El rezo de Neilá en Yom Kipur

La Neilá es la quinta y última oración de Yom Kippur. En un día normal se reza tres veces: por la noche, por la mañana y por la tarde. En Shabat, días festivos y Rosh Jodesh tenemos un rezo más, el  rezo de musaf. Sólo en Yom Kipur hay una quinta oración.

Neilá significa “cierre” y por lo tanto indica el cierre de los diez días del juicio. Tener la puerta cerrada delante de nosotros es una imagen chocante, que pretende motivarnos para intensificar nuestras peticiones antes de que sea demasiado tarde. Uno de los Rebes jasídicos enseñó una imagen más suave del cierre de las puertas. Es como si Dios le dijera a cada individuo: Durante estos diez días reverenciales nos hemos acercado tanto que quiero concederte una audiencia privada. Así que, por favor, entra y cierra la puerta tras de ti. Hay una sutil y paradójica alusión a esto debido al hecho de que el arca se mantiene abierta durante todo el rezo, que es otro aspecto único de la Neilá.

La imagen de estar en el “interior” simboliza en realidad la propia naturaleza de la Neilá. Se nos enseña que hay cinco niveles de alma: nefesh, el alma “animal”; ruaj, el aspecto emocional del hombre; neshamá, el componente intelectual; jaiá, el puente entre el alma consciente y la superconsciente, y la iejidá, el lugar donde el alma humana se une con su origen Divino.

La iejidá, el quinto y más elevado nivel del alma, se manifiesta a través de la fe pura, la devoción sincera y completa y la voluntad de sacrificarlo todo por Dios. La Neilá activa este aspecto más elevado del hombre. Es el momento culminante y definitorio en el que reunimos todas nuestras fuerzas interiores por última vez para expresar los anhelos más profundos de nuestro ser ante nuestro Creador.

Yom Kippur, que significa literalmente el Día de la Expiación o el Día del Perdón, se menciona explícitamente por primera vez en el Levítico. A lo largo de su descripción en la Torá, la idea de la expiación se repite continuamente, terminando con las palabras: “Y será un estatuto eterno para vosotros, hacer expiación por los hijos de Israel por todos sus pecados una vez al año”.

Junto con una descripción detallada del servicio del Sumo Sacerdote en el Templo en este día sagrado, la Torá nos ordena “afligir” nuestras almas. La tradición oral explica que “afligir” el alma significa no comer ni beber, no ungir la piel con aceite, no usar zapatos de cuero y no mantener relaciones íntimas. Abstenerse de estas cinco acciones físicas nos separa de las necesidades del cuerpo y en su lugar nos concentramos únicamente en el alma y los asuntos espirituales.

Si bien este día en concreto no se menciona en la Torá escrita, la tradición oral explica que Moshé bajó del monte Sinaí con las segundas tablas que contenían los diez mandamientos en Yom Kippur. Esto simbolizaba que Dios perdonaba al pueblo judío después del terrible pecado del becerro de oro, que hizo que Moshé quebrara las primeras tablas. Por lo tanto, el primer Yom Kipur en el desierto, que precedió a las leyes dadas en Vaikra, fue un día de gran alegría, perdón y expiación. Esta energía quedó grabada para todos los Yom Kipur posteriores.

La adoración del becerro de oro representa la máxima perversión de lo físico, mientras que “afligir” el alma rectifica este mal uso del mundo material. Aunque hoy “afligimos” nuestras almas, en última instancia es un día de gran alegría, pues qué mejor que recibir el perdón, la expiación y la oportunidad de empezar de nuevo.