La Honda

Antes, cuando pensaba que estaba “arriba”, haciendo las cosas que el resto del mundo me decía que eran buenas y deseables, en realidad estaba bien abajo.

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Jennifer Woodward

Posteado en 05.04.21

Yo soy una persona visual. Me gustan los gráficos y las imágenes y me gusta hacer garabatos en los márgenes de los cuadernos… o en toda la página. El dibujo me permite expresarme mientras silencio de mi mente el ruido del mundo. Al contemplar las páginas en blanco, por lo general no sé qué tengo que escribir. Simplemente sé que tengo que escribir. Por lo general empiezo con algo simple, como el tiempo, y eso ya alcanza para abrir las represas y dejar fluir las palabras con poco esfuerzo. Después leo lo que escribo, a veces en forma repetida, agradecida por la oportunidad de expresar aquello que no sabía siquiera que había que expresar.

 

Dado que Hashem me condujo a Breslev y a Rabí Najman, con sus enseñanzas de plegaria personal, me doy cuenta de que mi necesidad eterna de expresarme a través de la escritura era en realidad mi alma anhelando conectarse con su Creador. No es sorpresa que mis sesiones de plegaria personal adopten una forma bastante similar a mi escritura. Ahí estoy yo, mirando esta bellísima hoja en blanco, gozando de la oportunidad de hablar con mi amado Padre Celestial sin que sepa siempre qué es lo que debo decir, solamente sabiendo que tengo que hablar. Y entonces empiezo y después de un rato las represas se abren y llegan las palabras. A veces la única opción posible es cantar, otras en que me caen las lágrimas por el rostro, y otras en que no me alcanza el tiempo para decir todo lo que tengo que decir, y otras en que las palabras no me salen por más que trate. Me doy cuenta de que mi actitud es un factor crucial.

 

Últimamente experimenté algunos desafíos, llámense intentos del instinto del mal de hacerme caer en sensaciones y pensamientos negativos. Me he sentido frustrada y cansada de luchar con tanta negatividad. Quería solamente darme por vencida y aceptar que estaba “de mal humor”. Me sentía estancada, como si me hubiera deslizado hacia abajo. No tenía ganas de rezar ni de escribir y cada noche me alegraba de poder ya irme a dormir y “tener un descanso” por un buen rato….

 

Entonces me acordé de una clase que había escuchado, acerca de las caídas son necesariamente parte de las subidas. Y entonces me vino a la cabeza una honda en la que uno tiene que tirar el hilo hacia atrás para poder dar en el blanco.

 

Visualicé mi vida como un gráfico: antes y después de la emuná. Antes de la emuná, cuando pensaba que estaba “arriba”, haciendo las cosas que el resto del mundo me decía que eran buenas y deseables, en realidad estaba bien abajo. Y cuando pensaba que estaba “abajo”, haciendo las cosas que el mundo me decía que eran difíciles y aburridas, en realidad estaba arriba!

 

Ahora toda mi perspectiva cambió de los altibajos que he sufrido. Y veo con claridad que cada vez que sentí que iba abajo, Hashem me cuidaba y me preparaba para el inevitable movimiento ascendente. Era obvio que todo este proceso era solamente para bien!

 

Si tan sólo hubiera sabido todo esto antes en la vida, me habría ahorrado mucha lucha. Pero entonces esto también fue un descenso en aras del ascenso! Aquel primer momento en que aprendí de la emuná fue un instante de liberación, y entonces la honda se disparó e inicié mi viaje hacia arriba, rumbo a mi objetivo de vida: mi misión de vida.

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