Ojos que Brillan
Hay quienes se quejan: “Yo no pedí nacir; no pedí venir a este mundo…”.
Hay quienes se quejan: “Yo no pedí nacir; no pedí venir a este mundo…”.
¿Alguna vez te paraste a pensar para qué HaShem, el Creador del Universo, toma una exquisita alma, que en realidad es una minúscula parte de Su propia Divina existencia, y la hace bajar a este mundo físico tan bajo? ¿Qué es lo que hay aquí abajo que no haya en el Cielo? Mucho…
El Talmud Yerushalmi enseña que la neshamá (el alma) no disfruta de nahame de-kisufa, literalmente “pan gratis”; en otras palabras, de una comida gratis. El Zohar nos dice que en el Cielo hay almas que son puras pero que jamás bajaron a este mundo. No fueron puestas a prueba. Y no disfrutan de su exaltado rango en el paraíso, porque tienen vergüenza de estar cerca de las sagradas y heroicas almas que bajaron a esta tierra para un “período de servicio” y pasaron los rigurosos exámenes de Emuná y santidad. Esas almas que no fueron puestas a prueba Le ruegan a HaShem que les dé la oportunidad de demostrar también ellas su valía.
Hay quienes se quejan: “Yo no pedí nacer; no pedí venir a este mundo”. Si tu neshamá era una de esas neshamot que no habían sido puestas a prueba, entonces sin lugar a dudas tú imploraste que te dieran la oportunidad de bajar a este mundo. Le rogaste a HaShem que te permitiera demostrar tu valía. HaShem te advirtió que estas pruebas iban a ser muy difíciles, hasta diría rigurosas. Tu neshamá dijo que no le importaba.
Si las otras neshamot fueron capaces de luchar en la guerra por la Emuná y la santidad personal, y encima triunfar, entonces tú también podías. HaShem aceptó… ¡y aquí estamos!
El Zohar y el Talmud nos enseñan que, en primer lugar, vinimos a este mundo a que nos pusieran a prueba. Para parafrasear al Rey David (Salmo 34:16): sur merá, librarnos del mal, y asé tov, adquirir el bien. Esta es nuestra principal misión en la vida y el raciocinio que subyace a las pruebas que debemos enfrentar. Esto es lo que nuestras almas vinieron a hacer a esta tierra. No vinimos aquí a mirar televisión ni a darle un puntapié a una pelota de fútbol; no vinimos aquí a beber cerveza en un bar ni a bailar en una discoteca. Estamos acá para librarnos del mal y adquirir el bien.
Rabi Najman ensña que la raíz de todo el mal es la promiscuidad, la falta de santidad personal. Y la raíz de todo el bien es la Emuná. En pocas palabras, podemos decir que vinimos a la tierra a cumplir una doble misión: adquirir Emuná y santidad personal.
Excelente. Ahora que sabemos para qué vinimos a la tierra, estamos en una situación muchísimo mejor que la de la gran mayoría de los seres humanos, que no tienen la menor idea de lo que se supone que tienen que hacer en este mundo. La pregunta es ¿cómo lo logramos? ¿De qué manera podemos adquirir Emuná y santidad personal? Ambas exigen una gran voluntad y un sinfín de plegarias. En el caso de la voluntad y la plegaria no hay límites: cuanto más, mejor. También podemos adquirir Emuná y santidad personal sumergiéndonos en el estudio de la Torá, porque la Torá es la luz misma de HaShem. Y el alcance y la profundidad de la Torá tampoco tienen límites: cuanta más Torá le damos al alma, más puede y más quiere ella recibir.
Imagínate que el cuerpo es una fortaleza y que el alma es la hija del rey, la princesa, que está protegida en la parte más interna de la fortaleza. El enemigo, o sea, la mala inclinación, quiere capturar a la princesa, pero primero tiene que entrar a la fortaleza. Los muros de la fortaleza son muy altos y muy poderosos, pero tienen dos puntos débiles: las dos puertas principales, que son los dos ojos. La mala inclinación sabe que no te puede convencer de que te inclines ante un ídolo o que comas un pedazo de carne de cerdo. Ni siquiera hace el intento. Ella sabe perfectamente que lo único que tiene que hacer es ofrecerle a tu imaginación algo que le apetezca, haciendo que abras los ojos. “¿Qué problema hay?”, preguntas tú. Pues bien: un problema tremendo, porque apenas abres los ojos, el enemigo, con todo su letal veneno, entra sin ningún problema por las dos puertas principales y empieza a envenenar toda la fortaleza con pensamientos y deseos lujuriosos, y todo producto de esa sola imagen que te entró a los ojos. Con el tiempo, la fortaleza se llena tanto de veneno que la princesa, al tratar de escapar, rápidamente cae en las garras del enemigo acechante.
Rabi Najman nos enseña que la santidad personal es un prerrequisito para la Emuná. La persona promiscua es incapaz de estudiar y de internalizar la Emuná pura. Vayamos un paso más allá -la shmirat einaim– cuidar los ojos- es un prerrequisito para la santidad personal. Resulta por lo tanto que cuidar los ojos constituye la clave tanto para la santidad personal como para la Emuná. Dado que la santidad personal y la Emuná son nuestra misión en la vida, no podemos cumplir nuestra misión a menos que cuidemos los ojos. ¡Por lo tanto, cuidar los ojos es la clave para tener éxito en este planeta!
Me da pena toda esa gente que no logra sentir la verdadera santidad del Shabat ni el genuino placer de una página de Talmud. ¿Por qué son tan insensibles? Porque no cuidan los ojos. Por cada pequeño esfuerzo que hacemos aquí abajo, HaShem nos ayuda enormemente desde arriba. Para el que cuida sus ojos, la vida es un paraíso. Ya vas a ver cómo tu matrimonio mejora y tu salario se incrementa. Y si todavía no estás casado, guardar los ojos para no ver imágenes indeseables va a servir para garantizarte una maravillosa pareja. ¡Que sólo oigamos buenas noticias de todos ustedes! ¡Amén!
1/19/2024
Gracias, han edificado mi vida. Sepan que son el instrumento principal que el Creador ha usado para enseñarme tan valiosas enseñanzas que me han salvado. Gracias por todo y por permitirme acceder a tanta luz. Alabado con mi alabanza mas suprema sea el Creador. Que sus méritos se multipliquen por tanto bien que hacen a este mundo. Saludos y Gracias.