Elige tu emoción
Dany se fijó la hora en el reloj. Había pensado en proponerle matrimonio a Noemí, pero ella todavía no había llegado… ¿Dónde estaba, por amor a Dios?
Dany, después de sus dos citas con Noemí, tenía estrellitas en los ojos. Ella era exactamente lo que él estaba buscando: atractiva, inteligente, de buen corazón. Dany decidió “subir la apuesta” en la tercera cita, invitando a Noemí a uno de los mejores restaurantes de Sao Paulo. Quedaron en encontrarse a las 8.00 pm en punto…
Dany se compró un traje nuevo para la ocasión. Esa noche se duchó y se vistió como si fuera su noche de bodas, porque estaba seguro de que esa noche era la que iba a llevarlo directamente a su casamiento. Se miró en el espejo, se arregló la corbata y se inspeccionó de la cabeza a los pies. Sonrió de oreja a oreja porque todo estaba perfecto. Había pasado su propia auto-inspección con un diez!!
El afortunado taxista que llevó a Dany desde la casa de sus padres hasta el restaurante recibió la mejor propina que le dieron todo ese mes. Dany llegó al restaurante con diez minutos de anticipación y le pasó al jefe de los mozos un billete de veinte dólares para que le asegurara el rincón más romántico, junto al viejo hogar de leños. Dany estaba en las nubes, seguro de que Hashem devuelve el dinero que uno gasta en cumplir Sus preceptos. ¿Y qué mejor precepto que buscar una mujer con la cual fundar una familia?
A las 7.59 pm Dany se sentó a la mesa. Le dio un sorbo al vaso de agua helada que le sirvió el mozo y se fijó en el reloj: 8.02 pm. ¿Y qué problema hay?”, pensó. “Las mujeres nunca son puntuales…”.
A las 8.10, el mozo le sirvió un platito con palitos de verduras frescas y unas galletas de sésamo para que picara mientras decidía qué ordenar de comer. Noemí todavía no había llegado. Dany trató de ir mirando el menú, pero de repente se dio cuenta de que no lograba concentrarse. ¿Dónde está Noemí? Eran las 8.13. Dany empezó a inquietarse. A las 8.16, llamó al celular de Noemí. El teléfono sonó varias veces pero al final le respondió la contestadora automática.
A las 8.20, el cuello abotonado de Dany empezó a resultar asfixiante. En ese momento llegó el mozo a preguntarle qué deseaba ordenar. “O..ot.otro momentito más y ya le d-d-dig-digg-o”, tartamudeó Dany, seguro de que el mozo se había dado cuenta de que lo acababan de dejar plantado…
Dany marcó otra vez el número de Dany. Eran las 8.30. Y otra vez no obtuvo respuesta. Dany sintió una mezcla de menosprecio y desánimo. Y para empeorar las cosas, a las 8.40 el mozo volvió y le dijo: “Señor, si no va a pedir nada, entonces discúlpeme, pero hay como diez parejas esperando que se vacíe una mesa como esta…”.
Dany esperó otros quince minutos más en el pasillo afuera del restaurante. Noemí no llegó. Él no podía creer que ella fuera capaz de hacerle algo así. ¿Ni siquiera un llamado de teléfono o un mensaje de texto? ¿Qué tanto le molestaba mandarle unas cuantas palabras por WhatsApp? Y él… que había pensado que ella era una persona de buen carácter… Qué ingenuo…
El enojo y la frustración le quitaron el sueño. Ojalá no hubiera vuelto a casa, porque ahora, para colmo de males, tenía que responder a las preguntas de sus padres. Ojalá nunca hubiera conocido a Noemí; estaba dolido, por afuera y por dentro…
Al día siguiente, apenas si logró levantarse de la cama. Pero entonces oyó gritar a su mamá en la cocina: “¿Qué? ¿Que la atropelló un auto? ¿Dónde? ¿A qué hora? ¿Está consciente?”. El corazón de Dany se le puso como una piedra. En la garganta se le hizo un nudo. Tras el primer shock, Dany fue corriendo a la cocina. Su mamá estaba hablando con la mamá de Noemí, que había pasado toda la noche junto a Noemí en el hospital. Un conductor borracho había cruzado el semáforo en luz roja y la había atropellado mientras ella cruzaba la calle para encontrarse con él. Se había roto la cadera y sufría otras lesiones leves, pero gracias a Dios estaba con vida…
Dany se miró al espejo del baño con lágrimas cayéndole por las mejillas, mientras le salía de la boca espuma blanca con olor a dentífrico. “Qué idiota qué eres”, se gritó a sí mismo. “Tú pensabas que eras el santo mártir y que ella te había dejado plantado. ¡Egoísta! Mientras ella sufría una agonía, tú no pensabas más que en ti mismo!”.
Muchas veces en la vida nos enfrentamos a situaciones que parecen ser lo opuesto de lo que son en realidad. Por eso siempre debemos evitar a toda costa juzgar mal a los demás. Tenemos que elegir qué emoción sentir. Dany podría haber elegido estar preocupado por Noemí en vez de sentir lástima por sí mismo. Y así como antes de Pesaj nos libramos de todo el jametz, de todo el fermento, también conviene que nos libremos de todos los sentimientos negativos con respecto a las personas que nos rodean. Porque Pesaj es, por sobre todas las cosas, una fiesta de liberación!
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