Lecciones de un Tsunami

Me imagino que no me ocurrió sólo a mí, la incredulidad al ver las imágenes del Japón devastado por el tsunami de hace unas semanas atrás…

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Daniela Lowinger

Posteado en 05.04.21

Me imagino que no me ocurrió sólo a mí, la incredulidad al ver las imágenes del Japón devastado por el tsunami de hace unas semanas atrás…

 
 
Lecciones de un Tsunami
 

Me imagino que no me ocurrió sólo a mí, la incredulidad al ver las imágenes del Japón devastado por el tsunami de hace unas semanas atrás.
 
Para mi mente, fue difícil imaginar cómo es posible que la fuerza del agua fuese capaz de apilar cientos de automóviles como si fuesen juguetes que quedaron tirados en el cuarto de un niño desordenado, o que las casas hechas añicos pareciesen pilas de pedazos de madera que algún día fueron hogares para tantas familias.
 
Supongo que he sido una entre tantos millones de seres humanos que se ha preguntado: ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Cómo la simple fuerza del agua pudo causar tanta devastación?
 
Si mi mente fuese una mente científica, buscaría respuesta en el movimiento de placas subterráneas que al moverse debido al terremoto ocurrido, generó olas que son conocidas como tsunami.
 
Pero ¿qué tiene que ver esta explicación con lo que en realidad nos quiere decir un tsunami? ¿De qué me sirve a mí saber cómo funciona la geología si no sé cómo aplicar algo que hoy afecta a todo el planeta, a mi vida y a mi vida cotidiana?
 
Verlo de aquella manera sería como ser el espectador que mira los eventos que aparecen frente a él y piensa que son sólo parte de una película que empezó y terminará sin afectarle.
 
Pero creo fielmente que todo lo que ocurre tiene una influencia en mí, en mi entorno.
 
Por eso trataré de sacar de esta tragedia de Japón algo que pueda "construirme" en el futuro.
 
Lo primero que pienso es en lo fácilmente que pasó el agua su límite.
 
Y recordé que en las bendiciones de la mañana hay una que nunca me pareció que tuviese sentido (aunque sé que ninguna bendición es parte del Sidur sin que haya una razón específica para haber sido incluida en el libro de plegarias).
 
Y es la que bendice al Creador que ha separado la tierra de las aguas.
 
Hasta que ocurrió el tsunami, la bendición no me parecía importante ni le encontraba sentido, ya que está claro que la tierra está separada de las aguas. Pero de repente me di cuenta de que no es tan claro como parecía. El que para nosotros sea natural que la tierra estuviese separada de las aguas no es en realidad nada más que una bendición que nos ha dado, y nos sigue dando HaShem en cada momento, al no permitir que el agua invada la tierra. Al final de cuentas, nuestro planeta está en su gran mayoría constituido de agua, que rodea la tierra como si viviésemos en islas, por lo que sería muy natural que el agua, que tiene la propiedad de no limitarse a ningún espacio, cubriera la superficie terrestre. Y sólo gracias a esta genialidad de HaShem de haber pensado en crear una barrera entre nuestro espacio vital, que es la tierra, y el agua (en la cual no podríamos sobrevivir) es que esto no sucede.
 
Al ahondar en este pensamiento me di cuenta de cuán acostumbrados estamos a tomar por sobreentendido todo lo que tenemos.
 
Como si lo tuviéramos por derecho propio. Porque nos toca.
 
Abrimos los ojos a la mañana y miramos a nuestro alrededor sin pensar que el poder ver es una bendición, así como lo es el poder levantarnos de la cama, el poder enderezarnos y caminar, el hablar, el pensar, el reír, el respirar.
 
Todo lo consideramos tan parte de nosotros que no nos damos cuenta que es parte de las bendiciones que recibimos a diario de Di-s.
 
Pensamos que es normal tener un hogar, tener un trabajo, tener suficiente para comer, tener salud, tener a nuestra familia entera y sana. Así como esto es normal para nosotros y ni le dedicamos mucho tiempo (o quizás ninguno) al tema, de la misma manear hace poco más de una semana, amanecieron millones de japoneses pensando que se levantarían aquel día para ir al trabajo, a la escuela, a vivir un día como había sido el anterior y como serían los muchos días por delante.
 
Y no fue así…en aquel día, Japón se dio cuenta del valor de cada cosa, hasta de lo más mínimo. La gente se dio cuenta que no había valorado todo lo que había tenido hasta ese momento y de cuantas cosas le hacía falta ahora que la devastación había llegado a su país.
 
Esta tragedia no es una lección sólo para Japón. Lo sabemos, ya que gracias a los medios de comunicación pudimos en todo el mundo vivir la tragedia con el pueblo nipón. Esta es la bendición de nuestros días. Que los mensajes ya no se quedan en un solo lugar y que ya no tardan tiempo en difundirse por el mundo. No… Vivimos en un mundo en que lo que sucede a algunos los alcanza a todos. Y sucede instantáneamente.
 
Por eso toda la humanidad debe reflexionar sobre el tsunami de Japón.
 
Nosotros, como judíos, tenemos una ventaja: en nuestro rezo matutino se nos recuerda a diario que no debemos tomar las cosas por sobreentendidas.
 
Bendecimos y agradecemos a Di-s la posibilidad de discernir entre la noche y el día, la oscuridad (física y espiritual) y la luz, bendecimos y agradecemos  la capacidad de pararnos, de poder abrigarnos, de tener fuerzas para hacer nuestros quehaceres, de tener una barrera invisible que separa las aguas de la tierra y evita la devastación de nuestro medio ambiente.
 
Después del tsunami, estas simples bendiciones, que muchas veces recitamos aún en medio a la somnolencia que no nos ha dejado del todo, toman ahora un sentido enorme.
 
Nos conectan a ese Ser Supremo que con Su infinita Bondad ha creado un mundo para nosotros. Y cuando ocurren catástrofes como la que acaba de ocurrir, nuestra reflexión debe dirigirse a Él y al mensaje que está tratando de enviarnos.
 
Valora todo lo que tienes porque cada cosa, hasta la más pequeña, imperceptible o insignificante a tus ojos, es una gran bendición del Cielo. Valórala sin que, Di-s no lo permita, tengan que recordarte su valor.
 
Y recuerda a Quién debes darle las gracias…

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