Un Mundo de Benevolencia

Es muy fácil caer en la trampa de pensar que las posesiones materiales nos van a proporcionar una felicidad interna y permanente…

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Yael Karni

Posteado en 05.04.21

“El mundo se basa en la benevolencia” (Salmos)

En hebreo, la palabra “benevolencia” se dice jesed, que es la fuerza espiritual con la que HaShem creó la existencia. Todos cada instante que existamos, y en las plegarias que recitamos a diario damos constancia de esto: “HaShem, en Su benevolencia, renueva cada día, en forma continua, la obra de la Creación” [Bendiciones del Shemá]. De hecho, el significado más profundo de la palabra jesed es el hecho de dar en forma ilimitada.

Dice el profeta Mija: “HaShem te ha dicho: oh hombre, qué es bueno, y qué te manda Dios – sino que actúes con justicia, que ames la jesed y que andes con humildad ante tu Dios”.

El Ramak (Rabí Moshe Cordovero, el famoso kabalista del siglo 16), en su famoso tratado kabalístico-ético, La Palmera de Devora, nos alienta a que imitemos los atributos de HaShem como un medio para alcanzar la santidad. Él basa su enfoque en los trece atributos de Compasión mencionados nuevamente por el profeta Mija, uno de los cuales es “pues Él se deleita en la benevolencia”. Al tratar de emular todos los atributos, podemos transformarnos en el conducto a través del cual lleguen las bendiciones de HaShem al mundo entero.

La primera personalidad bíblica que simbolizó y de hecho creó un canal espiritual para la jesed fue Abraham. Él desarrolló la espontaneidad de dar, siendo hospitalario no sólo con las personas que lo necesitaban o acercando a la gente a HaShem a aquellos que así lo deseaban, sino más bien creando un deseo de dar. Al emular a HaShem en este atributo divino en particular, Abraham y Sara no sólo les dieron a las personas vida en un sentido físico, sino también y más que nada vida espiritual, al acercarlos a HaShem.
 

El término hebreo para “amor” es ahavá, proveniente de la raíz “hav”, que significa “dar”. Nuestros Sabios nos dicen que por ese motivo la forma de crear verdaderamente un amor por el otro es dándole. La persona que se acostumbra a dar, está ganando un montón espiritualmente. Además, el acto de dar le da a uno una gran satisfacción, ya que es un acto espiritual y bastante “adictivo”!

Nosotros vivimos probablemente en una de las sociedades más materialistas y más consumistas que alguna vez hayan existido. La tentación de comprar y poseer objetos es tremenda y por lo tanto es muy fácil caer en la trampa de pensar que las posesiones materiales nos van a proporcionar una felicidad interna y permanente. Incluso ingerir sustancias peligrosas para obtener una sensación de bienestar es una forma de tomar, de egoísmo. Y obviamente, viceversa.

El pueblo judío es conocido por su benevolencia. No hace falta más que ver cuántas organizaciones de caridad existen, por lo general, en cantidad absolutamente desproporcional con el tamaño de la comunidad.

En Londres, donde yo vivo, por ejemplo, hay una organización de caridad que se dedica a servir de asistencia a judíos que tienen problemas mentales. Yo entiendo que esta organización fue fundada por un par de familias que tenían familiares con enfermedades mentales y que querían ayudar a otros que estuvieran en situaciones parecidas. A partir de ese pequeño deseo de ayudar, la organización fue creciendo más y más, hasta convertirse en una entidad muy famosa que ha ofrecido ayuda y apoyo a muchísimas personas, permitiéndoles enfrentar estas enfermedades tan difíciles.

HaShem siempre ayuda a aquellos que están deseosos de ayudar.

Incluso aquellos judíos que tal vez no se consideren a sí mismos religiosos [e incluso se consideren anti-religiosos] muchas veces sienten el deseo de ayudar a las demás personas. Piensen por ejemplo en los primeros psicoterapeutas -Freud, Jung, Adler- y aquellos judíos que lucharon en contra del régimen de apartheid.

El santo Jafetz Jaim (Rabí Israel Meir Kagan) describe en su libro Ahavat Jesed (El amor a la benevolencia) todas las áreas de benevolencia en las que uno debería actuar, yendo desde la obligación de dar prestado, hasta pagar los salarios a tiempo, no vengarse de alguien que nos ha ofendido, dar un diezmo, o sea, una décima parte de nuestro sueldo a fines de caridad, ser hospitalario con los huéspedes, visitar a los enfermos, acompañar a los muertos hasta la tumba y consolar a los dolientes, escuchar a aquellos que están pasando por un momento difícil. Si vas a cualquiera de las numerosas comunidades religiosas, vas a ver todas estas leyes en práctica de manera ejemplar.

El atributo de jesed es tan importante que el Jafetz Jaim nos dice que sirve para expiar los pecados que uno pueda haber cometido. De hecho, los sabios nos dicen que por el mérito de estudiar Torá y hacer jesed, la persona se salva de todos aquellos juicios y tribulaciones que están asociados a la llegada del Mashíaj.

Por supuesto que hay personas que pueden dar con un deseo muy genuino y a pesar de eso no sienten ninguna elevación espiritual. ¿Por qué? Lo que ocurre es que todos tenemos una Inclinación al Mal y a veces esta Inclinación al Mal es bastante ingeniosa y nos hace pensar que estamos haciendo algo altruista cuando en realidad, en lo más profundo de nuestro ser, lo que ansiamos es el honor y el prestigio. Por eso nos sentimos engañados cuando nuestra jesed pasa inadvertida. En efecto, ese no es el verdadero “dar”, sino que es más bien una forma de “recibir”, o dar a fin de recibir. O sea, es algo condicional.

Recuerdo hace varios años que tenía una amiga que murió trágicamente a edad muy joven. Esta amiga había estado enferma varios años y cada vez se fue poniendo más débil. Ocasionalmente, cuando la iba a visitar, ella me pedía que me fuera enseguida, porque no tenía fuerzas para recibir visitas. Su madre nos contó que una vez una amiga de la infancia de su hija había ido a visitarla y también le pidieron que se fuera. Por desgracia, esta amiga jamás volvió a ir a visitarla, porque se ofendió al ser “echada”. Eso implica que su “dar” dependía de “recibir”.

Nuestros Sabios nos enseñan que el mundo se apoya en tres cosas: la Torá, la Plegaria y la Benevolencia. ¿Acaso pueden imaginarse un mundo de benevolencia? HaShem nos dice que esto es factible. Solamente tenemos que creer que es posible.

 

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