La pausa de la emuná

Digamos que tienes un hijo adolescente que está pasando por una etapa muy egocéntrica y muy egoísta...

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 15.03.21

 

Digamos que tienes un hijo adolescente que está pasando por una etapa muy egocéntrica y muy egoísta. Digamos que dentro de pocos días es una festividad y estás ocupadísimo con los preparativos. Además tu esposo-a está en el extranjero y toda la responsabilidad de cuidar a los niños recae sobre ti, además de todo lo que tienes que hacer.

 

Ahora bien: este hijo, que no mueve un dedo para darte una mano y ni siquiera limpia lo que ensució, viene y te dice que quiere comprarse un par nuevo de pantalones para la fiesta. A ti te empieza a hervir la sangre y empiezas a pensar: “¡Yo a este le tengo que enseñar una lección! ¡Yo voy a enseñarle a comportarse como se debe!”.

 

Pero tomemos cinco minutos y tomemos una pausa de emuná…

 

Veamos qué es lo que está pasando acá. Seamos francos: estás estresado y estás buscando cualquier justificación para actuar como un animal y descargarte sobre este chico. Por eso, mientras tenemos pulsado el botón de la emuná, aprovechemos la oportunidad de pensar en qué es lo que Dios realmente quiere que mejoremos de nosotros mismos.

 

Recuerda: estamos en la época de Jánuca, la festividad judía de las luces. Lo que debemos tener presente en esta época es toda la cantidad de increíbles milagros que Hashem hace por mí a lo largo de todo el año y trabajar sobre mi tolerancia y mi paciencia, evitando toda clase de enfrentamientos.

 

Dios me está dando la oportunidad de demostrarle que soy serio y que realmente estoy tratando de mejorar en todos estos aspectos, y me está dando la situación perfecta para que brinde mi amor en un momento en el que no siento realmente el deseo de brindarlo. Los chicos son eso: chicos. No lo olvidemos. Además tampoco olvidemos que alguna vez nosotros también fuimos chicos, y que muchos de nosotros seguimos siéndolo…

 

La pausa de la emuná es nuestra primera defensa contar la mala inclinación, que quiere que pongamos el intelecto delante de la emuná y que empecemos a pensar en todos los motivos por los cuales nuestros hijos merecen ser juzgados con dureza y disciplinados en forma estricta. Tal vez la Mala Inclinación te traiga de nuevo a tu infancia y te muestre una imagen de lo estricto que era contigo alguno de tus padres. Y entonces te dice: “Mira cómo te trataron a ti. ¿Te parece bien que tu hijo no sea reprendido por un comportamiento por el cual a ti te gritaron o te golpearon?”. Suena lógico, ¿no?

 

Cuando estás enojado, es imposible luchar contra esta clase de “lógica” sin emuná. Sin emuná, la mente entra en lo que yo llamo “la modalidad pensar de más, de analizar de más, de juzgar de más”, que nos aleja todavía más de la posibilidad de encarar la situación de la manera correcta. La clave para no caer presa de la mala inclinación es respirar bien profundo y pedirle a tu emuná que te dé una mejor perspectiva para mirar la situación.

 

Luego te tomas un segundo más para darle las gracias a Hashem por darte una mejor perspectiva y si todavía no ves por qué la situación es para tu beneficio, entonces dale las gracias a Hashem por al menos recordarte que existe una forma mejor de mirar la situación, incluso si todavía no sabes cuál es.

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