Los mensajeros de Hashem

El cáncer mató a mi marido. Él era joven, apenas 45 años, y dejó una viuda y cuatro pequeños huérfanos.

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Jana Kogan

Posteado en 04.04.21

El cáncer mató a mi marido. Él era joven, apenas 45 años, y dejó una viuda y cuatro pequeños huérfanos. Su muerte trajo oleadas de visitantes a nuestra casa durante la shivá (la semana de luto). Fueron días muy difíciles emocional, física y espiritualmente. El comité de mi sinagoga dispuso que los miembros de nuestra comunidad nos cocinaran las comidas a mis hijos y a mí. La gente trajo bebidas y cosas para comer para servir en la shivá. Una de las visitantes incluso lavó los platos de la cocina!

 

“Abrumada” es una palabra que ni siquiera empieza a describir cómo me sentía. Yo soy la clase de persona que dice “gracias” por las bondades que le hace la gente, pero en esa semana de shivá, uno supuestamente no tiene que darle las gracias a la gente por venir. El amor y la benevolencia que me demostraron mis hermanos judíos me hicieron llorar pero también hicieron trabajar jornada completa a mi mala inclinación, que me convenció de ignorar la regla de no dar las gracias y de no poder devolverles el favor. Mis sensibilidades occidentales me hacían sentir incómoda al tener que ser una molestira para tanta gente.

 

La resistencia se apoderó de mí durante aquellos días. Después de la shivá, empecé a buscar casos similares de resistencia interna en otras facetas de mi vida. Estaba en el “no, gracias” que dije cuando mis amables vecinos preguntaron si podían ayudarme a traerme las bolsas de las compras desde el auto hasta mi casa. Estaba en mi sensación de frustración por no estar en posición de negarme cuando mis familiares en el extranjero me enviaron ayuda financiera.

 

Durante varios años viví con estos sentimientos ambivalentes. Entonces leí En el Jardín de la Fe del Rabino Arush y me sentí reconfortada. Allí el Rabino Arush hace la siguiente declaración: “La emuná significa que aceptamos todo lo que nos pasa como la voluntad de Hashem”. Yo quería tomarme un tiempo fuera. Espere, me imaginé diciéndole al rabino, usted me quiere decir que Hashem quiso que mis vecinos aparecieran en el estacionamiento justo en el momento en que yo necesitaba ayuda? Sí!!

 

Me di cuenta de que yo era una shalíaj (mensajera) de Hashem! El shalíaj es un enviado encargado con una misión. Si eso es cierto, entonces cuál era mi misión en estos casos?

 

Después de mucho pensarlo, me di cuenta de que mi misión era aceptar la voluntad de Hashem. Aceptar la bondad de mis vecinos, recibir la ayuda financiera desde el extranjero equivalía a darle a mis familiares en los EEUU la oportunidad de contribuir con familias judías construyendo hogares judíos en Israel.

 

Nosotros, los inmigrantes angloparlantes en Israel, tenemos dificultad en aceptar la situación económica en la que nos puso Hashem. Por un lado, estamos muy agradecidos por la ayuda financiera que nos ofrecen nuestras familias, pero por otro lado, sentimos enojo y frustración si no logramos llegar a fin de mes sin esa ayuda.

 

La manera de superar esto, de acuerdo con el Rabino Arush, es hacer que la emuná preceda a la ideología. En otras palabras: el énfasis está en la voluntad de Hashem, no en la propia. Rabí Shalom Arush lo expresa así:

 

El Rey David nos enseña a buscar la guía de Hashem, cuando ruega (Salmo 25:5): “Condúceme en Tu verdad”. Tu verdad, no la mía, porque solamente Tú, Hashem, sabes lo que es mejor para mí. Él también pide (ibíd 73:24): “Que me guíes con Tu consejo”. Tu consejo, no el consejo de mi limitado cerebro humano.

 

Cada día somos los mensajeros de Hashem, tanto en las cosas grandes como en las más pequeñas. Que Hashem nos provea el conocimiento, el discernimiento y la sabiduría para cumplir con nuestra misión con humildad y responsabilidad.

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