Las Recompensas del Silencio

Más que nada, las personas desean tener alegría verdadera en sus vidas. El Rebe de Kalev muestra cómo esa alegría puede estar... ¡en la punta de la lengua!

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Rebe de Kaliv

Posteado en 10.06.25

Bajo el disfraz del humor muchas veces se oculta una forma sutil de autopromoción: usar la dignidad del otro como el precio por parecer más inteligente, más gracioso o más importante.

La verdadera alegría llega a quien sabe sellar sus labios—quien se abstiene de pronunciar palabras hirientes. Ese silencio, nacido del autocontrol, abre las puertas a una vida de alegría duradera.

“No le prestes tu dinero con interés.” (Vaikrá 25:37)

Palabras que duelen En nuestros tiempos, el mal uso de la palabra—ona’at devarim, causar daño con palabras—se ha vuelto cada vez más común. Esto incluye no solo insultos o burlas, sino también hablar con aspereza, responder de forma irrespetuosa o despectiva.

Debemos fortalecernos para no seguir los caminos de la cultura que nos rodea, donde la ironía y el sarcasmo son normales en la conversación diaria.

Uno de los desafíos más grandes es resistir la tentación de hacer un comentario ingenioso o punzante sobre otra persona. Es una oportunidad para mostrar agudeza o inteligencia, quizás para ganar una risa o impresionar. Pero, detrás del humor, muchas veces se esconde una necesidad de sobresalir—usando la dignidad ajena como escalón.

Rabí Naftali Tzvi de Ropshitz, zt”l, solía decir: “Con un chiste agudo (lo que en idish se llama Gleich Vert’el, que hiere y atraviesa el alma de quien es objeto del chiste) una persona puede ir directo al Guehinom.”

Esta idea está basada en lo que dicen nuestros Sabios (Bava Metziá 59a): Hashem castiga todos los pecados mediante un emisario, excepto el daño verbal, que Él castiga directamente.

La recompensa del silencio La recompensa por una buena cualidad es mucho mayor que el castigo por una negativa. Por eso, si una persona vence a su Iétzer Hará y se contiene de decir palabras hirientes, Hashem le otorga recompensa inmediata, como dice el Menorat HaMaor (Simán 58): quien es cuidadoso de no causar dolor a otros, merece que todas sus plegarias sean respondidas.

El versículo dice (Mishlei 21:14): “Un regalo dado en secreto apacigua la ira…” Rabí Menajem Mendel de Kotzk lo interpretaba así: cuando una persona se contiene de hacer un comentario mordaz o hiriente, es como si ofreciera un regalo oculto. Este acto de autocontrol tiene el poder de anular decretos severos en el Cielo.

Rabí Aharon de Belz enseñó en nombre de su padre, Rabí Isajar Dov de Belz: “Cuando un judío tiene la oportunidad de herir a otro o decir algo punzante y se contiene, se considera en el Cielo como si hubiera ayunado 84 ayunos.”

Y agregó: “Eso lo dijo mi padre en su época. Pero ahora—después de la devastación de la Shoá, cuando los espíritus de las personas están más frágiles—quien se abstiene de herir a otro, es considerado aún más. Y más. Y más todavía.”

El gran sabio Rabí Iosef Jaim Sonnenfeld explicó, con su característica agudeza: “Es sabido que los perros fueron recompensados por no ladrar a los israelitas durante el Éxodo, como dice (Shemot 22:30): ‘Lo arrojarás a los perros’.

“Pero esto plantea una pregunta: las ranas son alabadas por haber saltado dentro de los hornos egipcios—dispuestas a quemarse vivas para cumplir la voluntad divina. ¿Por qué entonces no recibieron un premio similar?

“De aquí aprendemos una lección profunda: permanecer en silencio es más difícil que saltar dentro de un horno en llamas. Y por ese silencio, hay recompensa eterna.”

Alegría verdadera Los tzadikim explican la conexión entre el mes de Adar y su signo zodiacal, el pez, de forma profunda. Mientras que los animales no pueden hablar, emiten sonidos. Los peces, en cambio, son completamente silenciosos.

Adar, el mes de la alegría, está asociado con los peces para enseñarnos que la verdadera alegría pertenece a quien sabe guardar silencio—quien se abstiene de decir palabras hirientes. Ese silencio, fruto del dominio propio, abre las puertas a una alegría que perdura.

El pasuk dice (Tehilim 107:30): “Se alegraron cuando se aquietaron…” En su sentido literal, se refiere a los marineros que se alegran cuando pasa la tormenta. Pero también puede entenderse como aquel que, en medio de una discusión, tiene la capacidad de responder… y, sin embargo, se controla y calla. Como recompensa, merece alegría.

Rabí Elimelej de Lizhensk, en Likutei Shoshaná sobre Mishlei, ofrece una hermosa explicación del versículo (Mishlei 15:23): “Alegría para el hombre por la respuesta de su boca…” Enseña que cuando una persona disciplina su boca—evitando palabras prohibidas o dañinas—recibe como recompensa una verdadera alegría.

En el Tania (Parte I, capítulo 27) se enseña que cuando un judío se abstiene de decir palabras que su corazón arde por expresar, provoca un efecto espiritual muy poderoso: las fuerzas de impureza en los mundos superiores se debilitan y las de santidad se fortalecen. A cambio, una luz más alta de santidad desciende sobre él—fortaleciéndolo y elevándolo en su servicio al Creador.

En Pirkei Avot (5:23) se dice: “Según el esfuerzo, es la recompensa (Lefum tza’ara agra)…” Algunos explican que la palabra aramea “Lefum” significa “a la boca” (peh) en hebreo. Es decir, cuando una persona hace el esfuerzo de controlar su habla, la recompensa es especial y única.

Según esto, entendemos lo que dice la parashá de esta semana. El versículo dice (Vaikrá 25:17): “No engañes a tu prójimo y teme a tu Dios, porque Yo soy Hashem tu Dios…” Esto enseña que Hashem mismo recompensa a quien se contiene de decir palabras dañinas, como explica Rashi en varios lugares donde dice “Yo soy Hashem”: Él es fiel para dar recompensa.

Podemos ahora interpretar el pasuk: “No le prestes tu dinero…” La palabra hebrea para dinero, kaspeja, también puede traducirse como “tu deseo”, como dice (Bereshit 31:30): “Te llenaste de anhelo (nijsof nijsafta) por la casa de tu padre.” Cuando deseas decir algo, el versículo instruye: no lo des con interés. Es decir, no uses palabras que hieran, que puedan dañar al otro.

Y concluye: “Yo soy Hashem tu Dios, que te saqué de Egipto…”—enseñándonos que Hashem mismo recompensa esa contención. Así como el pueblo de Israel mereció la redención de Egipto porque no adoptaron el lenguaje egipcio ni su habla dañina—usando palabras para herir—también hoy, quien cuida su lengua accede a ese mismo mérito y se le promete recompensa divina.

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1. PAULIN NIKOLLI

6/15/2025

BARU HaSHem POR STA ENSENASA,TU RREIT NERA REBE DE KALIV.

2. Sonia Pedreño García

6/10/2025

TODOS ME OBLIGARON A CALLARME, Y FUE LO MEJOR QUE ME PUDO PASAR. NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA. SHALOM

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