¿Qué tan fuerte es tu voluntad?

El libre albedrío desde el principio hasta el fin existe en el ámbito de su voluntad. Ahorah bien – este concepto requiere de una fuente más explícita y extensa. Por eso, voy a citar un pasaje maravilloso de Rabí Tzadok de Lublin (Divrei Sofrim 21), que fue un sabio de la Torá y un brillante erudito que describió este mismo concepto y lo sintetizó con enorme claridad, basándose en fuentes tradicionales. Dado que su lenguaje es un poco difícil de entender, voy a dividir este pasaje en secciones breves y añadiré comentarios aclaratorios después de cada sección a fin de hacer más accesibles sus enseñanzas a todos los lectores, ya que contienen principios básicos que debemos conocer.

El principal mérito por los esfuerzos de una persona en este mundo es inherente únicamente a su intención de hacer la voluntad de Dios, Bendito Sea. En cuanto a llevar a cabo el acto en sí, eso proviene de Hashem, Bendito Sea. Tal como afirman los versículos: “Todas nuestras obras Tú las hiciste” (Isaías 26:12) y “¿Qué te pide Hashem, tu Dios? Únicamente que Le temas” (Deuteronomio 10:12). Esa intención tiene lugar en el corazón, tal como afirma la Guemará sobre el versículo “si no tiene corazón” (Proverbios 17:16; Yoma 72b). Pero en lo referente a los actos, estos están dentro del parámetro de “todo está en manos de Hashem”.

Rabí Tzadok está diciendo que todas las acciones, incluyendo las acciones que hace cada persona, provienen de Hashem. Lo único que Hashem espera de nosotros es nuestra voluntad y nuestra intención. Basándose en dicha premisa, Rabí Tzadok llega a una conclusión increíble que siempre debemos tener en cuenta: que la esencia del papel que juega el individuo y la esencia de su esfuerzo consisten de su anhelo y su voluntad.

Rabí Tzadok nos ofrece una maravillosa definición del concepto de “temor Divino”. Él dice que el temor Divino consiste de la voluntad y que, por lo tanto, todos los rasgos del corazón del individuo no son más que distintas clases de voluntad. Siendo así, la afirmación de nuestros Sabios respecto a que “todo está en manos del Cielo excepto el temor Divino” (Brajot 33b) significa que lo único que está bajo el control del individuo es su voluntad y su intención.

Y aun si la persona tuvo la intención de cumplir una mitzvá pero se vio impedida de hacerlo, las Escrituras consideran como si la hubiera cumplido, tal como afirma la Guemará (Shabat 63ª). Y eso se debe a que él hizo su parte a través de su pensamiento y su intención. De no ser por las palabras de la Guemará, pensaríamos que el pensamiento y la voluntad solamente son efectivos si uno logra llevarlos a la práctica.

Rabí Tzadok explica aquí que la afirmación de la Guemará en Brajot (6ª) de que “si la persona tuvo la intención de cumplir una mitzvá pero se vio impedida de hacerlo, las Escrituras consideran como si la hubiera cumplido. Esta afirmación refuerza el concepto de que la esencia de lo que se espera de la persona es su voluntad y no sus acciones.

Pero eso resulta difícil de entender. ¿Por qué su intención se considera equivalente al cumplimiento de la mitzvá? De hecho, la persona no cumplió con la mitzvá. Habría sido más lógico decir que si uno se vio impedido de cumplir con la mitzvá y no la cumplió, entonces no será castigado por su incumplimiento, ya que el Compasivo no obliga a la persona que se ve bloqueada por circunstancias que están más allá de su control. Pero ¿por qué va a recibir una recompensa, como si realmente hubiera llevado a cabo la mitzvá?

La respuesta es que Hashem solamente quiere la voluntad del individuo. Si, además de eso, este actúa basándose en dicha voluntad, pues excelente. Pero si tiene la voluntad y no logra llevarla a cabo, entonces ya cumplió con su parte. En cuanto al acto, eso depende de Hashem, y Él decidió por motivos que solamente Le incumben a Él que esta persona no iba a implementar dicha voluntad. Eso no es responsabilidad del individuo, quien hizo lo que estaba obligado a hacer. Por lo tanto, se considera como si realmente hubiera llevado a cabo el acto en cuestión.