El legado de los árboles
A lo largo de la historia de la Tierra de Israel, la plantación de árboles ha sido la señal distintiva del asentamiento.
Siete semanas después de que el pueblo judío salió de la esclavitud en Egipto, recibieron la Torá en el Monte Sinaí. En la Parashat Trumá, Hashem le ordena a Moshé que construya el Tabernáculo, el Templo móvil que los acompañó en su viaje por el desierto, hasta que llegaron a la Tierra de Israel, hasta que Salomón construyó el Templo Sagrado en el Monte Moriá, en Jerusalem.
Dentro del Tabernáculo, el utensilio más sagrado era el Arca del Pacto, en el que Moshé colocó las Tablas con los Diez Mandamientos que le había dado el Todopoderoso en el Monte Sinaí.
La base del Tabernáculo y del Arca estaban hechas de madera de acacia. La Torá dice: “Harán un arca de madera de acacia, de dos codos y medio de largo, un codo y medio de ancho y un codo y medio de alto” (Éxodo 25:10-11). La base de acacia estaba revestida por dentro y por fuera de oro puro.
Esto no queda claro. El Desierto del Sinaí es un lugar desolado. Tal vez haya algún que otro arbusto aquí y allá, pero no acacias. Entonces ¿de dónde provino la madera?
El Midrash Tanjuma (Trumá 9) nos dice que Jacob vio con su espíritu profético que el pueblo de Israel debería construir el Tabernáculo después de recibir la Torá. Por lo tanto, trajo consigo plantas de semillero cuando descendió a Egipto desde la Tierra de Israel y las plantó en el camino. Así fue cómo, cuando necesitaron la madera, los árboles ya eran maduros y tenían gruesos troncos, de más de dos siglos de edad. El Midrash añade que de los 24 tipos de cedro, la acacia es el más selecto.
Vemos entonces que uno de los principales legados de Jacob a las futuras generaciones tuvo que ver con los árboles: las semillas que plantó.
Hasta el día de hoy, los majestuosos árboles de acacia son el símbolo del Neguev y del Sinaí. Ningún otro árbol es tan adaptable al clima árido, al calor extremo de día y al frío extremo de noche.
A lo largo de la historia de la Tierra de Israel, la plantación de árboles ha sido la señal distintiva del asentamiento. El Profeta describe la absoluta paz y tranquilidad de la Tierra de Israel durante la época del reino de Salomón y el primer Templo Sagrado, como por ejemplo en: “Y Judá e Israel habitaron seguros, cada persona bajo su vid y cada persona bajo su higuera, desde Dan hasta Beersheva, todos los días de Salomón” (Reyes I, 5:5). Nuestros árboles, el asentamiento de nuestro territorio y nuestra seguridad como nación fueron cosas que siempre fueron de la mano.
La Guemará (Tratado Taanit 23ª) continúa la temática de los árboles con una historia acerca del sabio Joni Hamaaguel:
Un día, Joni Hamaaguel estaba viajando por la ruta cuando vio a un hombre plantando un algarrobo. Él le preguntó al hombre: “¿Cuánto tiempo va a tardar el árbol en dar frutos?”.
El hombre respondió: “Setenta años”.
Joni le preguntó entonces al hombre: “¿Acaso piensas que vivirás otros setenta años para comer el fruto de este árbol?”.
El hombre respondió: “Probablemente no. Pero cuando nací en este mundo, encontré muchos algarrobos que habían plantado mi padre y mi abuelo. Así como ellos plantaron árboles para mí, yo estoy plantando árboles para mis hijos y mis nietos, para que ellos puedan gozar de los frutos de estos árboles”:
Esa es la misma actitud que tenemos hasta el día de hoy.
Hoy en día, vemos que los mejores vinos del mundo provienen de los viñedos de la Tierra de Israel, especialmente de Samaria. Pueden estar seguros de que esta es una clara señal de la inminente Gueulá (Redención), tal como dice el Profeta (Jeremías 31:4): “Aún han de plantar viñedos en Samaria”. Vale decir, cuando vemos los vinos exquisitos una vez fluyendo desde la tierra de Israel, sabemos que Mashíaj pronto estará aquí, muy pronto en nuestros días. Amén!
Feliz Tu Bishvat!
1/25/2023
Amen. Shalom 🥰🇮🇱