me estaban esperando en la sala de recuperación y estuvieron conmigo durante varias horas del posoperatorio. Liba mandó a una de sus hijas a que se quedara conmigo toda la noche en la sala. A la mañana siguiente ya estaba caminando y la mañana después, 40 horas después de la operación, pedí que me dieran el alta. Enseguida me firmaron los papeles.

Me sentía increíblemente bien. No tuve que tomar ni siquiera un analgésico. Pero mientras a mí me iba lo más bien, no pasaba lo mismo con Liba. Mi riñón le causó un shock en el cuerpo y no la ayudó en nada. Sus riñones enfermos habían sido desconectados, por lo que ella dependía del mío para poder sobrevivir. Yo me deprimí mucho y lloré sin parar durante dos días consecutivos. Les pedí que rezaran a personas de todo el mundo. Gracias a Dios, poco a poco, el nuevo riñón de Liba empezó a funcionar. Y ayer le dieron de alta del hospital.
Donar mi riñón fue algo maravilloso para mí. Porque salva una vida. Pero para mí no fue una elección, porque sentí que eso era lo que Dios quería que hiciera. Y dicho sea de paso, solamente en Israel hay 700 personas esperando un donante.

Por favor continúen rezando por la total recuperación de Liba bat Hadasa. ¡Que Dios los bendigue!

 

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