Completando el ciclo

“Y el polvo retorna a la tierra como antes, y el espíritu retorna a Dios, Quien lo dio” (Eclesiastés 12:7)

¿Cómo se puede empezar siquiera a escribir acerca del final de la vida? Componer un tributo a alguien que ha fallecido recientemente es tanto complicado como doloroso, y en especial cuando esa persona es el padre o la madre. Con la ayuda de Dios, espero que esto sea para la elevación del alma de mi padre tan amado y de paso para fortalecer a otras personas.

Mi padre, Yosef ben Itzjak David, q.e.p.d, se fue de este mundo en Simjat Torá (isru jag en Israel). La última vez que vi a mi padre fue en Canada hace casi dos años. A pesar del goce que me produjo pasar tiempo con él, mi regreso a Canada fue para mí como si hubiera descendido a un pozo negro y muy profundo. Desde que hicimos aliá  y empezamos a vivir una vida de Torá, ir a cualquier otro país fuera de la Tierra Santa me produce un efecto sofocante. Y si bien me resulta sumamente difícil vivir lejos de mi familia, ese es el sacrificio que hacemos para vivir en la Tierra de Israel. Gracias a Dios, mi padre apoyó totalmente nuestra decisión y la apoyó abnegadamente a pesar de las dificultades que seguramente le ocasionó.

Ese tremendo abismo que superé en aras del precepto de honrar a los padres ahora ha vuelto en la forma de un vacío oscuro dentro de mi corazón. Hashem sabe perfectamente cómo funcionan nuestras emociones y por eso el judaísmo tiene leyes que explican paso por paso qué es lo que debemos hacer en estos momentos tan difíciles de la vida, tanto por nuestro propio bienestar como por el bien de la neshamá (alma) del difunto. Aprendemos que en la medida de lo posible uno debería tratar de abstenerse de un dolor descontrolado y de hecho se nos ordena que no caigamos en la desesperación, ya que todo proviene de Hashem. Cuando nos enteramos del fallecimiento de alguien, respondemos de inmediato con la frase “Baruj Daián HaEmet” – Bendito es el Juez Verdadero.

Así como uno hace con cualquier agujero, en estos casos también debemos tratar de llenarlos y suavizarlos para que podamos seguir adelante con la vida. Y así como uno nunca vertería barro en una copa de cristal, sino únicamente el mejor champagne, que es digno de semejante recipiente, de la misma manera debemos llenar el vacío de nuestras almas con kedushá (santidad) y con mitzvot (preceptos, buenas acciones).[1] Durante la Creación, nuestro Padre Celestial creó un vacío dentro del caos para que dicho vacío contuviera Su Luz para bien de la humanidad. Es nuestra responsabilidad ayudar a llenar esa cavidad cumpliendo con Su voluntad, trayendo bondad, compasión, armonía, paz y alegría al mundo y devolviendo las chispas ocultas que fueron dispersas al comienzo. Al hacerlo, no sólo que nos estaremos conectando con Hashem sino que estaremos dándole a nuestra neshamá el combustible necesario para elevar esas chispas a niveles más exaltados en el Mundo Superior.

La gente por lo general tiene un miedo muy real de morir pero una vez que hemos perdido a alguien tan cercano, ese miedo se suaviza. Como es sabido que la vida continúa después de la muerte en un ámbito diferente, entendemos que el fallecimiento no es el fin en absoluto. De hecho, es solamente el comienzo, el inicio de la eternidad. Si el difundo tiene el mérito de entrar al Gan Eden (Paraíso), que oramos porque así sea, entonces se embarcará en un viaje infinito dentro de una esfera espiritual con dicha pura y celestial, a una existencia que está mucho más allá de nuestro limitado entendimiento humano. Rabi Najman, que su memoria sea una bendición, llamaba al viejo cementerio de Uman “la Casa de los Vivos” y allí fue donde quiso que lo enterraran.

Mi madre, q.e.p.d, nos dejó hace más de 22 años cuando yo era todavía una madre muy joven con niños pequeños. Poco después de su muerte, se me apareció en un sueño. Yo creo que estaba tratando de consolarme, porque cuando me desperté me sentí totalmente llena de una sensación de calma y tranquilidad. En el sueño, nos encontramos en un lugar muy oscuro, pero yo la vi claramente. Nos abrazamos; yo lloré y ella me dijo que estaba bien y entonces me reveló algo que siempre estará en mi mente: “El corredor entre la oscuridad y la luz no es muy lejos”. Estas mismas palabras ahora me han dado mucho consuelo con respecto a mi padre, cuya esencia espiritual se encuentra en una transición entre el ámbito de lo físico y un plano de otro mundo.

Mi padre falleció la mañana de Simjat Torá, el día en que celebramos junto con la Torá. Ese día, el ciclo de nuestra lectura de la Torá se completó. De la misma manera, la parashá final de Yosef ben Itzjak David se completó en su propio ciclo cuando retornó su alma al Creador.

 Estas palabras tradicionales de consuelo que me ayudaron tanto en mi momento de aflicción tienen significado para todos nosotros:

“Que el Todopoderoso te consuele entre los dolientes de Sión y Jerusalén”.

Es mi plegaria que el mundo en general y el pueblo judío en particular no sufran más y la oscuridad muy pronto se transforme en Luz. Que tengamos el mérito de darle la bienvenida al Mashíaj y que seamos testigos de la reconstrucción del Beit Hamikdash y la reunión con nuestros familiares y nuestros amigos ya fallecidos muy pronto en nuestros días. Amén!