Una y otra vez

Por más emuná que tengamos, siempre necesitamos más. Porque Dios quiere que alcancemos niveles cada vez más altos, cada cual según su propia capacidad.

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Yehudit Channen

Posteado en 17.03.21

Por más emuná que tengamos, siempre necesitamos más. Porque Dios quiere que alcancemos niveles cada vez más altos, cada cual según su propia capacidad. Al igual que los judíos esperando que caiga el maná del cielo, cada nuevo día nos trae oportunidades para aumentar nuestra emuná.

 

Algunos de esos días te tiran una bola curva. Y algunas de esas bolas curvas te dan un golpe entre ambas cejas.

 

He aprendido que cada nueva prueba que se me presenta en la vida me encuentra sin emuná. ¿Cómo es que me falta emuná justamente cuando más la necesito?

 

La respuesta es que cada prueba viene a facilitarnos nuestra subida al próximo nivel espiritual. Si ya tienes toda la emuná que hace falta entonces no hay mucho que ganar de tu sufrimiento.

 

En mi trabajo de acompañamiento de duelo, he conocido a muchas personas que enfrentan la pérdida de un ser querido. La persona doliente tiene que pasar por distintas etapas para poder pasar de la devastación personal a la reconstrucción de una nueva vida.

 

Cuando Hashem nos envía una prueba difícil, en cierto sentido es una mini-muerte de la vida que habíamos tenido hasta ese momento. Esperar dar un salto inmediatamente a la serena aceptación y la fe completa es una exigencia demasiado difícil.

 

La razón por la que a mí  no me gustan muchos libros modernos acerca de los justos y muchas historias verídicas supuestamente “inspiradoras” es la forma en que se describe a los protagonistas. La persona que está enfrentando el desafío jamás parece titubear entre las distintas emociones. Jamás da la impresión de estar luchando con su fe, jamás se enoja con Dios y jamás se desespera. A la gente normal le cuesta mucho identificarse con alguien así.

 

Recuerdo haber leído un libro acerca de la mujer de Rabí Akiva, Rajel, quien alentó a su marido a que fuera lejos y estudiara Torá. Él se fue durante veinticuatro años y regresó siendo ya uno de los más grandes sabios talmúdicos de todos los tiempos. El enorme sacrificio dio sus frutos y Rabí Akiva públicamente le adjudicó a Rajel todos sus logros. Esta es una historia increíble que nos inspira a todos a sacrificarnos por la Torá. Pero según este libro, Rajel nunca se quejó. Nunca expresó soledad o frustración. Ella crió a sus hijos pequeños sola, sin dinero y sin ayuda. El escritor dice que estaba siempre feliz y contenta. Rajel nunca necesitó una palabra de consuelo, una noche en el restaurante, un abrazo, un trago fuerte…

 

Yo no me lo creo. Yo creo que Rajel sí fue un gigante espiritual pero también pienso que fue un ser humano. Y apuesto a que sufrió muchísimo y que tuvo días muy oscuros. Porque si no, ¿dónde está el sacrificio? Si no era una proeza, ¿dónde estaba la proeza?

 

La emuná no es meramente un concepto. Es algo que tenemos que luchar toda la vida por alcanzar. Cada vez que perdemos el autobús, el teléfono; cada vez que nos resfriamos, se supone que tenemos que utilizar la emuná. Y cuánto más si alguien se enfrenta a una grave enfermedad, a una pérdida de dinero o a una infertilidad que dura años. Esta clase de desafíos son capaces de sacudirnos hasta la médula. Ahí es donde empieza la prueba.

 

 

Cuando empecé a estudiar Jumash (la Biblia) me sorprendió el hecho de que nuestros sagrados Patriarcas cometieron errores. Recuerdo haber leído la historia de la Creación con la indignación de los nuevos religiosos: “¡Qué es esto! Eva tenía todo lo que se le antojaba y no pudo resistir comer el fruto prohibido? ¡Yo en su lugar me habría sabido controlar!”.

 

Pues bien, yo estoy segura de que en su lugar, yo me habría comido el fruto entero antes que Eva y encima habría pedido más…

 

Y pienso que en cada prueba en la que fracasaron los judíos en el desierto y después, yo también habría fracasado. Pero eso es lo que nos da la jutzpá (descaro) de alcanzar esas alturas espirituales. Si los más “elevados” sucumbieron a la lujuria, al temor, al enojo y a la avaricia, entonces todavía queda esperanza para nosotros! Nuestros santos patriarcas pecaron y se arrepintieron y entonces se acercaron aún más a Hashem! Esa es la verdadera inspiración!

 

No se espera de nosotros que seamos menos humanos en los momentos difíciles. No se espera que seamos estoicos frente a la aflicción. Tenemos que aceptar nuestras emociones negativas, controlarlas y finalmente transformarlas en emuná. De esa manera nos elevamos y les damos sentido a nuestros sufrimientos.

 

Las pruebas de fe pueden ser tremendamente dolorosas y pueden dar origen a la auto-compasión y a los cuestionamientos a Hashem. Y Hashem lo sabe. Él sabe que adquirir fe es una lucha de toda una vida. Una y otra vez caemos en un remolino de emociones pero con Su ayuda, podemos salir de allí y enfrentar la verdad. Pero primero tenemos que ser humildes y reconocer la dificultad. Una y otra vez.

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1. Jorge

5/30/2018

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5/30/2018

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