El etrog más hermoso

Caminando a casa con Agnon, el rabino le recalcó lo importante que era tener un etrog hermoso e impecable en Sucot, y cómo la belleza del etrog...  

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Posteado en 05.10.23

Deseo compartir con ustedes una hermosa historia corta sobre la maravillosa festividad de Sucot. El autor del relato es S.Y. Agnon, el premio Nobel israelí de literatura que ganó hace unos años y cuyo retrato adorna el billete de 50 shekel de la moneda israelí.

Al parecer, Agnon, que nació en Polonia, era vecino de un antiguo y famoso rabino ruso. Un año antes de Sucot, Agnon conoció a su vecino rabino en la tienda del barrio que vendía etrogim, el cidro amarillo símbolo de la fiesta de Sucot. Allí Agnon se dio cuenta de lo meticuloso que era su vecino a la hora de elegir un etrog. Aunque era una persona de escasos recursos, el rabino insistía en comprar el etrog más fino y, por tanto, el más caro. Tras examinar muchos ejemplares, el rabino eligió finalmente el que deseaba y pagó por él.

De camino a casa con Agnon, el rabino le recalcó lo importante que era tener un etrog hermoso e impecable en Sucot, y cómo la belleza del etrog formaba parte del cumplimiento del mandamiento Divino para la festividad.

La mañana de Sucot, Agnon se dio cuenta de que el rabino no tenía un etrog en los servicios de la sinagoga. Perplejo, Agnon le preguntó al rabino dónde estaba su hermoso etrog. El rabino respondió relatando el siguiente incidente:

“Me desperté temprano, como es mi costumbre, y me dispuse a recitar la bendición sobre el etrog en mi sucá, que está situada en el balcón. Como usted sabe, tenemos un vecino con una familia numerosa, y nuestros balcones son contiguos. Como también saben, nuestro vecino, el padre de todos estos niños de al lado, es un hombre de mal genio. Muchas veces les grita o incluso les pega por infringir sus normas y deseos. Le he hablado muchas veces de su dureza, pero de poco ha servido.

“Cuando yo estaba en la sucá de mi balcón, a punto de recitar la bendición del etrog, oí el llanto de un niño que venía del balcón de al lado. Era una niña que lloraba, una de las hijas de nuestro vecino. Me acerqué para ver qué pasaba. Me contó que ella también se había despertado temprano y había salido al balcón para examinar el etrog de su padre, cuya deliciosa apariencia y fragancia la fascinaban. En contra de las instrucciones de su padre, sacó el etrog de su caja protectora para examinarlo. Desgraciadamente, el etrog se le cayó al suelo de piedra, lo que lo dañó irreparablemente y lo hizo inutilizable para uso ritual. Sabía que su padre se enfurecería y la castigaría con dureza, tal vez incluso con violencia. De ahí las lágrimas de miedo y los lamentos.

“La consolé, y luego tomé mi etrog y lo coloqué en la caja de su padre, llevándome el etrog dañado a mi local. Le dije que le dijera a su padre que su vecino había insistido en que aceptara el regalo del hermoso etrog, y que con ello me honraría a mí y a la festividad”.

Agnon concluye la historia diciendo: “El etrog dañado, magullado y ritualmente inservible de mi vecino rabino era el etrog más hermoso que he visto en mi vida”.

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