El largo viaje a casa

Hashem nos pone en este mundo pasajero y nos dice: “Quiero que te acerques a Mí. Quiero una relación afectuosa y cercana contigo…

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Jenn Safra

Posteado en 04.04.21

El Sr. Jones era un londinense que vivió a principios del siglo pasado y estaba acostumbrado a una vida de lujo y confort. Un día, su buen amigo el Sr Smyth le dijo al Sr Jones que en Uganda, Africa, se podía amasar una fortuna. “Africa occidental es famosa por su industria de diamantes”, le aconsejó. No pasó mucho tiempo antes de que el Sr Jones decidiera viajar a Uganda. Pero por aquella época viajar era muy complicado y el Sr Jones tuvo que viajar muy liviano con solamente una módica cantidad de dinero. En Uganda, el Sr Jones trabajó denodadamente buscando diamantes raros cuando ¡eureka! – Un día se cruzó con una cueva llena de las piedras preciosas y los diamantes más finos. “Gracias, Dios mío”, exclamó el Sr Jones, cuya alegría no supo de límites. Entonces tomó la mochila que había traído consigo especialmente con ese fin y la llenó hasta el tope. La bolsa era muy pesada pero por supuesto que el Sr Jones la transportaba muy feliz.

 

El Sr Jones había estado en Uganda un tiempo antes de ser bendecido con este tesoro. Para entonces ya se había gastado todo el dinero que había traído desde Londres y no le quedaba dinero para volver a casa.  “¿Y ahora qué hago?” se preguntó. En Africa no había ningún lugar donde cambiar sus diamantes por dinero, ni siquiera por una fracción de lo que iba a recibir por ellos en Londres. Sin tener otra opción, tomó su bastón y empezó el largo viaje a casa. El Sr Jones fue a pie, hizo dedo y dormió donde pudo. Varias veces tuvo que aceptar trabajos de segundo nivel  para poder la posada donde dormía. A veces, el único lugar que encontraba para dormir era un establo lleno de ratas. Incluso a veces pidió limosna para poder comer. Viajó por bosques  y desiertos peligrosos. Al cabo de un mes, por fin llegó a la costa del norte de Africa y consiguió un puesto de trabajo en un barco que zarpaba rumbo a Londres. Nadie se fijó siquiera en su bolso, que estaba bajo el montón de ropa sucia que despedía un olor terrible por no haber sido lavada más de un mes. Finalmente, su viaje tan largo y tan cansador llegó a su fin exitosamente cuando su barco llegó al puerto de Londres.

 

Sin embargo, al llegar a Londres, el Sr Jones tenía un olor terrible por no haberse bañado tanto tiempo. Así fue como llegó a la casa del Sr Smyth. Cuando el mayordomo le abrió la puerta, casi se la cerró de un golpe en la cara pero entonces el Sr Jones exclamó: “Dígale al Sr Smyth que el Sr Jones ha llegado de Uganda!”. Tras unos minutos de espera, la puerta volvió a entreabrirse. El Sr Smyth se quedó extasiado al ver a su amigo y de inmediato dio órdenes a los sirvientes de que le prepararan un baño y le indicaran dónde quedaba la habitación de los huéspedes, donde lo esperaba ropa nueva y limpia.  El Sr Jones se pasó toda esa noche  contándole al Sr Smyth  los detalles de su viaje a Uganda, cómo encontró el tesoro y cómo había hecho para regresar a casa. Al día siguiente el Sr Smyth fue con él a un famoso comerciante de diamantes de Londres, que le dio al Sr Jones una fortuna por la mercadería. De la noche a la mañana, el Sr Jones se había transformado en un multimillonario, y uno de los hombres más ricos no solamente de Londres sino de toda Europa!

 

Esa noche, el Sr Jones se quedó otra vez en la casa de campo del Sr Smyth antes de emprender su nueva vida. El Sr Smyth durante la cena se dirigió a él y le dijo: “¿Cómo lo lograste? Quiero decir – tú describiste tu viaje en términos físicos. Pero lo que quiero que me cuentes es cómo tú, un hombre acostumbrado a los lujos y la comodidad, viviste como un pordiosero durante más de un mes? ¡Debe haber sido algo insoportable!”. “No fue fácil”, respondió el Sr Jones, “muchas veces casi me vuelvo loco. Pero cada vez que quería bajar los brazos, secretamente abría el bolso y miraba los diamantes y eso me daba fuerzas para seguir adelante”.

 

Esta historia la contó el Jafetz Jaim ztzl para describir nuestro viaje por este mundo. Hashem nos pone en este mundo pasajero y nos dice: “Quiero que te acerques a Mí. Quiero una relación afectuosa y cercana contigo y quiero que formes una relación contigo mismo, con tu alma sagrada – neshamá”. Pero cómo lo hacemos? Nuestros Sabios de bendita memoria nos aconsejan: dedicarnos al estudio de la Torá, levantarnos temprano y rezar a Hashem. No dar rienda suelta a los deseos ni gozar en demasía de los placeres de este mundo. Recitar las bendiciones con la debida intención. No devolverle al otro cuando este te hiere. Entregarnos a Hashem y establecer una relación de amor mutuo”.

 

Sin embargo, no siempre es fácil. No siempre es fácil cuando todo el mundo nos está diciendo que disfrutemos de los placeres de este mundo. No obstante, cada vez que tengamos que obtener fuerzas para seguir adelante, recordemos que tenemos un bolso lleno de piedras preciosas y diamantes – las mitzvot – que cuando lleguemos ante Hashem en el Cielo podremos transformarlas en efectivo. Y por más largo que parezca el viaje, parecerá como un instante comparado con la recompensa eterna que nos espera tras los 120, regocijándonos en la luz de Hashem. Porque al fin y al cabo, las mitzvot mismas son las que nos traen la mayor cantidad de alegría y transforman nuestra esencia eternamente.

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