Piedad sensata – Parashat Shemot

“Él vio su sufrimiento y vio a un egipcio golpeando a un hebreo, uno de sus hermanos….” (Exodo 2:11).

Rashi analiza el pasaje citado diciendo que Moisés “dio sus ojos y su corazón” para sentir el sufrimiento de sus hermanos. En otras palabras: Moisés abrió los ojos bien grandes para ver el sufrimiento de sus hermanos. Cuando se trató de la angustia de su pueblo, Moisés no miró para el otro lado; él miró, sintió el dolor de ellos e hizo lo que pudo para aliviarlo. Moisés nos demuestra lo que es la verdadera piedad: piedad con buen sentido; piedad que no es a expensas de una persona necesitada. Él cuidaba los ojos en forma impecable pero los abría cuando tenía que llevar a cabo un precepto con ellos.

Rabi Najman de Breslev se refiere a dos aspectos del cuidado de los ojos: desde un punto de vista, la persona tiene que cuidarse de no mirar nada que le esté prohibido mirar, pues la Torá nos manda que no nos descarriemos tras nuestros ojos. Nuestros sabios nos enseñan que aquello que los ojos ven, el corazón lo desea; y viceversa: lo que el ojo no ve, el corazón no lo desea. Aquel que cuida sus ojos está evitando que su corazón y su mente se contaminen de pensamientos lujuriosos. Así como la Torá yuxtapone el corazón a los ojos, Rashi da testimonio del exaltado nivel de la piedad de Moisés, que era capaz de usar los ojos y el corazón para ayudar a sus hermanos. Este nivel de auténtica piedad, acoplado a sentido común, fue lo que hizo de él el más grande líder de nuestro pueblo.

El segundo aspecto de cuidar los ojos es evitar mirar las locuras de este mundo con todas sus tentaciones físicas. Moisés también sobresalía en este aspecto porque al final de su vida logró pararse delante de toda la congregación de Israel y declarar con sus diez dedos en el aire que jamás le había quitado nada a nadie.

Moisés nos enseña que hay veces en la vida en las que tenemos que abrir los ojos. La Torá lo expresa en forma explícita: “No ignorarás”. Si vemos a una persona agobiada por el peso de su carga, no miramos hacia el otro lado y después decimos que no la vimos. El que ignora a una persona que necesita ayuda es culpable de lo que Rashi denomina “enterrar sus ojos para abstenerse de salvar a una persona”. Esto es lo que la Guemará llama “piadoso necio”, que deja que una mujer se ahogue en el río porque no quiere mirar a mujeres. Es evidente que “enterrar los ojos” y abstenerse de cumplir con el sagrado precepto de pikúaj nefesh, salvar una vida humana, demuestra que la así llamada “piedad” está desprovista de todo sentido común. El Tosafot añade la historia de una persona que se puso a rezar con los tefilín en la cabeza mientras un niñito se estaba ahogando. El hombre dijo: “En cuanto me quite los tefilín voy a ir a salvar al niño”. Pero para entonces, ya era demasiado tarde.

La Guemará se burla de la falta de sentido común de los piadosos necios, llamándolos “los abstinentes sangrantes”, porque van con los ojos cerrados para que todos vean que son santos y entonces se dan golpes en la nariz contra las paredes, y las narices les sangran…

Hace un tiempo, un hombre iba caminando por el mercado de Mea Shearim en Jerusalén. De repente vio una bolsa de plástico con cables eléctricos tirada en la basura frente a uno de los negocios. De inmediato llamó a la policía. En síntesis: un terrorista había colocado una bomba que habría costado las vidas de cientos de personas. Pero este individuo piadoso y a la vez alerta ayudó a evitar una catástrofe.

Cuando abrimos el corazón y los ojos a las necesidades de los demás, Hashem cubre todas nuestras necesidades.