Una visión clara

Tras media década reduciendo en forma gradual el uso de la televisión y las películas, mi esposa y yo finalmente lo logramos

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Anó- nimo

Posteado en 26.07.20

Tras media década reduciendo en forma gradual el uso de la televisión y las películas, mi esposa y yo finalmente lo logramos: lo reducimos a cero. Hace ya casi más de un mes que nos liberamos de esta toxina. E incluso en un lapso tan breve, hemos llevado a cabo cinco asombrosos descubrimientos:

 

Uno: Todo es bello. El mundo es pura espiritualidad. Da la impresión de ser físico, pero eso no es más que una ilusión. Cuanto más natural es algo, más cerca está del Creador. El árbol es hecho por Dios. El televisor lo hace el hombre. Cuanto más espacio creamos a partir del punto en que nos separamos de algo impuro, más aumenta la belleza Divina de Su mundo. Los paisajes del bosque de Beit Shemesh, las Colinas de Judea y la costa de Ashkelón retornan a su majestuosa grandeza. Volvemos a descubrir el Jardín del Edén que nos rodea.

 

Dos: Se Aclara la Mente. Dentro de nosotros mismos tenemos un alma. Nuestra principal misión en la vida es hacer que esa alma retorne a su Fuente – a HaShem, que es el Alma Infinita. Pero ¿qué es lo que se entromete entre nuestro destello y su Hogar? Una barrera. Cuando pecamos, estamos creando lo que se llaman klipot, o cáscaras de impureza. El término es muy preciso. Con cada oportunidad espiritual que no aprovechamos, la cáscara se vuelve más y más grande. La barrera que divide nuestra alma de HaShem se ensancha. Cuando vemos algo impuro, esa cáscara nos rodea la cabeza y nuestra capacidad de percibir la santidad se obstruye. Todos los impulsos que estamos recibiendo se entremezclan y como resultado de esto, es muy difícil distinguir entre el bien y el mal. Pero cuando quitamos las impurezas, podemos destruir las klipot, las cáscaras. Y entonces todo se aclara. Podemos actuar con convicción.

 

Tres: nuestros impulsos son menos tentadores. Estamos en verano. Hay mucho que mirar alrededor. El deseo nos despierta nuestros más bajos deseos. Mientras haya un fuego ardiente dentro de nosotros por el hedonismo de este mundo, nos resultará extremadamente difícil resistir cada pecado. ¿Y qué ocurre si apagamos el fuego? ¿Y qué pasa si solamente bajamos un poco las llamas? Podemos llegar a un punto en el que eso simplemente deja de motivarnos. El Talmud afirma que el hecho de resistir un pecado acarrea el mérito de cumplir una mitzvá. ¡Imagínense cuántos preceptos podemos adquirir a cada segundo!

 

Cuatro: las cosas malas son en realidad un regalo. Y además son solamente temporarias.

 

El catalizador de nuestra mejora ha sido una época de dificultades financieras. Si nuestras finanzas fueran estables, tal vez no habríamos sentido la urgencia de acercarnos a Dios. Hasta las épocas difíciles son una bendición y además son temporarias. Pero los pasos que damos para acercarnos a HaShem pueden ser eternos. El bien es permanente.

 

Cinco: la televisión es repulsiva. Esto lo logré entender recién cuando me libré de ella por completo. Es como un alcohólico en proceso de rehabilitación. Mientras beba, lo único que va a comprender es lo bueno que es emborracharse. Pero una vez que pasa por el arduo proceso de purificarse de ese hábito, ahí es cuando alcanza la claridad necesaria para establecer la conexión entre el bar y los vómitos, la humillación y la pérdida de tantas noches en las que habría podido sentirse mucho más feliz y más satisfecho consigo mismo.

 

Al quebrar nuestras barreras, nos estamos elevando por encima de ellas para ver la verdad – y la verdad es hermosa.

 

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