Disfruta de la vida!

Y aquí estoy, cada vez más vieja, en contra de mi voluntad… cada vez actúo más como una persona adulta y eso realmente me pone como loca…

No me gusta ser adulta. Demasiadas responsabilidades. Demasiadas preocupaciones. Demasiada ropa para lavar.

Bueno, en realidad tampoco me gustaría ser una niña. Eso viene con su propio paquete de problemas, no?

Pero junto con todos los momentos divertidos que llegan con la adultez, como pagar las cuentas, etc, también hay bastantes buenos momentos, como, por ejemplo, pasar tiempo con mis chicos – eso sí, cuando no se están peleando -, dormir bien una noche entera, pasar tiempo conmigo misma…

Ah… sí!! Casi me olvidaba – también pasar tiempo con mi marido, especialmente cuando pasamos tiempo a solas y en lo posible disfrutando de la comida que alguna otra persona cocinó – aunque él me dice que no le gusta salir a comer afuera, porque yo soy tan buena cocinera – que es algo con lo que voy a coincidir… pero a todos nos gusta cada tanto disfrutar de la comida que cocinó otra persona, no?

Uno de los problemas de la gente adulta es que todo se pone muy serio, la gente se vuelve seria, seca, sin vida, como zombies.

Gente: ¿qué nos pasó? ¿En qué momento nos volvimos tan viejos, tan gruñones, tan serios?

Saben cuál es el problema? Que nos dejamos de divertirnos. Dejamos de sonreír, de reír.

Dejamos de vivir.

Me refiero que sentir cada momento, a estar totalmente en el presente, sin dejar que las preocupaciones por el futuro o los lamentos por el pasado nos priven del momento que deberíamos estar viviendo.

La gente está sin energía, arrastrándose de acá para allá, como si solamente estuvieran sobreviviendo. ¿Y cuántas relaciones de pareja están así? ¿Cuántos maridos y mujeres apenas funcionan como parejas, solamente diciéndose unas cuantas palabras y tal vez cenando juntos? Y cuando cenan juntos, en realidad no están juntos, porque ni siquiera se hablan, solamente miran alrededor en el restaurante…

Es como que una parte de nosotros se cierra en el momento en el que nos volvemos adultos.

Hemos dejado de disfrutar la vida.

Sí, hay momentos que nos hacen felices. Pero esos momentos son opacados por todo el estrés, la presión, las exigencias, la ansiedad, la preocupación, el resentimiento, y todas esas cosas fantásticas que sentimos a diario. Nos dejamos atrapar por la adultez sin siquiera darnos cuenta. Y muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de lo que hemos perdido. Y ni siquiera voy a entrar en el tema de las canas, que eso ya solo alcanza para todo un artículo.

Te pregunto: ¿te acuerdas de lo que era sonreír? ¿correr de un lado para el otro matándote de risa? ¿el entusiasmo por los secretos escandalosos que tenías con tus amigas en la adolescencia?

Acaso todo eso es solamente cosa de la juventud?

Bueno: yo protesto! Yo me niego a que la adultez se quede con lo mejor de mí misma. Me niego a que mi personalidad quede saqueada por los estragos de la adultez. Me niego a dejar de sonreír como si no tuviera ninguna preocupación en la vida, si bien estoy muy lejos de vivir una vida despreocupada.

Por eso, yo he decidido que voy a hacer todo lo posible por disfrutar de la vida y quiero que ustedes hagan lo mismo. Yo sé que escucharon esto ya antes, pero la felicidad es cuestión de decisión de cada uno. Tenemos que elegir estar vivos, ser felices, sonreír, reírnos, valorar cada día que nos dan de regalo. Incluso con todos los desafíos que tenemos que enfrentar, y yo sé que muchos de nosotros tenemos desafíos prácticamente imposibles de superar, pero siempre hay algo por lo que podemos sonreír. Algo por lo cual podemos dar las gracias. Esas son las cosas que nos mantienen cuerdos y capaces de seguir funcionando.

Por eso, apenas termines de leer esto, SONRÍE. Incluso a la fuerza. Lo más que puedas. Y entonces verás cómo tu estado de ánimo va a mejorar!

Espero que tengas un día maravilloso!