Totalmente ilógico
Todo en la vida requiere de una cuota de esfuerzo...
Todo en la vida requiere de una cuota de esfuerzo. Y de la misma manera, la persona que no dedica tiempo a un trabajo personal sobre el tema de la emuná cada día de su vida no va a poder cambiar y va a continuar viviendo con herejía, dificultades y ansiedad. Tendrá miedo de que la gente le haga daño y hasta tendrá miedo de su propia sombra. Su mente estará llena de malos pensamientos acerca de sí mismo y de los demás ─pensamientos de idolatría, venganza y envidia─ y tendrá el corazón lleno de resentimiento e insolencia hacia Hashem, con quejas y con autocompasión, todos los cuales son producto de una misma cosa: la falta de emuná.
La persona que no hace este trabajo no cambia. Nuestros antepasados, la generación del desierto, estudió sin cesar y vio milagros (tal como hemos descrito anteriormente) y a pesar de todo eso, no llegó a tener una emuná adecuada. Tal como comenta Rashi sobre el versículo “¿Cómo puedo cargar con vuestra carga y vuestros pleitos?” (Deuteronomio 1:12): “Esto nos enseña que eran herejes”. Esto es realmente impresionante.
Al analizar los versículos, nos estremecemos al ver la ingratitud de la generación del desierto (tal como expliqué en detalle en mi libro Las Puertas de la Gratitud, y como todos saben). En esta ocasión, nos concentramos en un versículo tomado de la reprimenda que les hizo Moisés a los israelitas, y del cual podemos entender el bajo nivel de fe al que había caído el pueblo de Israel. Dice el versículo: “Y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Debido a que Hashem nos aborrece nos sacó de tierra de Egipto para entregarnos en mano del amorreo para destruirnos” (ibíd 1:27).
Al leer este versículo, no supe si ponerme a reír o a llorar. ¿Dónde está la lógica? ¿Es posible que cada vez que algo les venía mal a estas personas ─ que habían sido testigos oculares de tantos milagros en Egipto y en el Mar Rojo, y con quienes Hashem había hablado cara a cara, que habían visto la Shejiná, la Presencia Divina, en el Tabernáculo, que vivían una vida milagrosa y que son llamados “la generación del conocimiento” ─ hayan llegado a una conclusión tan tonta? Y esto es lo que ellos pensaron:
“El Creador nos odia y por eso Él pensó cómo podía matarnos. Y después de mucho pensar y pensar, al Creador por fin se Le ocurrió un plan: ‘Voy a traer las Diez Plagas y voy a dividir el Mar Rojo; voy a matar a millones de egipcios y voy a derrotar a los amalekitas. Entonces les voy a dar a los israelitas la Torá en un increíble evento profético, cada a cara con cada persona. Todo este tiempo les daré el maná, las nubes de gloria, el pozo de agua, ropa limpia que crezca junto con ellos, y tanto más. Y haré todo esto para llevarlos a la Tierra de Israel para que allí los amorreos Me ayuden a destruirlos…’”.
¡Esto es absurdo! La ingratitud alcanzó niveles imposibles de concebir hasta tal punto que la mente se les deformó por completo. No basta con que en un momento de prueba hayan borrado de su memoria todas las bondades y todos los milagros que Hashem les había prodigado, ¡sino que incluso perdieron su capacidad de pensar en forma lógica! A nosotros esto nos resulta incluso gracioso, porque si Hashem los hubiera odiado, entonces los habría matado durante las plagas o los habría ahogado en el mar, o habría dejado que los egipcios y los amalekitas hicieran el trabajo en Su lugar. ¿Acaso Hashem tenía necesidad de esperar a que llegaran a la Tierra de Israel?
Lo que ocurre es que, en el momento en el que uno enfrenta una prueba, reacciona precisamente de esa manera. Si hay algo que no sale exactamente como esperaba, la persona siente que Hashem la odia. En el momento en el que la persona es puesta a prueba, no hay nada que la ayude, porque ha perdido la mente. Únicamente su trabajo personal le sirve para pasar la prueba.
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