Cada uno con su fardo

¿Acaso Hashem únicamente les dio la Torá a individuos de elevado nivel espiritual como Rabí Shimon Bar Yojai y sus colegas? ¿Y qué pasa con el resto de nosotros?

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Grupo Breslev Israel

Posteado en 11.06.24

Cada persona tiene sus propios desafíos y una o más áreas de su vida en las que siente que nunca va a poder cambiar. Puede ser que se trate de algún deseo físico que no logra controlar, o el desafío de levantarse temprano, o no mirar donde no debe, o no hablar de cosas que no corresponde, o tal vez enfrenta tremendas pruebas de fe, y esta flaquea, o no logra librarse de la ira, o de la envidia, o quizás no logra alcanzar la tan anhelada paz conyugal, etc.

Cada persona carga con su propia carga. Se sienta quebrada y a veces pierde la esperanza hasta tal punto que ya ni siquiera siente que algo esté mal. En lugar de eso, se concilia con su nueva “realidad”, pensando que esta prueba tan difícil le es imposible de superar. Cada persona a su nivel siente que, en algún momento, he perdido el libre albedrío.

Esta persona no deberá consolarse pensando “Me he esforzado por mejorar, y excepto este tema específico, yo siempre elijo el bien. Mi falta no es tan terrible. ¿Será que el Cielo será tan exigente conmigo por esta sola falta?”. Está absolutamente prohibido pensar de esta manera. Uno debe ser consciente de que el desafío que es tan difícil que no logra superarlo es precisamente la esencia de aquello que debe rectificar. Esa es su misión y para eso vino al mundo. Por el contrario, las cosas que le resultan fáciles no constituyen su objetivo.

Por supuesto que debemos cumplir todos los preceptos de la Torá con alegría. Pero la esencia de la rectificación que uno debe llevar a cabo, y para la cual vino al mundo, tiene que ver con el tema que más le cuesta. Hay que esforzarse mucho para poder superar este desafío, ya que constituye la esencia de su vida. Y ese será el principal motivo por el cual recibirá recompensa. Y el Santo Bendito Sea se deleita cuando la persona lucha por superar tan difícil desafío.

Sin embargo, lo que suele suceder es que la persona no sabe cómo superar ese desafío y piensa que no tiene capacidad de elección en ese ámbito específico de su vida. Y entonces pierde por completo la esperanza de poder ejercitar su libre albedrío en ese ámbito y con ese problema, que es la esencia de lo que debe rectificar.

Por lo tanto, uno debe ser consciente de que, si pierde esta batalla, está renunciando al motivo mismo por el cual vino al mundo.

En resumen: cada persona piensa que no tiene libre albedrío en lo referente a aquello que se le presenta como un desafío y que no ha logrado aún rectificar.

Este problema es aún más profundo. Como es sabido, a la gente le resulta muy difícil cumplir cien por ciento con sus obligaciones, y en especial en lo relacionado con la santidad personal y la mejora del carácter. Tal como afirma la Guemará: “Dijo Rabí Yehuda en nombre de Rav: La mayoría de la gente incurre en conductas deshonestas; una minoría incurre en relaciones prohibidas y todos incurren en una pizca de malas lenguas” (Bava Batra 176ª).

La Guemará también afirma que “El Santo Bendito Sea no trata a la persona en forma injusta” (Avodá Zará 3ª). Pero ¿acaso no es injusto crear un ser que es, por naturaleza, egoísta y egocéntrico, y decirle: “No odies a tu hermano en tu corazón”, “No sientas envidia”, “No te vengues y no guardes rencor”? ¿Es justo crear un ser que está completamente impulsado por deseos físicos y decirle: “No desees y no codicies”? El espíritu humano es un ser animal que desea el robo y las relaciones prohibidas (Makot 23b).

Y si dejamos eso de lado, a la persona le cuesta crecer espiritualmente: aferrarse a Hashem, que es la esencia de su objetivo en la vida, y dedicarse a la plegaria con devoción y cumplir todos los deberes del corazón. Trabajar para alcanzar dichos objetivos exige un esfuerzo arduo y continuo e incluso así, nadie le garantiza que habrá de tener éxito.

Entonces surge el interrogante: ¿acaso Hashem únicamente les dio la Torá a individuos de elevado nivel espiritual como Rabí Shimon Bar Yojai y sus colegas? ¿Y qué pasa con el resto de nosotros, que somos como terrones, criaturas hechas de arcilla? ¿Qué podemos lograr nosotros? A primera vista, parecería que somos incapaces de cumplir la Torá y las mitzvot en forma completa en este mundo físico. ¿Acaso la Torá es un engaño, Dios no lo permita?

Esta duda es un reflejo de lo que siente mucha gente, que está convencida de que no tiene capacidad de elección para cumplir la Torá y las mitzvot.

Ellos piensan que los seres humanos vinieron al mundo a tomar decisiones pero que, en realidad, son incapaces de hacerlo. Y que, por lo tanto, todo el sistema es irrealista. Se supone que tenemos libre albedrío para poder obtener una recompensa por nuestros esfuerzos. Pero, por otro lado, debido a que las fuerzas del mal se apoderan de nosotros, nos vemos forzados a elegir el mal en contra de nuestra voluntad. Y, como resultado, cada persona ha de ser castigada, Dios se apiade de nosotros. Por lo tanto, dado que es aparentemente imposible que alcancemos una recompensa por nuestros esfuerzos, tal vez habría sido preferible que recibamos el “pan de la vergüenza”.

La semana que viene continuaremos el análisis BH.

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