Yaakov salvó a Abraham – Toldot

Nuestros Sabios nos enseñan que Abraham se salvó gracias a algún mérito o cualidad especial de su nieto Jacob. ¿Cuál era esta cualidad de Jacob de la que carecía Abraham?

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Rabino Abraham Isaac Kook z"tzl

Posteado en 28.11.24

Según un Midrash lleno de intriga (Tanjuma Toldot 4), Abraham no habría salido con vida de su ciudad natal de Ur Casdim, si no hubiera sido por la intervención de su nieto. El rey Nimrod ordenó arrojar a Abraham a un horno de fuego por su rechazo a la idolatría; pero Yaakov acudió al rescate, tal como está escrito: “Así dijo Dios a la casa de Yaakov que redimió a Abraham: Yaakov no se avergonzará, ni palidecerá su rostro” (Isaías 29:22).

Incluso teniendo en cuenta la licencia poética de la literatura midráshica, Yaakov no pudo haber rescatado literalmente a su abuelo en un incidente que tuvo lugar antes de que Yaakov naciera. Más bien, los Sabios querían enseñarnos que Abraham se salvó debido a algún mérito o cualidad especial que tendría su nieto Yaakov. ¿Cuál era esta cualidad de Yaakov de la que carecía Abraham?

Dos caminos de cambio

Hay dos caminos diferentes de crecimiento espiritual que podemos seguir. El primer camino es el del cambio repentino y radical, que suele ser el resultado de algún catalizador externo.

Un ejemplo de una transformación tan drástica puede encontrarse en la historia de Saúl. El profeta Samuel informó a Saúl de que se encontraría con una banda de profetas que tocaban instrumentos musicales. Este encuentro, le dijo el profeta a Saúl, será un punto de inflexión en su vida. “El espíritu de Dios vendrá de repente sobre ti y profetizarás con ellos. Y te transformarás en una persona diferente” (I Samuel 10:6).

El segundo camino es el del crecimiento lento y deliberado. Logramos este cambio gradual a través de nuestro propio esfuerzo; no requiere un estímulo externo y, por tanto, siempre es accesible. Pero, ¿por qué tenemos a nuestra disposición dos vías de cambio diferentes?

Si Dios nos ha dado dos caminos, es evidente que ambos son necesarios. En primer lugar, debemos prepararnos y avanzar todo lo posible mediante nuestro propio esfuerzo. Una vez que hayamos alcanzado el nivel más alto que seamos capaces de alcanzar, podremos beneficiarnos de una inspiración inesperada procedente de los recursos internos del alma.

Abraham fue un revolucionario, que introdujo la revuelta espiritual contra la idolatría de su generación. Abraham es el arquetipo del cambio radical. Los momentos definitorios de su vida fueron acontecimientos dramáticos de prodigiosa dedicación y autosacrificio, como su brit milá (circuncisión) a una edad avanzada, y la Akeidá, la Atadura de Isaac. Por mérito de los logros espirituales de gran alcance de Abraham, sus descendientes heredaron esas cualidades del alma que fomentan la transformación repentina.

Sin embargo, las generaciones futuras no pueden confiar únicamente en el estilo de cambio radical de Abraham. En tanto que camino normativo para siempre, también necesitamos el método del crecimiento espiritual gradual. El modelo de este tipo de cambio es Yaakov. A diferencia de su abuelo, Yaakov nunca experimentó transformaciones repentinas de personalidad o dirección. Más bien, la Torá lo caracteriza como “un hombre tranquilo y estudioso, que habitaba en tiendas” (Génesis 25:27). El lugar de Yaakov estaba en las tiendas de la Torá. Yaakov trabajó en sí mismo gradualmente, creciendo a través de la perseverancia y el estudio diligente de la Torá.

Dos nombres para Jerusalén

La ciudad de Jerusalén combina ambos caminos. El Midrash enseña que el nombre de Jerusalén es una combinación de dos nombres, que reflejan ambas cualidades de la ciudad santa. Abraham llamó a la ciudad “Yiré”, mientras que Malki-tzedek la llamó “Shalem”. No queriendo ofender a ninguno de estos hombres justos, Dios combinó ambos nombres, llamando a la ciudad Yeru-Shalayim – ‘Jerusalén’ (Bereshit Rabá 56:10).

¿Qué significa el nombre Yiré? La ciudad santa, en particular el Templo, tuvo un profundo impacto en todos los que experimentaron su santidad única. Este profundo encuentro espiritual se describe como una forma de percepción sublime: “Tus ojos verán a tu Maestro” (Isaías 30:20). El impacto de esta visión elevada inspiró a los visitantes más allá de sus capacidades espirituales ordinarias. En honor al intenso cambio espiritual efectuado al percibir la santidad de Jerusalén, Abraham llamó a la ciudad Yiré – «él verá».

Malki-tzedek, por su parte, se refería a las cualidades de la ciudad que ayudan a quienes buscan perfeccionarse de forma gradual. Jerusalén es un lugar de Torá y enseñanzas éticas, “Porque de Sión saldrá la Torá” (Isaías 2:3). Por eso Malki-tzedek llamó a la ciudad “Shalem” (‘perfección’), en referencia a este enfoque gradual hacia la perfección espiritual.

Yaakov al rescate

Volviendo a nuestra pregunta del principio: ¿cómo fue que Yaakov salvó a su abuelo del horno de fuego? ¿De qué manera Yaakov “no se avergonzará”?

Los cabalistas explican que el objetivo de la humanidad, la razón por la que el alma desciende a este mundo, es para que podamos perfeccionarnos mediante nuestro propio esfuerzo. De este modo, no necesitaremos participar de la nehama dekisufa (el “pan de la vergüenza”) por tomar aquello que no nos hemos ganado.

Si bien esta explicación se ajusta al camino del cambio gradual, parecería que el camino de la transformación radical es un regalo externo que no merecemos. ¿Acaso no es esta la indeseada nehama dekisufa que debemos evitar?

Y la respuesta es No- no necesariamente. Si somos capaces de tomar este regalo inesperado, y utilizarlo para alcanzar niveles aún mayores de crecimiento espiritual con nuestros propios esfuerzos, entonces no hay vergüenza en este regalo. Es como un padre que le da a su hijo un gran regalo monetario. Si el hijo simplemente vive del dinero hasta que se le acaba, entonces el regalo del padre es nehama dekisufa, una desgracia que no refleja ningún crédito sobre el hijo. Si, por el contrario, el hijo utiliza el dinero para poner en marcha un nuevo negocio, y con su esfuerzo duplica y triplica la inversión original, entonces el hijo ciertamente ha complacido a su padre y se ha honrado a sí mismo.

Esta es exactamente la forma en que Yaakov “salvó” a su abuelo Abraham. Abandonado a su suerte, el camino más natural para Abraham -cuya alma revolucionaria exigía un cambio repentino y drástico- habría sido el autosacrificio total y absoluto en el horno de fuego de Nimrod. Eel rasgo de Yaakov de cambio gradual y cuidadoso fue lo que salvó a Abraham de este destino. El camino de crecimiento espiritual de Yaakov hizo que Abraham también siguiera este camino más lento. Abraham salió del horno, y a lo largo de los años trabajó diligentemente para alcanzar la elevación espiritual a la que había renunciado dentro del horno del martirio.

¿Para qué molestarse en seguir el camino más lento? “Yaakov no se avergonzará”. Al crecer lentamente a través de nuestros propios esfuerzos, los dones espirituales del cambio radical ya no son una nehama dekisufa vergonzosa, sino un don honorable que hemos aprovechado al máximo.

Si bien esta explicación se ajusta al camino del cambio gradual, parecería que el camino de la transformación radical es un regalo externo que no merecemos. ¿Acaso no es esta la indeseada nehama dekisufa que debemos evitar?

Y la respuesta es No- no necesariamente. Si somos capaces de tomar este regalo inesperado, y utilizarlo para alcanzar niveles aún mayores de crecimiento espiritual con nuestros propios esfuerzos, entonces no hay vergüenza en este regalo. Es como un padre que le da a su hijo un gran regalo monetario. Si el hijo simplemente vive del dinero hasta que se le acaba, entonces el regalo del padre es nehama dekisufa, una desgracia que no refleja ningún crédito sobre el hijo. Si, por el contrario, el hijo utiliza el dinero para poner en marcha un nuevo negocio, y con su esfuerzo duplica y triplica la inversión original, entonces el hijo ciertamente ha complacido a su padre y se ha honrado a sí mismo.

Esta es exactamente la forma en que Jacob “salvó” a su abuelo Abraham. Abandonado a su suerte, el camino más natural para Abraham -cuya alma revolucionaria exigía un cambio repentino y drástico- habría sido el autosacrificio total y absoluto en el horno de fuego de Nimrod. Eel rasgo de Jacob de cambio gradual y cuidadoso fue lo que salvó a Abraham de este destino. El camino de crecimiento espiritual de Jacob hizo que Abraham también siguiera este camino más lento. Abraham salió del horno, y a lo largo de los años trabajó diligentemente para alcanzar la elevación espiritual a la que había renunciado dentro del horno del martirio.

¿Para qué molestarse en seguir el camino más lento? “Jacob no se avergonzará”. Al crecer lentamente a través de nuestros propios esfuerzos, los dones espirituales del cambio radical ya no son una nehama dekisufa vergonzosa, sino un don honorable que hemos aprovechado al máximo.

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