La vergüenza

Ahora lo puedo decir porque ya estoy afuera. Pero mientras estaba adentro, era un horror

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Rivka Malka Perlman

Posteado en 15.03.21

 

Yo crecí con El Horror

 

Y lo llamo Horror porque eso es lo que fue. Ir por el mundo sin sentir el amor de Dios es un horror. Es una culpa que te produce estrés, odio a ti mismo, una vida de perros.

 

Ahora lo puedo decir porque ya estoy afuera. Pero mientras estaba adentro, era un horror y yo ni siquiera sabía que podía ser muy diferente.

 

Yo crecí en un hogar lleno de amor de Dios. Entonces cómo fue que terminé en el Horror?

 

La respuesta es: por Vergüenza.

 

Llevaba mucha vergüenza interna y todo mi ser estaba convencido de que Dios no podía amarme. Y que si me amaba, era solamente cuando me portaba bien.

 

Cuando yo tenía cinco años, encendí un fósforo que terminó incendiando mi casa y destruyendo por completo dos habitaciones. Fue justo antes de Pesaj, pocas semanas antes del bar mitzvá de mi hermano, y cuando varios de nosotros teníamos sarampión. Una catástrofe.

 

Los nueve hermanos fueron repartidos en distintos hogares por un tiempo. Mis padres tuvieron que empezar todo desde cero. Y todo el tiempo nadie sabía que yo era la culpable. Ellos pensaban que se trataba de un cortocircuito. Yo conservé el secreto hasta los catorce años. Pero para esa época, ya no le importaba a nadie del tema. Sin embargo, el daño ya estaba hecho.

 

El peso de ese secreto me cubrió el corazón con una pesada manta de vergüenza y los mensajes de amor de Hashem no llegaban.

 

Eso pasó a formar parte de mi personalidad. Tal vez me conocías, pero si realmente me hubieras conocido, te habrías dado cuenta de que no soy una buena persona. Y Dios, que ciertamente me conoce, no piensa que soy una buena persona.

 

Por afuera parecía buena – y todo el tiempo hacía buenas acciones para demostrarlo. Pero por adentro, era brutal, completamente insegura de mí misma.

 

Yo pensaba que era mala persona y me lo demostraba a mí misma. Uno es lo que cree que es.

 

Crecí, me casé. El amor de mi marido empezó a curarme. Sentí la posibilidad de que tal vez sí era buena persona. Y tal vez me podían aceptar incluso con todas mis faltas.

 

Hace once años, Dios me envió un cable salvavidas.

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