
El propósito del ser humano
¿Alguna vez te detuviste a pensar para qué viniste a este mundo?

Tanto hombres como mujeres deben reservar una cantidad significativa de tiempo todos los días a adquirir fe (emuná), ya que la emuná es el propósito de toda la Creación, tal como he explicado en detalle en mi libro En el Jardín de la Fe. Cada alma viva debe trabajar para consolidar su emuná. Todo lo que nos pasa en la vida a cada instante es una prueba de fe y una oportunidad para adquirir emuná. Todas las imperfecciones del ser humano provienen de una falta de emuná. Por lo tanto, cada persona tiene el sagrado deber de llevar a cabo el trabajo de la voluntad a fin de adquirir el rasgo de la emuná.
Y ya que estoy en el tema de la emuná, me gustaría citar un párrafo que ofrece maravillosas palabras de aliento acerca de la obligación de trabajar sobre el rasgo de la emuná, de boca del mashguíaj Rabí Yejezkel Levinstein:
El propósito del ser humano es que reconozca a su Creador, que renueve esta conciencia en su corazón a cada momento y que alcance un nuevo sentido en su fe, y que no se distraiga de esto ni un instante. La emuná es como aire para el cuerpo. A cada momento, debemos inhalar emuná. Todo lo que nos rodea, todo lo que entra en contacto con nosotros, puede llevarnos a un nuevo reconocimiento del Creador… Pero si, por un instante, la persona aparta su mente y su corazón del Creador, de inmediato experimenta anhelos y deseos vanos y cae presa de los engaños de este mundo.

Por lo tanto, los dos temas principales sobre los cuales debemos trabajar son la santidad y la emuná (fe), que son las dos bases de la rectificación del ser humano. Por lo tanto, el mensaje esencial de mi libro Mi Pacto de Paz es inspirar a los hombres a que dediquen la media hora de trabajo de la voluntad al tema de la santidad (cuidar los ojos y anular los deseos promiscuos). Lo mismo ocurre con la emuná. La persona que verdaderamente desea avanzar en profundidad debe estudiar En el Jardín de la Fe y transformar sus ideas en plegarias diarias. Y también debe estudiar Las Puertas de la Gratitud, ya que la gratitud constituye la perfección de la fe. Y debe pasar media hora dando las gracias, lo cual constituye media hora del trabajo de la emuná.
Por lo tanto, todo aquel que desee cumplir su rol en este mundo a la perfección debe dedicar media hora por día al trabajo de la voluntad sobre la emuná y la gratitud y otra media hora a la santidad. Y eso, además de su rendición de cuentas personal diaria, que es algo que no puede comprometer. Aquel que no puede dedicar dos períodos de media hora cada uno debería por lo menos dedicar media hora a uno de los dos, ya que ambos son el ABC de la vida. Únicamente aquel que hace esto todos los días puede considerarse una persona que hizo “teshuvá” (sincero arrepentimiento). Esta persona trabaja consigo misma todos los días para cambiar y mejorar.
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