Una ventana de oportunidades

¿Por qué a veces pasa que por mucho que uno reza, no obtiene lo que tanto anhela?

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Grupo Breslev Israel

Posteado en 29.09.24

Cuando la persona no lleva a cabo el trabajo de la voluntad, entonces ni siquiera sus plegarias van a poder cambiarlo. Y la prueba es que existen millones de personas íntegras que rezan tres veces al día y Le piden a Hashem que les dé sabiduría y que Le piden que las ayude a retornar en forma completa a Él pero a pesar de todo eso, no llegan a ser grandes tzadikim ni siervos de Hashem, y ni siquiera verdaderos penitentes. Y eso se debe a que la esencia de la plegaria es el trabajo de la voluntad. Sin eso, la plegaria es como un cuerpo sin alma.

La plegaria es nuestra ventana de oportunidades para expresar nuestras intenciones y trabajar nuestra voluntad. Nuestros Sabios tomaron intenciones supremas y maravillosas, las dispusieron en cierto orden y con ellas crearon los rezos y las bendiciones que recitamos día a día. Todo el objetivo de la plegaria es llevar las buenas intenciones a la boca del individuo. Si la persona lee el sidur como un robot, eso no se considera una plegaria. Pero incluso si uno piensa en lo que está diciendo pero no despierta su intención, entonces va a terminar la plegaria exactamente igual que como la empezó. Ninguna plegaria retorna vacía y ninguna palabra se pierde. Por lo tanto, la plegaria ejercerá su influencia en el Cielo según el poder y la intención que le hayas puesto, pero a ti esa plegaria no te va a cambiar en nada.

Sin embargo, cuando uno entiende el secreto de la vida, que es el trabajo de la voluntad, entonces las plegarias que uno dice se transforman en el regalo más preciado, y en el momento más dulce de su jornada. Esa es la oportunidad que uno tiene de dedicarse al elemento principal de la vida, que es el trabajo de la voluntad, vale decir, recitar cada palabra del rezo con intención y con ganas y, de esa forma, expresar sus buenas intenciones con la boca y fortalecer esas intenciones y reforzarlas, de modo que tengan el poder de hacerse realidad y ejercer efecto en este mundo, produciendo enormes beneficios y ayudándonos a adquirir logros espirituales con cada plegaria.

Con respecto a la recitación de los Salmos, hay gente que se sienta durante horas a recitar el libro entero de Salmos. ¡Afortunados de ellos! Se trata de un hábito excelente. Los tzadikim alabaron enormemente la recitación de Salmos de cualquier forma que sea. Tal como dijo Rabí Najman: “Si uno los recita con la debida intención, eso es muy bueno. Pero incluso sin eso, la recitación en sí misma es muy beneficiosa” (Sabiduría y Enseñanzas del Rabí Najman de Breslev, Sijot HaRan 141).

Sin embargo, si la persona quiere llevar a cabo un genuino cambio interno, entonces no debería fijarse una cantidad determinada de Salmos a recitar cada día ─por ejemplo: diez Salmos por día─ porque entonces se concentra únicamente en terminar la cantidad que se propuso, y está perdiéndose el valor principal de la recitación de Salmos, que es el trabajo de la voluntad. Por eso, es preferible que decida cuánto tiempo quiere dedicar a la recitación de Salmos. Por ejemplo, lo mejor sería reservar diez minutos para los Salmos y dedicar todo ese tiempo al servicio de la voluntad y a recitar los Salmos con tranquilidad, palabra por palabra, concentrándose en su intención de unirse a Hashem y anhelar a Hashem con cada palabra que dice. Y debería repetir una y otra vez los versículos llenos de inspiración que hablan de la buena intención. Yo mismo he visto a grandes tzadikim repetir el versículo: “Desvía mis ojos de contemplar vanidad; otórgame vida en Tu camino” (Salmos 119:37) durante horas y horas. Y repetían estas palabras con especial énfasis e intención, y como resultado, alcanzaron grandes niveles de protección a nivel de santidad personal.

Dice Rabí Najman: “Cada individuo a su nivel puede descubrirse a sí mismo en el Libro de los Salmos y alcanzar el arrepentimiento recitando los Salmos” (Likutey Moharán II 73). Hay versículos que expresan un deseo de santidad, de estudiar Torá, de dar las gracias, de cantar con alegría, y de muchas cosas más. En los Salmos vas a encontrar todas tus buenas intenciones a medida que los vayas recitando. Eso es lo principal en la recitación de Salmos: relacionarlos con tu propia persona e interpretar las batallas del Rey David en relación con tu propia batalla, que es básicamente la batalla contra la Mala Inclinación y sus huestes (Likutey Moharán II 125). Por lo tanto, Rabí Najman nos dice que él mismo “a veces recitaba únicamente los versículos de los Salmos que expresaban ruegos, súplicas y pedidos a Hashem, Bendito Sea. Él recitaba solamente esos versículos, y no los otros. Recitaba todos estos versículos de todo el Libro de Salmos en una misma sesión de plegaria” (Shivjei HaRan 10). De esta manera, la recitación de Salmos no es una mera lectura de los mismos, sino un formidable servicio Divino de la voluntad, que purifica al individuo y lo limpia de todas las cosas malas de modo que pueda alcanzar un arrepentimiento completo.

Y ya que estamos recitando Salmos, es una lástima que lo hagamos solamente de la boca para afuera y sin el trabajo del corazón y la voluntad. Es por eso mismo que tanta gente estudia Torá durante años y no cambia; recita el Libro de Salmos miles de veces y no cambia; recita los rezos del Sidur un día tras otro y no cambia; visita las tumbas de los tzadikim y no cambia. ¡Hasta podrían irse a vivir a las tumbas de los tzadikim cincuenta años y aun así seguirían teniendo los mismos malos rasgos de carácter de siempre!

No me refiero aquí a las virtudes y la importancia del estudio de la Torá o las virtudes y la importancia de viajar a las tumbas de los tzadikim o de recitar los Salmos. Por supuesto que “afortunado es aquel que creció con la Torá y que se esfuerza en la Torá” (Berajot 7ª); afortunado es aquel que viaja a las tumbas de los tzadikim y afortunado es aquel que cumple aunque sea una sola mitzvá o hacer cualquier cosa que tiene que ver con el servicio Divino, incluso si la hace al nivel más bajo que existe. Por todo esto, será recompensado, porque Hashem no priva a nadie de su justa recompensa (Bava Kama 38b). Pero la persona judía tiene un objetivo y nuestra vida en este mundo es con un objetivo y la sagrada Torá tiene un objetivo. Cada judío debe llegar a ser una llama ardiente de santidad y de fe; cada judío de estar limpio y completamente puro de todos los deseos físicos y todos los malos rasgos de carácter; cada judío debe ser un pilar de la Torá, la plegaria y la benevolencia. Entonces ¿por qué esta es la realidad de una reducida “élite”? No es porque esto sea difícil de alcanzar, sino porque son muy pocos los que saben de la importancia del trabajo de la voluntad. Y por eso, son muy pocos los que trabajan sobre este nivel tan importante y tan elevado. Esto es lo que yo llamo “el secreto de la vida”: porque es algo que muy pocos conocen.

Por lo tanto, debemos ser conscientes de que la virtud esencial en la recitación de plegarias y Salmos y de visitar las tumbas de los tzadikim radica en que todas estas son increíbles oportunidades para realizar el trabajo de la voluntad. El gran Rey de Reyes te está invitando al palacio en el que tiene ocultos Sus tesoros y puedes llevarte todos los que quieras, lo cual significa “en conformidad con cuánto quieras”. Tú tomas la cantidad que corresponde a la cantidad de veces que repites y expresas verbalmente tus anhelos. Cada vez que expresas tu voluntad, recibes otra salvación más. Por eso, debemos ser sabios y aprovechar las oportunidades y no desperdiciarlas en tonterías.

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