Imperfecto es perfecto

El rabino era un hombre muy alegre y tenía una sonrisa muy cálida. Él nos invitó a Sarah y a mí a su casa para repasar algunos detalles antes de la boda...

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 16.03.21

 

El rabino era un hombre muy alegre y tenía una sonrisa muy cálida. Él nos invitó a Sarah y a mí a su casa para repasar algunos detalles antes de la boda.

 

Al entrar a la casa, vimos que el piso de arriba tenía rejas bien altas para evitar una caída: allí vivía un niño autista.

 

El hecho de trabajar en profesiones relacionadas con la salud mental de alguna manera nos había cegado a la posibilidad de que ese mismo destino podía ocurrirnos a nosotros también – ese era un problema que “les pasaba a otros”.

 

Pues bien, Hashem no estuvo de acuerdo. Pero en Su infinita compasión, Él nos envió la solución incluso antes del “problema”.

 

Estuvimos casados dos años antes de que naciera Yosi. Pero mi fuerte deseo de ser observante no empezó sino justo antes de su nacimiento.

 

Fue estremecedor verlo por primera vez. Yosi nació con el cordón umbilical enrollado dos veces alrededor del cuello; no obstante, los médicos nos dijeron que él era perfectamente “normal”.

 

En el brit (circuncisión), hubo varios miembros de la familia que se burlaron de nuestros “nuevos” rituales religiosos.

 

Yo me imaginé las sentidas plegarias de mis tatarabuelos al advertir que la observancia religiosa en nuestra familia iba en declive. Cuánto Le habrán pedido a Hashem que la luz de la Torá continuase brillando en nuestra familia…

 

Hashem guardó aquellas plegarias en el Cielo hasta que nació el nieto indicado. Yosi fue esa alma tan especial cuya influencia iba a reparar la cadena rota del judaísmo en mi familia.

 

Yosi tenía seis meses cuando empezó a darse golpes en la cabeza. Era terrible ver a nuestro hijo “normal” dándose golpes repetidamente. No lográbamos entender lo que estaba sucediendo. ¿Acaso esa era la forma en que Hashem nos recompensaba por habernos hecho religiosos? El perpetuo moretón azul en la frente de Yosi nos hacía sentir que había una maldición en casa.

 

Siendo bebé, Yosi no hacía ruidos y no entendía lo que le decíamos. A la edad de dos años, fue diagnosticado con problemas de dicción y a los tres, con un trastorno de desarrollo – autismo.

 

No lo sabíamos en ese momento, pero esa noticia “terrible” iba a ser una de las más grandes bendiciones de nuestra vida.

 

La bendición no se percibió de inmediato. Si bien la religión nos ayudó a enfrentar esta prueba, todavía no habíamos aceptado que esa era la voluntad de Hashem y que era todo para bien. Sentimos mucha frustración y desilusión.

 

Con el tiempo, nos fuimos dando cuenta del gran regalo que nos había dado Hashem.

 

Entre las grandes bendiciones de tener a Yosi con nosotros es que nuestros otros hijos se criaron sabiendo qué es lo más importante en la vida: ser amables y considerados y sentir compasión por los demás. Ya desde muy pequeños, ellos aprendieron a ver más allá de sus propias necesidades y sintieron la responsabilidad de estar al servicio de los demás.

 

A Yosi le encanta la sinagoga donde rezamos en Shabat. Los asistentes lo aceptan si bien él corre, salta y da golpes en la mesa. La gente sabe que esa es la forma que tiene él de servir a Hashem.

 

Una vez mi esposa le preguntó a Yosi por qué cosas reza y él le respondió: “Para darle alegría a Hashem”.

 

En la historia de los Siete Mendigos de Rabí Najman de Breslev, el mendigo que tenía un defecto en el  habla dijo: “Ustedes piensan que yo tengo un defecto en el habla. Pero no tengo ningún defecto. Todas las palabras (mundanas) en el mundo que no son una alabanza a Hashem no tienen perfección” (y por eso no podía pronunciarlas).

 

Yosi nos dio a Sarah y a mí el regalo de ver que todas las “imperfecciones” del mundo en realidad son las perfecciones de Hashem.

 

Ahora estoy seguro de que Yosi fue la respuesta a las plegarias de mis antepasados. Hashem sabía que él era precisamente lo que necesitábamos para retornar a Él.

 

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