La oscuridad del iluminismo

El intelecto es una herramienta que podemos usar pero el intelecto no puede demostrar en forma contundente si ternemos o no tenemos libre albedrío. Por su parte, el alma sabe que tenemos libre albedrío. Y es por eso que sentimos por intuición la realidad de lo que nos enseña la Torá: que sin lugar a dudas sí tenemos libre albedrío.

¿Y de qué manera esto se relaciona con Jánuca?

Enseñan nuestros Sabios acerca del segundo versículo de la Torá: “Y la tierra estaba sorprendentemente vacía con oscuridad en la superficie del abismo, y la Presencia Divina flotaba sobre la superficie de las aguas”. Este enigmático versículo apunta a muchas enseñanzas muy profundas. Una de ellas es la futura historia del pueblo judío. Sin entrar en los aspectos técnicos del texto, nuestros Sabios enseñan que este versículo alude a los cuatro exilios que sufriría el pueblo judío, como así también su redención final y la llegada del Mashíaj, muy pronto en nuestros días.

Lo que tiene relevancia con nuestro análisis es la descripción del versículo del tercer exilio. De acuerdo con nuestros Sabios, la palabra “oscuridad” se refiere al tercer exilio, o sea, al exilio bajo el Imperio Griego. A un nivel elemental, la razón por la que el exilio griego se simboliza con el término “oscuridad” se debe a los duros decretos que nos impusieron los griegos durante su ocupación de la Tierra Santa. En aquella época, ellos prohibieron observar el Shabat, la circuncisión y muchos otros preceptos.

Pero incluso si tenemos en cuenta esta explicación, todavía nos quedan dos dificultades básicas con el término “oscuridad” con referencia a los griegos. En primer lugar, a lo largo de nuestra historia, muchas naciones emitieron crueles decretos contra nosotros. La vida bajo el dominio babilonio, persa, asirio, y demás, estuvo llena de dificultades. Entonces ¿por qué los griegos y sus decretos son catalogados en forma específica de “oscuros”?

En segundo lugar, y más problemático que lo anterior, es uso del término “oscuridad” con referencia a lo que se consideraba el pueblo más iluminado de aquella época. El arte, la literatura y la cultura que florecieron durante los años de dominio griego. La filosofía y la literatura griegas hasta el día de hoy se leen y se consideran fuentes de la perspectiva mundial actual. ¿por qué entonces nuestros Sabios clasificaron este exilio como “oscuridad”, en especial si tenemos en cuenta la contribución de los griegos a la historia como esencialmente lo contrario?

Existen numerosos enfoques a esta cuestión pero me gustaría sugerir uno que surgió en un reciente debate que tuve con uno de nuestros alumnos. En esta charla en particular, el alumno planteó un viejo interrogante: ¿Por qué observamos la Torá? Al ahondar en el tema, vi que lo que en realidad estaba preguntando era por qué hacemos cada cosa que hacemos. Sus preguntas estaban en el punto intermedio entre una crisis existencial y un total aburrimiento con el mundo. Pero antes de compartir con ustedes mi respuesta, les pido por favor que no piensen que voy a revelar el secreto de la existencia. Les voy a confesar que la verdad no sabía qué decirle a este alumno (porque la realidad es que tampoco sabía qué decirme a mí mismo!!)

Juntos llegamos a la siguiente idea: si uno considera a un nivel puramente intelectual, por qué vale la pena vivir la vida, esto puede convertirse en un laberinto bastante difícil de atravesar. Porque a cada vuelta de la esquina, la mente puede responder: ¿Quién dijo eso? o “Esa es tu opinión”. Para mí esa clase de debates son una frustración total.

Pero al analizar más a fondo, le pregunté si él ama a alguien, si quiere compartir la dicha de la vida, si quiere tener una relación cariñosa con su familia. Me respondió que sí a todo. Sentí que la que me estaba hablando era su neshamá, su alma, no su cerebro. El alma sagrada que Hashem nos puso a cada uno de nosotros se ve atraída como un imán, a la vida. No podemos verdaderamente explicar o intelectualizar la respuesta, pero buscamos la vida. No hace falta ninguna explicación filosófica. La Fuente de Vida nos infundió el amor y el deseo de vivir. A veces la gente se separa de esa voz interior y no siente atracción por la vida, pero entonces le duele adentro, porque hay una voz sagrada clamando ser liberada para abrazar el universo y todas sus bendiciones.

¿De qué manera se relaciona esto con Jánuca y los griegos?

Grecia era la fuente de la grandeza intelectual. En un mundo que, hasta esa altura, adoraba estrellas y se inclinaba antes los árboles, el rigor intelectual de los griegos fue como una cachetada en el rostro de la humanidad que despertó a las naciones idólatras de su necedad y llamó al hombre a investigar el mundo.  Pero a pesar de todos sus logros positivos, los griegos tenían una realidad oculta y negativa – una verdadera “oscuridad”.

El alma ya no era más la brújula que nos orientaba a la vida. Nuestra voz interior y el alma Divina ya no eran la vara de medición para valorar el mundo. Ahora la mente se había vuelto el árbitro de la sociedad. Y cuando la mente se transforma en árbitro, lentamente se va silenciando la natural atracción por lo Divino. Nos quedamos con mentes brillantes en un mundo en el que los valores se van haciendo relativos. Y nuestros Sabios enseñan que eso es “oscuridad”. En los otros exilios también se emitieron duros decretos pero ningún otro imperio socavó la fuente de la verdad y el valor.

Así que esta próxima Jánuca, meditemos acerca de los regalos de Hashem, el regalo de la Torá, que le da al pueblo judío y a toda la humanidad una luz de guía a la verdad y la moral y el regalo de un alma sagrada que tiene la capacidad de percibir esa luz.

Eso es lo que representa la luz de la menorá: la simple y preciada luz de nuestras almas, que es capaz de iluminar hasta la más terrible oscuridad. Y muy pronto esa luz crecerá y encenderá el brillante fulgor del conocimiento y la conciencia de la soberanía de Hashem en este mundo. Ojalá podamos verlo muy pronto.