El Midrash Dice – VeZot HaBeraja
Cuando HaShem le ordenó a Moshé: “Sube al Monte Nevó y allí morirás”, el Ángel de la Muerte pensó que tenía permiso de llevarse el alma de Moshé…
Cuando HaShem le ordenó a Moisés: “Sube al Monte Nevó y allí morirás”, el Ángel de la Muerte pensó que tenía permiso de llevarse el alma de Moisés…
Moshé bendice a las tribus antes de su muerte
Cuando HaShem le ordenó a Moshé (Moisés): “Sube al Monte Nevó y allí morirás”, el Ángel de la Muerte pensó que tenía permiso de llevarse el alma de Moshé. El Ángel bajó y comenzó a revolotear sobre Moshé, pero cuando Moshé lo divisó, lo apresó y lo arrojó al piso.
“HaShem me aseguró que tú no tienes poder sobre mí”, le dijo, “Quédate quieto y escucha cómo bendigo a las Tribus”.
Moshé obligó al Ángel de la Muerte a escuchar las bendiciones.
Moshé quiso que su acción final fuese bendecir a los judíos. Había comenzado el libro Deuteronomio con reproches y también los había reprendido con el poema Haazinu. Ahora quería concluir bendiciéndolos.
Los profetas posteriores aprendieron de Moshé a concluir los sermones de reproche con palabras de aliento y bendiciones al pueblo.
La Torá llama aquí a Moshé “hombre de Di-s” (33:1). Este distintivo le fue otorgado una vez que hubo bendecido a los judíos ya que el que defiende y alaba al pueblo judío es elevado por HaShem. La bendición de Moshé fue superior a la de todos los otros Tzadikim (Justos) que lo precedieron e incluso superior a la de los patriarcas, porque él fue superior a ellos.
“Muchas hijas se comportaron valientemente, pero tú las excediste a todas” (Proverbios 31:29). Este versículo se refiere a Moshé, que fue más grande aun que los Patriarcas.
El Midrash ilustra la superioridad de Moshé a través de una conversación ficticia entre él y los grandes Tzadikim que lo precedieron.
Adam le dice a Moshé: “Soy superior a ti porque fui creado por HaShem directamente, en cambio tú fuiste engendrado por padres”.
Moshé: “Perdiste tu superioridad cuando pecaste, pero los Rayos de Gloria con los que Di-s me recompensó nunca los perdí”.
Noaj: “Soy superior a ti porque a mí me salvaron del Diluvio (y me transformé en el padre de toda la humanidad)”.
Moshé: “Tú te salvaste pero no salvaste a tu generación. En cambio yo no sólo me salvé sino que, cuando Di-s quiso destruir a mi generación luego del Pecado del Becerro de Oro, los salvé a ellos también”.
Abraham: “Soy superior a ti. Yo era hospitalario con todos los viajeros”.
Moshé: “Mi comportamiento fue superior porque yo alimenté al pueblo judío cuyos integrantes están circuncidados. Y además, tú vivías cerca de sitios poblados, donde era fácil conseguir comida mientras que yo alimenté a mi pueblo en el desierto – con el pan del Cielo”.
Itzjak: “Soy superior a tí. Expuse mi cuello en el altar en señal de acatamiento y divisé `la Shejiná` (Presencia Divina)”.
Moshé: “Pero tus ojos perdieron visión por lo que vieron. Yo logré hablar con la Shejiná cara a cara y mis ojos no perdieron fuerza”.
Iaakov: “Yo luché con un ángel y lo derroté”.
Moshé: “Tú luchaste con un solo ángel en tu dominio, la tierra, en cambio yo subí al Cielo, el dominio de los ángeles y allí derroté a una hueste de ángeles (porque ellos preferían destruirme antes que dejarme recibir la Torá)”.
HaShem dijo, “Ya que Moshé está más próximo a Mí que todos los demás tzadikim, sus bendiciones serán las más beneficiosas. Por lo tanto, que bendiga a los judíos”.
Antes de empezar las bendiciones Moshé oró el salmo (Salmos 90) “Una oración de Moshé, el hombre de Di-s”. Allí menciona la corta duración de la vida humana “Los días de nuestra edad son setenta años y en los más robustos son ochenta años”.
Sin embargo, el alma humana sobrevive y retorna a su fuente: “HaShem, Tú nos has sido refugio para nuestras almas6 de generación en generación (Salmos 90:1).
Moshé finaliza con alabanzas a HaShem y al Pueblo Judío
Moshé concluyó sus bendiciones con alabanzas a HaShem y al Klal Israel. Las alabanzas a HaShem sirvieron también para dar seguridad a los judíos en el sentido de que Di-s los ayudaría aun después del fallecimiento de Moshé, que era inminente.
“Que sepas Ieshurún, que no hay nadie como el Todopoderoso entre las deidades de las naciones. El es el más poderoso arriba y abajo. El controla las esferas celestiales y desde allí te ayuda; Su majestad está en el Firmamento.
“Sin embargo, controla todo en la tierra. Ustedes, los judíos, constituyen su morada desde tiempos antiguos; el mundo fue creado para ustedes. Ustedes son el sustento del mundo; existe para ustedes.
“Expulsó a vuestros enemigos de entre ustedes. Destruyó a los egipcios, a Sijón y Og- y El dijo, `¡Extermínenlos!`(Di-s nos ordenó destruir a Amalek y a las siete naciones de Eretz Canaan)”.
Moshé proclamó que los judíos vivirían en paz y muy seguros en Eretz Israel:
“Cada judío personalmente va a vivir muy seguro en la Tierra de granos y de vino, de acuerdo a la bendición de Iaakov, `Y Di-s estará contigo y te va a restituir la tierra de tus ancestros`. Los cielos también destilarán el rocío de la bendición, de acuerdo a la bendición de Itzjak, `Di-s les dará el rocío del Firmamento`”.
Moshé concluyó:
“¡Dichoso tú Israel!¡Quién es como tú, pueblo salvado por HaShem! ¡Cuán grande es la recompensa que El atesoró para ustedes en el Mundo Venidero! El les devolverá la espada de vuestra majestad, las coronas (espirituales) que El les quitó después del pecado cometido por ustedes en el incidente del Becerro de oro.
“Vuestros enemigos se asustarán tanto ante ustedes que negarán su identidad, y ustedes hollarán sus alturas”.
La última bendición de Moshé aludía a la última recompensa del Klal Israel, el Mundo Venidero. Como prueba de que la profecía concerniente a la recompensa espiritual futura se cumpliría, Moshé dio señales que ocurrirían en el mundo terrenal: que los enemigos de Bnei Israel negarían su identidad y que los judíos hollarían sobre el cuello de los enemigos.
Las palabras de Moshé se cumplieron en tiempos de Iehoshúa (Josué): Los Guivonitas ocultaron que eran miembros de las siete naciones; y Iehoshúa ordenó a sus generales pisar los cuellos de cinco jefes enemigos (Iehoshúa 10:24).
Moshé fallece en Har Nevó
Luego de haber concluído las bendiciones, Moshé le dijo al pueblo, “Estoy por morirme. Les he causado muchas molestias al reprocharles por el incumplimiento de la Torá y las mitzvot. ¡Perdónenme ya!”.
Ellos respondieron, “Nuestro Rabino y Maestro, estás perdonado. Ahora perdónanos tú a nosotros; a menudo te hemos hecho enojar y te hemos causado problemas”.
“Los perdono”, respondió Moshé.
HaShem le dijo a Moshé: “No esperes más. Asciende al Monte Nevó”. Moshé cumplió inmediatamente. Había doce niveles que conducían a la cima del monte pero Moshé los subió todos de un solo salto (tan ansioso estaba por cumplir la Voluntad Divina). Su fuerza a los ciento veinte años era como la de su juventud.
Parado en la cima de la montaña, Moshé vio a Eretz Israel. Así HaShem le concedió su deseo de ver la Tierra. Allí Moshé la bendeciría, facilitándole aBnei Israel su conquista.
El Todopoderoso le permitió a Moshé ver lugares que su sucesor Iehoshúa nunca pisaría. En especial HaShem le mostró lugares de peligros o desgracias futuras motivando así a Moshé a rezar por la seguridad y el bienestar de su pueblo.
Moshé, más adelante, tuvo la visión de la historia futura de Bnei Israel hasta los tiempos mesiánicos. Vio a Iehoshúa luchando contra los treinta y un reyes de Eretz Canaan; vio la era de los jueces, el reinado de la casa de David y al rey Shelomó preparando vasijas para el Beit Hamikdash. Incluso previó la guerra pre-mesiánica contra Gog y Magog y anticipó la caída de Gog. A Moshé, al morir se le concedió un pedido que previamente le había sido denegado:
Cuando Moshé le había pedido a HaShem: “Por favor, revélame Tus modos de manipular los asuntos de este mundo”, el Todopoderoso le había respondido: “Ningún hombre puede verme a Mí y continuar viviendo”.
Pero antes de morir, Moshé fue digno de esa comprensión (a Moshé se le otorgó esa concesión). Asi, finalmente llegó al quincuagésimo y último `peldaño de sabiduría`.
En la época del fallecimiento de Moshé, HaShem quiso demostrar a las huestes Celestiales la grandeza de Moshé. En consecuencia, llamó al Ángel Gabriel y le ordenó: “Ve y tráeme el alma de Moshé”.
“Amo del Universo, ¿cómo puedo provocar la muerte de un ser humano que equivale a seiscientos mil judíos?”
“Ve tú, entonces”, ordenó HaShem a Mijael.
“No puedo soportar verlo morir”, respondió Mijael.”Yo solía ser su maestro”. (Mijael es el ángel de la Misericordia, el que le enseñó a Moshé a defender a los judíos).
Entonces el Todopoderoso recurrió a Samael (que es Satán), “Ve y tráeme el alma de Moshé”.
Samael tomó su espada (el espíritu de tumá -impureza- con el cual esperaba derrotar a la Kedushá -santidad- de Moshé) y bajó rapidamente hacia Moshé.
Encontró a Moshé escribiendo el Nombre de Cuatro Letras de HaShem en un Sefer Torá todavía incompleto. El rostro de Moshé brillaba como el sol y se asemejaba a uno de los ángeles.
Samael se asustó de Moshé. “Ningún ángel puede llevarse el alma de Moshé”, pensó. Comenzó a temblar y no fue capaz de emitir palabra.
Pero Moshé se había apercibido de la presencia de Samael aun antes de que el ángel se revelara.
“Tú, maldito, ¿qué estás haciendo aquí?” preguntó Moshé severamente.
Samael se armó de coraje y contestó, “Vine a llevarme tu alma”.
“¿Quién te envió?” preguntó Moshé.
“El Creador de todo”, respondió Samael.
“Ciertamente , El no quiere que tú te lleves mi alma (más bien El desea que yo te derrote)”, dijo Moshé.
“Yo me llevo las almas de todos los seres humanos”, insistió Samael, “ésta es la ley natural del universo”.
“Pero yo no estoy sujeto a las leyes de la naturaleza”, insistió Moshé. “Yo soy el hijo de Amram. Soy sagrado desde mi nacimiento, ya que nací circuncidado y por eso no fue necesario hacerme el brit milá. Pude hablar y caminar desde el día de mi nacimiento (como Adam antes de pecar).
“Cuando tenía tres años profeticé que recibiría la Torá. (Por esta razón Moshé se negó a tomar la leche de una egipcia cuando la hija del Faraón lo encontró). Siendo aun un niño en el palacio del Faraón, le quité a éste la corona de su cabeza (señal de la futura caída del Faraón). Cuando cumplí los ochenta, Di-s realizó muchos milagros en Egipto por mi intermedio y saqué seiscientos mil judíos en pleno día ante la mirada de los egipcios. Dividí el Mar en doce partes. Transformé aguas amargas en dulces (en Mara en el desierto). Yo residí en el firmamento, discutí con ángeles que no querían entregar la Torá de fuego, y permanecí cerca del Trono Celestial de Gloria para conversar con el Todopoderoso cara a cara. Yo entregué la Torá y los secretos de los ángeles a la humanidad. Luché contra los poderosos gigantes Sijón y Og que habían sobrevivido al Diluvio. Hice detener al sol y a la luna durante la batalla y yo mismo eliminé a Sijón y a Og. ¿Cuál otro de los humanos sería capaz de hacer todo esto? (Por eso, la ley natural que te permite llevar el alma humana no es aplicable a mi persona)”.
Samael volvió hacia HaShem reconociendo su derrota.
HaShem ahora le confirió aun más fuerza y le ordenó volver hacia Moshé. (Di-s quería que Moshé lograra una victoria aun mayor sobre el Satán). Samael revoloteó sobre la cabeza de Moshé y desenvainó su espada. Moshé golpeó al ángel con todas sus fuerzas con la vara sobre la cual estaba grabado el Nombre de Di-s. Samael huyó. Moshé lo alcanzó y lo encegueció con los Rayos de Gloria que emanaban de su rostro.
Una Voz Celestial proclamó: “¡Ha llegado el momento de tu muerte!”.
“Por favor, no me entregues al Ángel de la Muerte”, le rogó a HaShem, Moshé. “Recuerda cómo te serví en mis años mozos, cuando Tú Mismo te revelaste ante mi en la zarza y cuando estuve en el Har Sinai durante cuarenta días y cuarenta noches y trabajé arduamente para aprender la Torá”.
“No temas”, proclamó la Voz Celestial.”Yo Mismo me ocuparé de ti”.
Moshé se levantó y se preparó para la muerte, santificándose como uno de los ángeles.
HaShem descendió junto a los ángeles Mijael, Gabriel y Zagzagael.
Mijael preparó el lecho de Moshé; Gabriel extendió un paño de lino sobre su cabeza; y Zagzagael otro paño sobre sus pies.
El Todopoderoso dijo. “Moshé, cierra los ojos”.
Moshé así lo hizo.
“Coloca las manos sobre el pecho”, ordenó el Todopoderoso.
Moshé obedeció.
“Junta los pies”, El ordenó.
Moshé obedeció.
HaShem requirió el alma de Moshé.
“Hija mía”, dijo El al alma. “Planifiqué que permanecieras en el cuerpo de Moshé durante ciento veinte años. Ahora lo debes abandonar, no te demores”.
El alma respondió, “Amo del Universo, ¿acaso hay un cuerpo más puro que el de Moshé? Yo lo amo y no deseo abandonarlo”.
“Yo te abasteceré con los ángeles bajo Mi Trono de Gloria Celestial”, prometió HaShem.
“Es mejor para mí permanecer en el cuerpo de Moshé que mezclarme con los ángeles”, protestó el alma. “El es puro como un ángel, a pesar de que vive en la tierra; por otra parte, Tú una vez le permitiste a dos ángeles, Uza y Azael, vivir entre los humanos y se corrompieron, Moshé no convivió con su mujer desde el día en que Tú le hablaste desde la zarza (según una opinión. Según otros, desde Matán Torá). Por favor, déjame en el cuerpo de Moshé”.
Luego de escuchar al alma atestiguar acerca de la pureza del cuerpo de Moshé, HaShem, por así decirlo, besó a Moshé. El alma experimentó el irresistible placer de la presencia Divina (que fue aun mayor que el placer de estar en el cuerpo de Moshé) y retornó con HaShem.
– Extraido de El Midrash Dice. Edit. Bnei Sholem –
(Gentileza de www.tora.org.ar)